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Carlos Muñoz | Exjugador del Oviedo

"Me negué a apoyar al ACF porque no podía matar mi historia"

"Gabino de Lorenzo estuvo muy mal asesorado, tenía que haberse dado cuenta de que aquello era una locura"

"Me negué a apoyar al ACF porque no podía matar mi historia"

Carlos Muñoz llegó al Oviedo a regañadientes y, treinta años después, aquí sigue. Conquistó a la afición del Tartiere con sus goles y el respeto del oviedismo por su firmeza cuando le quisieron utilizar para el proyecto del ACF. También dejó su huella en México, donde no descarta volver, pero de momento está encantado con su trabajo como entrenador personal, que le ha permitido recuperarse física y moralmente de una reciente fractura de cadera.

Andaluz de Úbeda

"En los años 60 Úbeda era una ciudad pequeña, de un 30.000 habitantes, pero tenía la Academia de la Guardia Civil y la industria del aceite. Éramos cuatro hermanos y mi padre se marchó a trabajar a Barcelona, donde teníamos familia. Después se fue mi hermano mayor y al final nosotros, con mi madre".

"Tenía 7 años. En Úbeda jugaba al fútbol en una plaza. Venía el policía y nos quitaba la pelota. En Hospitalet empecé a jugar en equipos del barrio hasta los 14 años, cuando me puse a trabajar. Había que ayudar en casa porque mi padre tenía una bronquitis y un enfisema. Mi madre tuvo que trabajar mucho en casa y fuera, limpiando escaleras. Hice de todo: butanero, repartidor de una tienda de recambios, pintor, albañil".

"Iba a un colegio, el San Isidro, con un patio en el que igual nos juntábamos cuarenta niños. El que tocaba el balón dos veces era un privilegiado. Por las tardes hacíamos partidos de tres para tres o cuatro para cuatro. Hasta que con once años entramos en el equipo del barrio".

"Apenas veía partidos. Televisión la tenían cuatro y sólo se veía al Madrid en la Copa de Europa. Algunos domingos nos colábamos en el Camp Nou, que nos quedaba muy cerca. O hacíamos pellas para ir a ver entrenar al Barça",

"Empecé a jugar federado en el Juventud Hospitalet, que no tenía cantera. Era un Tercera Regional. Así que con 14 años jugaba con gente de 35 y 40. Mi padre decía que me iban a matar. Le gustaba mucho el fútbol, pero nunca me dijo nada. Con 16 años pasé a un equipo del barrio que se llamaba La Bordeta. Preguntaron si había alguien que quisiera jugar de portero y me ofrecí. Hasta que un día, quince o veinte amigos nos apuntamos para hacer una prueba en el Espanyol. Fui pasando las cribas y quedé yo solo. Al día siguiente me dijeron que trajese todo para firmar. Les dije que no, que no era portero, y quería estar con mis amigos".

"Mis padres ni se enteraron. Volví para el La Bordeta, pero les dije que no quería jugar de portero. Jugué de delantero un par de meses y volví al Juventud Hospitalet. Hasta que firmé por el Polvoritense, de Primera Regional. Dieron veinte balones y un juego de camisetas al Juventud por mí. A mí me dieron 500 pesetas, que no era nada".

El mejor sub-20

"Trabajaba en una casa de recambios y entrenábamos por la noche. Tuve la suerte de que allí también entrenaba un equipo de Tercera, el Igualada. Es cuando sale la ley para alinear a dos sub-20 y me ficharon. Los tres primeros partidos no tocaba ni el balón, pero el entrenador no me quitaba. Al cuarto metí dos goles. A partir de ahí fui el mejor sub-20 de la categoría, metí doce o catorce goles. Al año siguiente fui a la mili, en Cádiz. Entrenaba con el Cádiz B, pero el Igualada no me dejó jugar. Me dijeron que no me preocupara, que me iban a traer para Barcelona. Estuve catorce meses sin jugar".

"Cuando vengo de la mili, con casi 22 años, empiezo con el Igualada y me llama Azkargorta, que llevaba el fútbol base del Espanyol. Era para jugar en el filial, que estaba en Preferente, así que no firmé. Seguí jugando en el Igualada, con la suerte de que de allí eran dos directivos del Barça, Casaus y Mussons. Entrenaría con el Barcelona Atlético, que estaba en Segunda A, y seguiría jugando con el Igualada. En los primeros cuatro o cinco partidos no metí un gol, una ruina. El entrenador del Barça Atlético, José Luis Romero, me llamó un día y me dijo que si ya me creía el rey del mambo. Ahí me ayudó mi carácter, le pregunté si me había ido a ver alguna vez. Al domingo siguiente ya estaba con el Barcelona Atlético. Uno de mis primeros partidos fue contra el Oviedo: metí dos goles y me hacieron un penalti".

