"Sueños y Discursos", la obra filosófica más famosa de Francisco de Quevedo, brilló ayer por la noche en el teatro Campoamor. Lo hizo porque "Sueños", la versión libre de Gerardo Vera y José Luis Collado es profunda y porque su actor principal, Juan Echanove, supo dominar los sueños del autor del Siglo de Oro. Si el madrileño decía hace unos días que este papel era el trabajo que más había disfrutado en su vida, ciertamente quedó claro en el escenario ovetense, visto cómo supo interiorizar las intimidades de Quevedo. El público, media entrada en el Campoamor, premió en pie el trabajo de Echanove y de todo el reparto.

La cálida despedida fue el broche de oro a una función muy especial. Óscar de la Fuente, en el papel del esperpéntico diablo, y Lucía Quinta como Aminta, el amor de juventud de Quevedo, se despedían de la compañía en su última noche de "Sueños". Si Echanove brilló, ellos recibieron premio a sus soberbias actuaciones con intensos aplausos.

Juan Echanove se metió a fondo en la piel de un Quevedo débil, dolorido y pensativo mientras se cura en un sanatorio en el que está encerrado. Allí hace juicios de valores en una decadente y sufrida España bajo la corrupción de la monarquías absolutas de Felipe III y IV.

Este viaje, que vive el propio escritor, revela diferentes estamentos del infierno, presentando la peor versión del alma de las personas. Los personajes desfilan por un Quevedo desorientado y en los últimos días de su vida, en el que el diablo, vestido de un blanco impulouto es el director de orquesta. La envidia, la lujuria, el desengaño, la avaricia, la soberbia o el dinero amenazan a la sensatez de esta mente quebrada por el paso del tiempo y que mezcla textos de sus "Sueños" con la realidad virtual y tan distante a la que un día vivió en gloria.

El color blanco predominó en escena cambiando de significado y convirtiéndose en el color de la muerte, la soledad y la locura. Todo lo que transmitió en Oviedo el Quevedo de "Sueños".