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Un paseo por las parroquias ovetenses /Latores

Donde el agua mece al asfalto

En 1861 la junta de industriales de los concejos de Lena, Aller y Mieres propuso construir un ferrocarril en la zona, que nunca vio la luz

Panorámica de Latores. A. P.

El asfalto y el agua constituyen dos importantes factores en lo que casi podíamos denominar como una isleta, un apéndice de la ciudad de Oviedo que, como el perro del hortelano, sin tratarse del condumio y sin comprometerse demasiado con ella, participa de la vida de la capital del Principado, pero no arriesga gran cosa para no soportar sus servidumbres. Si hablábamos de isleta es porque las autovías que se dirigen respectivamente a Mieres y La Espina, junto con el cauce del río Gafo y el cordal de Sienra que, como bien saben, cercan Latores por este, norte y sur, mientras que por el oeste necesita el concurso de la parroquia de Priorio para completar el cierre perimetral.

El río Gafo tal semeja el cordón umbilical en el que Oviedo es la placenta y Latores el embrión. Ya sabemos que este arroyo, en precarias condiciones de salud, tiene su origen muy cerca de la antigua malatería de San Lázaro, se enamora de parque y senda de Invierno, a los que acompaña hasta El Caleyu, se apropia de las aguas del Morente y, codo con codo con la caja del antiguo ferrocarril, desliza el cauce por La Belonga y Llagú, a la izquierda deja Sienra con su fuente, corre a La Premaña y Las Caldas, para entregarse allí mismo a la voracidad del Nalón. En esta zona prestaban sus servicios los molinos de La Belonga (propio del Convento de Nuestra Señora del Rosario, Orden de Predicadores), El Pachacu, Naves, las Llamuergas y La Presa (También del citado convento). Hasta siete llegaron a funcionar a la vez. Según el Catastro de Ensenada (1753) existió otro de mano, propiedad de Phelipe García, Benito Alonso, Andrés Fernández Torres, Juan Muñiz, Thomas Suárez y Juan González todos ellos vecinos de Latores, utensilio del que nadie supo darme cuenta. Más o menos a la altura de Llagú, debía de encontrarse el pontón llamado El Llerón, del que existe un expediente de arreglo en el año 1865. Es de reseñar que el río Gafo, que en romance antiguo significó leproso, siempre tuvo mala fama, peor prensa y nefasto trato. En él lavaban sus cuerpos y sus vestiduras los enfermos de lepra; en 1884 vecinos de la parroquia presentaron queja ante el Ayuntamiento para que no fuesen a parar al cauce los residuos ácidos de la Fábrica de La Manjoya; ya en el siglo XX, las aguas fecales de Oviedo lo convirtieron en una auténtica cloaca. Aunque no del todo, en este momento, algo ha mejorado su estado.

Sus 5,67 kilómetros cuadrados de superficie la convierten en una feligresía de tamaño mediano tirando a pequeña. En el censo de 2015 figuraba con una población de 644 habitantes. Si todos los caminos llevan a Roma, Jerusalén y Santiago, en la zona suroeste de Oviedo todos, de una forma u otra, nos llevan a Latores. Es la gran ventaja que tiene para, por cualquiera de estas rutas, aproximarnos en autobús municipal, atravesarla a pie hacia uno de los cuatro puntos cardinales, enlazar con la senda de Invierno y, en bus o a pinrel, regresar a la capital.

Si nos dirigimos por la nacional 634, más o menos a la altura del campo de fútbol "La Pixarra", hay un desvío a Santumedero y, unos cientos de metros más allá, otro nos traslada a Ayones. O bien si lo hacemos por el Cristo de las Cadenas, por el lugar de Aspra, mientras contemplamos una bella panorámica de la sierra del Naranco, sin darnos cuenta, por su cercanía, llegamos al cruce que indica a Latores y continúa a la ermita de Santumedero.

