Todos tenemos sueños. Sin embargo, en ocasiones, se difuminan en las frustraciones y rutinas de la vida cotidiana, y lo hacen hasta tal punto que pasan los años y muchas personas viven, como decía Emerson, llevando a cabo «una vida de tranquila desesperación». Pero sufren hasta la saciedad, y en el fondo de su ser buscan, desesperadamente, formas de conseguir que sus corazones vuelvan a latir. Porque desean sentirse motivados y entusiasmados, aprender a disfrutar de la vida, y a conectar y a vincularse con la gente. Pero son tan sólo deseos adormilados. Nunca pasan a la acción. Piensan mucho en el pasado, que ya ha quedado atrás. Y se lo roban al presente. Pasan tiempo, absortos en los problemas, lo que les resta energía para la búsqueda de soluciones. Van de víctimas, gritando a los cuatro vientos los sinsabores experimentados, los sucesos que, según ellos, no deberían haber pasado; se preocupan, o sea, se ocupan antes de tiempo, por todos los supuestos aprietos y las desgracias que aún están por llegar y que quizá nunca sucedan. Y, entre tanto, llevan una vida triste, aburrida y monótona aunque, eso sí, cómoda, segura y mediocre.

Qué duda cabe que los reveses más graves de la vida ponen al descubierto las mayores oportunidades, si sabemos enfocarlas adecuadamente y sacar a flote toda la sabiduría adquirida en el enfrentamiento a esas pruebas que han aparecido en el camino. Porque la vida es un regalo. Un maravilloso regalo. Y estamos aquí para vivirla. Disfrutarla. Y para ser inmensamente felices.

Por eso, los expertos dicen que tenemos que centrarnos en las cosas que de verdad cuentan. Cerrar ojos y oídos a las distracciones que reclaman la atención. Definir muy bien las prioridades. Aceptar los errores y fracasos como maravillosas enseñanzas que nos van a conducir de forma rápida hacia el éxito. Dejar de transitar por el sendero de la mínima resistencia. Tener el valor de intentar algo. Buscar oportunidades, hacer lo aparentemente imposible, arriesgándose al fracaso, siempre va a ser preferible a seguir asentado en la comodidad, dejando, pesadamente, que pasen los días buscando seguridad.

Todo ello supone una constante motivación. Da sentido a la vida y es la esencia del verdadero éxito. Como decía Herodoto, es mejor correr el riesgo de vernos expuestos a la mitad de los males que anticipamos, que permanecer en una cobarde apatía por miedo a lo que pudiera suceder.