Las tardes de Maradona

"Romero fue muy importante para mí. Me dio la oportunidad sin merecerlo. Encajé de maravilla. A los diez partidos pasé a entrenar con el primer equipo. Con Maradona, Schuster, Quini, Julio Alberto, Urruti. No me lo creía. Iba andando con mi neceser, mientras ellos entraban con sus deportivos. Entrenábamos por la tarde por Maradona, que llegaba siempre con retraso, con las botas desatadas".

"Me citaron para hacer la pretemporada con el primer equipo. Cuando volví habían echado a Menotti. Llegó Venables y me mandaron al filial. Jugué doce partidos y fui al Elche, de Primera. Iban últimos, a siete puntos de la permanencia. Al segundo entrenamiento me lesioné en el tobillo y estuve dos meses sin jugar. En los doce últimos partidos metí seis goles. El primero no se me olvida, a Arkonada. Descendemos, pero el dueño de Kelme, Quiles, me ofrecía 6 millones para que siguiese cuando cobraba 500.000".

"El Barcelona no me dejó porque quería que jugase en Primera. Fui al Hércules cobrando la mitad de lo que me ofrecía el Elche. Empecé bien, llevaba cinco goles cuando vendieron a Kempes al Austria Viena. Era el alma del equipo. Acabamos bajando".

"Al año siguiente otra cesión, al Murcia. Nos salvamos sin problemas, pero jugué muy poco. Estaba desquiciado porque el Barcelona no me daba la oportunidad en el primer equipo".

"En 1987, el Barcelona me dice que me tengo que ir al Oviedo, que se había salvado del descenso a Segunda B por una reestructuración. Me conocían por Romero, que cuando estuvo aquí siempre me pedía. Vine a regañadientes porque tenía equipos de Primera. Me fue a recibir al aeropuerto Julio Marigil y me llevó a la secretaría. El presidente, Bango, me explicó que habían fichado a Miera y a varios jugadores para consolidarse en Segunda y subir al año siguiente. Como era tarde quedamos en firmar el contrato al día siguiente, pero Enrique Casas dijo que no, que firmase ya. Firmé y fui al hotel con mi hermano. Cuando llegué a la habitación tenía una llamada de Barcelona, para decirme que no firmarse, que habían llegado a un acuerdo con el Valencia. Me pasé toda la noche dándole vueltas".

"Con cuatro o cinco fichajes hicimos un buen equipo. Teníamos un gran ambiente, salíamos juntos a cenar. Formamos un grupo que se unió a la directiva y a la afición, después de un año duro. Miera sabía mantener a la plantilla en tensión. Podríamos haber subido directamente. Marqué 25 goles en la Liga, más el de la promoción. Si lo intento 500 veces, no me vuelve a salir. El balón entró entre el larguero y la cabeza de Bonet, que mide casi dos metros. La celebración fue impresionante. No sé si se repetirá algo así si subimos este año".

Menotti, otra vez

"Antes de acabar la temporada, el Barcelona me había metido en la operación del fichaje de Julio Salinas y Eusebio, y me voy traspasado al Atlético. Me pidió Menotti, pero cuando iba a empezar la temporada lo echó Jesús Gil. Fui a firmar el contrato sin saber nada. Me encontré a Menotti y me dice: 'Carlos, no te llevaré al próximo equipo en el que esté'. Una casualidad increíble".

"Aquel año salió todo mal desde el principio. La noche anterior a la presentación cené algo en mal estado y sufrí una intoxicación. Perdí cuatro kilos y la primera semana de la pretemporada no pude entrenar. En aquella época se corría mucho, 20 kilómetros diarios. Cuando empecé iba el último, asfixiado, y el entrenador, Maguregui, me apretaba. Fue un desastre. Tuvimos seis o siete entrenadores y no fui titular. Estaban Baltazar, que metió 36 goles, Manolo y Futre".

El Tartiere seduce

"Cuatro meses antes de acabar la temporada empezó a llamarme Eugenio Prieto. Cuando vinimos a jugar a Oviedo la gente me cantó aquello de "Carlos, te quiere la gente del Tartiere". El último entrenador de aquella temporada, Clemente, me dijo que contaba conmigo, pero yo ya tenía decidido venir al Oviedo. Hasta renuncié al 15 por ciento que me correspondía. Tenía el recuerdo del año del ascenso y del partido en el Tartiere. Con Irureta estuvimos un año y pico sin perder en casa. El secreto era el vestuario. No me acuerdo hacer ninguna jugada de estrategia, ni de un esquema de juego claro. Pero Irureta no se metía con nadie y el equipo estaba muy unido".

"Lo mejor de aquella época es que de año a año sólo se hacían retoques. Vino gente con una calidad increíble: Jokanovic, Prosinecki, Onopko, Pompei, Paulo Bento, Lacatus. Y gente de la cantera. Las cosas se hacían bien".

"De aquella, Eugenio todavía era Eugenio. Una persona que vivía por y para el club. Era coherente y se dejaba aconsejar. Sabía mucho de fútbol. Era un presidente que conocía a los padres de los niños del benjamín. Todos los días estaba en El Requexón. Una persona excelente, un hombre de palabra. Te daba la mano y era mejor que firmar un contrato".