Cambiamos de dirección y por la antigua carretera de Mieres, por la N-630, nos topamos con una entrada que nos acerca a El Griego. Más adelante otra señal nos lleva a El Faedo y, después de la rotonda que se dirige a la Zoreda, una más, nos eleva, asimismo, por El Faedo y El Charcón hasta el barrio de Latores. Las entradas no terminan aquí porque a continuación seguimos la carretera que transita hasta Llagú o un poco antes, en La Belonga, atravesamos la senda de Fuso y carretera arriba llegamos al barrio de la Iglesia y proseguimos a Ayones o descendemos a Llagú. Como podremos observar, si lo hacemos por la parte alta, en cuanto nos adentremos en el término parroquial de Latores, la naturaleza se muestra pródiga en exhibir maravillosas panorámicas de la sierra del Aramo, con Monsacro, Mostayal y Gamonal en primera línea. Hacia el oeste, se extiende la colosal colección de humildes cordales, de escasa altitud, con romas cimas que tal parecen respetar la consigna de no estorbar al precedente, sin quitar protagonismo a las numerosas aldeas que recuestan su estructura entre verdes lomas y manchas boscosas.

La mirada no da tregua ni descansa porque también hay que reposarla en otra sierra: la del Naranco, que se alza majestuosa, por más que, molesta contradicción, a la vez revelando sus señaladas miserias. Hacia el este asoma Paderni, en Cruces, cuna de uno de los más ilustres asturianos: Alonso de Quintanilla. Por el contrario, si penetramos siguiendo el cauce del río Gafo, la mirada se recorta con premura. Por el sur cierra la panorámica el pequeño cordal de Sienra que asienta sobre él los lugares de El Mosquil y El Cordal. De este a oeste limita con el vecino concejo de Soto de Ribera y el valle del Nalón, en tierras de Ferreros y el pueblo de los hórreos que, como todos conocen, se denomina Bueño. Sus altitudes más notables, dentro de su modestia, son las de Baguín , Fayeu, Reyero, Sienra, Picarexu y Sargento, cerrando la línea a la altura de Fuso de la Reina la sin par Peña Avis.

Es interesante conocer el proyecto que, en 1861, propuso la Junta de Industriales de los concejos de Lena, Aller y Mieres sobre la posible construcción de un ferrocarril entre Mieres y Latores: "Hay desde Trubia al Berrón 5 leguas o sea 27,5 kilómetros, y el ferrocarril proyectado pasando por Oviedo, Latores y Caldas está presupuestado en 26 millones de reales, debiendo hacerse por cuenta del Gobierno para servicio de sus fábricas de Oviedo y Trubia. Este ferrocarril nunca será de servicio público: estará destinado a un servicio especial del Gobierno, y si bien admitirá pasajeros y mercancías, será siempre con sujeción a las fábricas, así como el de Langreo a Gijón atiende primero a los carbones. Si su tarifa se iguala a la de Langreo costando en este la tonelada por kilómetro 0,55 de real y habiendo 40 kilómetros de Sama á Trubia, cada tonelada costará de porte 24,38. Una vez construido este ferrocarril, Trubia pondrá en marcha el otro alto horno y todos los talleres, pudiendo calcularse el consumo anual en 50,000 toneladas de carbones y coks; cantidad que no es excesiva si llega a tener aquella fábrica el desarrollo que la corresponde. La de Lieres sin ser de tanta importancia, consumirá las 50.000 toneladas si concluye y pone en marcha su segundo alto horno. Importará el conducir las 50.000 toneladas desde Sama 1,2 millones de reales. Si al mismo tiempo que se hace este ferrocarril se construyese otro por cuenta del Gobierno desde Latores a Mieres quedarían este pueblo, Lena y Aller en relación con Trubia.

Este trayecto tendría 17 kilómetros y costaría (tomando por tipo para el presupuesto y construcción el de Trubia á Noreña) unos 72.727 reales. El Gobierno, pues, con un gasto de 42.072,727 reales habría puesto a Trubia y Oviedo en comunicación con Lena, Mieres, Aller y Langreo.

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