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Los Sábados, Fontán

Pimentón y azafrán, los decanos del Fontán

La Favorita cumple 117 años en el número 15 de la calle y se reafirma como la tienda más antigua de la zona

Pimentón y azafrán, los decanos del Fontán

María José Menéndez pesa un montón de cinco gramos de azafrán y reparte esa cantidad en 60 papeletas que llevan impreso el sello de La Favorita. Lo hace casi mecánicamente junto a dos compañeras, Mari Cruz Llavona y Mónica López, ésta última de baja desde hace una semana. Hacen a diario 1.860 de estas papeletas (llamadas también sobres o sardinetas) que luego venden al público a 52 céntimos la unidad. Las tres pertenecen a la pequeña gran familia de la tienda más antigua del Fontán, ubicada en el número 15 de la misma calle desde 1910.

Pedro Pablo Llavona recibe a la clientela, distribuye mercancía y cierra ventas sin perder la sonrisa. Es el nieto del fundador del comercio, Adolfo Llavona, y una de las cabezas visibles del negocio desde que su padre Pedro falleciera prematuramente con 54 años, en 1978. Ahora, 13 herederos se reparten la propiedad y mantienen un difícil equilibrio empresarial logrando mantener a flote la tienda. Como gerente y administrador, Pedro Pablo cuida hasta el más mínimo detalle y su relato destila nostalgia y cariño a partes iguales. "De pequeño yo vivía encima de la tienda cuando era un ultramarinos y vendíamos a granel. Aquí olía a azafrán, a café y a chocolate".

Lo cuenta en la parte trasera de La Favorita, donde hay montones ordenados de legumbres o pimentón junto a herramientas y vestigios de otras épocas. Una barrica de madera para coñac con la inscripción "1951" es uno de los objetos que guardan los secretos de lo que otrora fue un almacén de coloniales, una fábrica de chocolate y un tostador de café. El abuelo Adolfo, oriundo de la zona de Torazo, abrió en 1898 el primer ultramarinos La Favorita en la esquina del Rosal con Santa Susana. Doce años después compró la casa del Fontán 15 y trasladó el negocio. Poco a poco amplió la oferta y decidió hacer su propio chocolate y ofrecer café tostado en una máquina que compró en Alemania. "El proceso de tostado se hacía los jueves. Mucha gente recuerda aquel maravilloso olor a café expandiéndose por el Fontán". El relato del Oviedín del alma de Pedro Pablo, de 63 años, revela a una persona enamorada de la tradición, mientras que sus planes de futuro muestran a alguien moderno con ganas de avanzar, a juego con el pendiente que luce su oreja izquierda.

El café y el chocolate dejaron de ser una de las especialidades de la casa a mediados de los setenta, cuando una nueva normativa de regularización del sector estableció que la fabricación alimentaria debía salir del núcleo urbano. Sin embargo, La Favorita recuperó su marca de cacao hace tres años al encargar el trabajo a un chocolatero artesano que les nutre de tabletas variadas. Uno de los proyectos de la tienda que se fue al traste para no volver fue la instalación de un supermercado. "Estuvo activo cuatro o cinco años, pero nos dimos cuenta de que no éramos competencia para las grandes cadenas". El gerente muestra la parte del almacén donde una vez hubo estantes de supermercado.

Los primeros tiempos del negocio están presentes en las paredes. El fundador Adolfo era aficionado a la fotografía y retrató, entre otras cosas la máquina para hacer chocolate o la tostadora alemana de café.

Pero si hay algo presente en las imágenes de antes y las de ahora es el azafrán. El producto estrella de La Favorita se mantiene casi inalterable en los estantes, a granel y empaquetado manualmente. El "casi" se debe a su procedencia. El siglo pasado la producción estaba en La Mancha, pero la fuerte competencia extranjera acabó con la mayoría de las plantaciones nacionales, disparó el precio (el kilo de azafrán alcanza hoy los 3.500 euros) y dejó vía libre al productor más fuerte: Irán. La veterana tienda del Fontán mezcla ahora dos tipos de azafrán, el de La Mancha y el iraní. José Llavona, primo de Pedro Pablo, se encarga de distribuir el producto más allá de los límites de la tienda en diferentes formatos y cada día decenas de personas lo piden en el mostrador.

Allí están Javier Fernández y Fernando Cuesta. Ambos despachan garbanzos "de los gordos" para el Desarme, embutidos, pan de Cangas del Narcea, pan dulce de Belmonte de Miranda, pan de espelta, o pimentón y tripa para hacer chorizos tras la matanza. Cuesta mide a la perfección la cantidad necesaria para hacer embutidos. Llena una pala con pimentón a granel y corta algo de tripa. Suele dárselo a gente venida de Morcín y las cuencas que aprovechan "los menguantes" para hacer morcillas y chorizos. Al parecer, cuando la luna mengua, es la mejor época de matanza.

Pedro Pablo despide a los clientes en la puerta todos los días salvo los domingos, "que es un día sagrado para el descanso de los trabajadores", y suspira: "A ver si los trece socios seguimos de acuerdo y esto sigue abierto. Sería una pena cerrar".

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