La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El reencuentro con los payasos que le ayudaron a superar una leucemia

José Pérez tenía once años cuando un día de diciembre de 2006 en una cama del antiguo HUCA se llenó de valor

14

Los Tele-Payasos llenan de sonrisas el HUCA

Era un niño risueño, deportista, estudioso. José Pérez Menéndez tenía once años cuando un día de diciembre de 2006 en una cama del antiguo HUCA se llenó de valor.

-No soy tonto, decidme lo que tengo.

Su madre y la doctora que en ese momento estaban en la habitación se miraron y decidieron que tenían que decirle al chiquillo lo que llevaban ocultando durante dos días.

-Tienes leucemia (madre)

-¿Me puedo curar?

-Sí. Tienes un 75 por ciento de posibilidades. (doctora)

-Pues vamos a hacerlo.

José no saldría del hospital hasta agosto del año siguiente. Fue sólo el primer ingreso. Hubo otro, de junio de 2008 al "8 del 8 de 2008". Recuerda la fecha como si fuese la de su segundo nacimiento, aunque nunca pensó que se iba a morir. Ese día le dieron el alta. Aquel niño de Muñas de Arriba (Valdés) era el primer trasplantado de médula no emparentado de Asturias.

A José le acompañaron durante muchos meses un grupo de voluntarios. Unos payasos de hospital que le visitaban los miércoles. Javier Álvarez, es el "Doctor Zanahorio", y es quien recuerda aquel niño de once años como "un niño risueño que se reía aunque los juegos saliesen mal". Zanahorio intentó de aquella hacer un truco de magia para entretener al niño enfermo, no salió como esperaba y a Javier Álvarez no se le olvida la reacción del chico, "no te preocupes no pasa nada", dijo mientras se reía.

El recuerdo de José es similar, "tardes muy entretenidas" en las que se olvidaba de que era un niño enfermo y que le ayudaron a entender que "hay que quitar el tabú de la palabra cáncer".

Otro recuerdo, en este caso de la payasa "Estrella" o "Piruleta", como llamaba José hace once años a Margot Álvarez. Esta informática entró por primera vez vestida de payasa en una habitación de hospital en 2005. "Era un trauma por accidente de tráfico, un niño al que habían amputado un brazo y una pierna". Margot no fue capaz de decir nada pero Javier Álvarez, que entonces ya tenía más tablas logró que el niño se riera. Años después la chica estaba entrenando en las piscinas del Parque del Oeste, por allí apareció el equipo nacional paralímpico de natación y reconoció a un joven al que le faltaban una brazo y una pierna.

Ese primer día "impresiona mucho", reconoce Margot Álvarez, y por ello "deben inventarse trucos" para poder sobrellevarlo, uno de ellos es intentar no recordar el nombre de los niños, despersonalizarlos en cierto modo. "No te quedas con el nombre pero sí con la sonrisa", dice Margot. La payaso "pirata", Alejandra Casado, tiene muy claro el objetivo de este voluntariado, "intentar demostrar que en los hospitales pasan cosas buenas".

Casado trabaja con enfermos de ictus y "no queda otra que intentar meter un poco de humor porque una hora con una persona así es muy dura".

Muy dura fue la experiencia de estos payasos con Manu, un niño que también tiene leucemia. Siete años y demasiadas complicaciones, "tiene la piel muy mal", explica Teresa Fonseca, en el HUCA la "Pirata Albondiguilla". Manu hizo que el grupo cambiase de nombre y comenzase a llamarse "Telepayaso. Payasos de Hospital". "Estuvimos mucho tiempo visitando a Manu y cuando se fue para casa su madre nos llamó diciendo que Manu quería payasos, nos subimos en la furgoneta y nos fuimos para allá". Margot Álvarez se emociona al contarlo "porque si existe todavía el grupo es por Manu, llevábamos muchos años y estábamos pensando en dejarlo pero él nos hizo seguir adelante".

Son cosas que emocionan, como cuando Alejandra salía de hacer una habitación. "Cuando cerré la puerta salió inmediatamente el abuelo del niño que habíamos ido a visitar, me cogió la mano y me puso un billete de diez euros, me dijo que era muy poco porque aquello no había forma de pagarlo". La payasa "Pirata" volvió a ser una emocionada Alejandra Casado para rechazar el dinero de aquel abuelo y sentirse eternamente pagada por el gesto.

Ahí está una de las claves, en las familias. José Pérez sabe cómo afecta una larga hospitalización al núcleo familiar. Su familia se tuvo que trasladar a vivir a Oviedo desde Valdés y él temía que su hermano se sintiese desplazado al ver que su leucemia centraba toda la atención. No fue así. Y los payasos ayudaron porque el rato que pasan en la habitación del enfermo las familias también desconectan, o se quedan y se ríen o se van a tomar el aie o atender otras necesidades familiares.

Un sábado de cada dos estos payasos suben a la séptima planta del HUCA para intentar que los niños enfermos se olviden un poco de lo que les ocurre y vuelvan a ser niños, dejen de ser enfermos.

José Pérez, que ahora es estudiante de informática y DJ quiere formar parte también de esa familia, quiere ser payaso de hospital. Su experiencia le ha hecho cambiar las prioridades. Durante años colaboró con la Asociación Galbán, que arropa a las familias de niños con cáncer. Javier Álvarez, que ejerce un poco de líder del grupo, le abre las puertas al chaval para unirse al grupo, pero no es tan sencillo. Meterse en una habitación de un niño enfermo e intentar hacer reir es muy, muy difícil.

Y sí, los niños se mueren. Algunos niños que se ríen con los payasos se mueren. Y eso duele.

Compartir el artículo

stats