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El maestro japonés de judo que soñaba con ser actor de teatro

Shu Taira se siente mitad español, mitad japonés. Comenzó a estudiar judo cuando tenía diez años. "No fue por mi propia voluntad", recuerda. "Mi padre era judoka y consideró que tenía que introducirme en esta disciplina para corregir mi carácter". Su primer maestro fue su padre, un monje budista que compaginaba las actividades en el templo con la enseñanza del judo en varias instituciones locales.

"A mí lo que me apasionaba desde pequeño era ser actor. Conseguí entrar en uno de los grupos de teatro más importantes de Japón cuando estaba en Tokio. No era teatro clásico japonés, sino teatro moderno, representando muchas obras occidentales", relata.

En julio de 1967, Shu Taira llegó a París con la intención de estudiar arte dramático y con el judogi en la maleta para poder pagar las clases enseñando judo. Acabó en Oviedo de la mano de Masurao Takeda y con la esperanza de ahorrar el dinero suficiente para volver a Francia.

Pero una estudiante de Derecho madrileña se cruzó en su camino y el maestro japonés acabó echando raíces en Asturias. Más tarde intentó volver a Japón con su mujer para seguir con el teatro, pero al final su vida quedó ligada al judo ovetense.

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