-Queremos seguir la línea que inició nuestra abuela, que ante todo daba prioridad al trato con cada paciente, al servicio personalizado.

Así explican la esencia de su proyecto de futuro las hermanas Clara (34 años) y Cristina Braña Alonso (26). Configuran la tercera generación de boticarios de la familia. Regentan en Oviedo la farmacia que durante casi tres lustros dirigió su padre, Julio Braña, quien acaba de jubilarse. Este cambio ilustra a la perfección el relevo generacional que experimenta la red de farmacias de la región, integrada por 455 oficinas. En el último lustro, casi 90 (la quinta parte del total) han cambiado de dueño, y de ellas más de la mitad han sido transmitidas de padres a hijos.

La historia a la que Cristina y Clara se incorporan ahora como protagonistas principales comenzó en 1944, cuando María Cuesta Tamargo, una joven mierense de 31 años que había estudiado Farmacia en Madrid y Santiago, se atrevió a abrir una botica en San Martín de Teverga. Lo que parecía una aventura rural efímera se convirtió en una larga y fructífera carrera que la hizo muy popular en Teverga y en los concejos limítrofes. Hablamos de la abuela de estas jóvenes. "Fue una pionera. Un catedrático de Madrid le dijo: 'Señorita, ¿qué hace usted aquí?'", explica su hijo Julio Braña Cuesta, quien tomó el testigo de su madre y continuó regentando la farmacia de Teverga hasta que, en 1999, la traspasó. En el momento actual, de los 498 titulares de botica que ejercen en el Principado -alguna, como ésta, tiene más de un titular-, 331 son mujeres y 167 hombres.

Julio Braña nació en 1948 en Teverga, estudió Farmacia en Santiago, hizo las milicias aéreas, trabajó unos años en la industria de los medicamentos y, en 1982, se incorporó a la farmacia de su madre, que quería tenerlo cerca. Su hermana y una sobrina son también farmacéuticas. Cuando dejó Teverga, recibió dos homenajes. Dejaba atrás "muchos años de estar de guardia las 24 horas de todos los días del año", y muchos servicios adicionales, como analizar las aguas de fuentes, traídas y piscinas. Se tomó un año sabático para el doctorado, y acto seguido compró una botica en Sama (Langreo), que llevó durante cinco años. Surgió entonces la posibilidad de coger una farmacia en Oviedo, y en 2005 arribó a la calle Uría, a pocas decenas de metros de la Estación del Norte. "Siempre estuve muy a gusto en los pueblos, donde es muy habitual que, ante cualquier sugerencia tuya, el cliente responda: 'Si fíu, lo que tú digas'", explica el veterano boticario.

La legislación asturiana obliga a los propietarios de las farmacias a deshacerse de su botica al cumplir 70 años. Pueden venderla a alguien ajeno, o donarla o transmitirla a un familiar. En todos los casos, el único requisito que debe cumplir el receptor es ser licenciado en Farmacia.

"Esta farmacia tiene muchos clientes de paso, de tren y de autobús", indica Clara Braña. Siguiendo el ejemplo de su padre, ella y su hermana han ido formándose en disciplinas de presencia creciente en las boticas: nutrición, dermofarmacia... Estudiaron la carrera en la Universidad de Salamanca. Tienen una hermana mayor que se dedica a la banca.

En la botica guardan una libreta de su abuela que recoge, con cuidada caligrafía, protocolos normalizados de trabajo para formulación; en el argot farmacéutico, "un cuaderno de PNT". "Todavía hay muchos medicamentos que tenemos que hacer. Nosotros hemos formulado mucho para Asturias, pero ahora sólo formulamos para nuestra farmacia", indica Cristina.

La farmacia de las hermanas Braña tiene ahora una plantilla totalmente femenina: cuatro farmacéuticas, cuatro auxiliares -entre ellas su madre, que es enfermera pero estuvo muchos años trabajando con su marido- y una limpiadora. Abren doce horas de lunes a sábado.

¿Planes para el futuro? "La clave siempre ha sido, y seguirá siendo, el paciente, el cliente, conocer muy bien a cada uno, darle el mejor servicio, saber qué patologías tiene, orientarlo, hacerle análisis, tomarle la tensión...", subraya Clara Braña. "Las farmacias son mucho más accesibles que los centros de salud. El servicio personalizado y la tecnología deben avanzar en paralelo", asevera su hermana Cristina. En un plano más concreto, barajan poner en marcha un servicio de nutrición general y deportiva, un área de formación para madres sobre la salud de los hijos, una sección de cuidado de la piel... Los boticarios de hoy comparten con los médicos el inquietante reto de competir con el "doctor Google". "A veces, la gente se ha informado en internet y sabe más que tú. A veces, esa información es muy poco fiable", señalan las hermanas. Su padre se muestra de acuerdo en todo, pero añade un matiz: "Yo les insisto en que cuiden ante todo al paciente, que una farmacia no es sólo un comercio, y que se formen todo lo que puedan".