"Pero a partir del 92 empezó a marchar la gente mal del club. Ya mandaba Celso González, que decía claramente que no le importaba el fútbol, que estaba en el Oviedo por el negocio".

"Eugenio me había prometido que si jugaba 25 partidos, o metía 15 goles, estaba renovado automáticamente. Pero en el 94 me dijo que tenía que hablar con Celso. Fui con Manolo Lafuente, que me asesoraba. Celso me dijo que con mi edad no podía mantener ese contrato, que Eugenio no pintaba nada. Fui a hablar con Eugenio. Sólo le pedí que me dijera que era verdad lo que estaba diciendo, con Lobato como testigo. Pero me traicionó".

"Al final de la temporada 95-96 negocié con el Atlante de México. Yo quería quedarme, pero el Oviedo me invitó a marchar porque ya habían fichado a Dely Valdés. Al final voy al Puebla, a una ciudad colonial, con muchos españoles. Fui el máximo goleador, pero el Puebla cambió de dueño y fiché por Pachuca. A los dos meses me dio un bajón, no me sentía a gusto con la ciudad. Devolví el dinero, pagué a los intermediarios y volví a Oviedo".

"Jugué ocho partidos con el Uni, en Tercera. El siguiente verano fui a Puebla de vacaciones y acepté una oferta de un equipo de allí, el Lobos Buap. A Manoli, mi mujer le encantaba México. Jugué otros dos años y después estuve un tiempo como director deportivo y entrenador. Quería volver a España, sobre todo por mi hija, que tenía 9 años".

Mejor que Collymore

"A la vuelta, en el año 2000, entrené con el Oviedo durante dos meses. Con 39 años me salía en los partidos de los jueves. Antic se peleó con Eugenio para que me fichase, pero firmaron a Collymore. Estoy convencido de que lo hubiera hecho mejor que él y habría cambiado la historia".

"Cuando el Oviedo bajó a Segunda B, yo estaba en el palco con Manolo Lafuente. Tuvimos que salir a calmar a la gente contra los jugadores. Estando de vacaciones, Manolo me llamó para decirme que el Oviedo bajaba a Tercera y podía desaparecer".

"Yo entonces era coordinador de las escuelas deportivas del Ayuntamiento. Un día me dicen que me presente en el Hermanos Llana. Me encontré con otros exjugadores el Oviedo, gente del Ayuntamiento, de la política. Vamos a comer y el alcalde dice que se va a ampliar el campo porque el Oviedo está muerto y el Astur va a ser el nuevo Oviedo. Saltó Toni Cuervo y le dijo a Gabino que no podía hacer eso. Que si el Oviedo se tenía que morir, que se muriera, pero que no lo matase él. A los quince días me llama el jefe de prensa del Ayuntamiento, Rodolfo Sánchez, para hacer unas fotos y publicidad del ACF".

"Manolo Lafuente me dijo que hiciera lo que quisiera. Le contesté que no iba a ir contra mis principios, que cómo iba a matar mi historia. Hablé con mi jefa, Paz Pendás, para decirle que el alcalde se estaba equivocando, que se iba a meter en un lío. Que el Oviedo es un sentimiento, con mucha gente detrás. A los ocho días me echaron".

"Gracias a la gente y a Manolo, las cosas salieron bien. A mí me basta con que me lo reconozca Manolo Lafuente. Lo demás es un sentimiento mío. Me alegro por mí, porque no se ha muerto mi historia".

Malos asesores

"Gabino estuvo muy mal asesorado. Lo consideraba una persona superinteligente por todo lo que había hecho por Oviedo. Tenía que haberse dado cuenta de que era una locura".

"En aquella época yo ayudé lo que pude. Pero sobre todo hay que destacar el trabajo de Rivas, de Pedro Luis, con Pedro Centeno, Ataulfo. Lo que echo de menos es que el Oviedo no haya contado con más exjugadores".

"Me da mucha pena lo de Berto, el futbolista que más veces ha vestido la camiseta del Oviedo. Lo trataron muy mal en la última época. Celso González lo embargó y Eugenio tampoco le apoyó. Está resentido por eso. Se fue a jugar al Águilas porque tenía un problema económico grande y tenía que dar de comer a su familia. Como yo me negué a hacer la publicidad, el futbolista que más carisma tenía era él. No me pareció mal que firmase por el ACF. Si acaso, las declaraciones en las que decía que el Oviedo tenía que desaparecer. No sé hasta qué punto le obligaron a hacerlas".

"En México saqué el título de entrenador. Ascendí con el Llanera, pero no me dejaron seguir porque el título mexicano no valía. Saqué el nivel 3 y entrené al Campomanes y al Elche de División de Honor. Después, al sub-20 del Puebla y dos partidos al primer equipo".

"Hace poco me saqué el título de entrenador personal y doy clases en el gimnasio Ayala. Si viene algún equipo que me guste, me iré. Los fines de semana veo bastantes partidos, de todas las categorías. Estoy asentado en Oviedo desde hace 30 años, pero nunca se sabe".

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