l Benedicto XVI es el tercer Papa que visita la sede central de la ONU en Nueva York, después de que Pablo VI lo hiciera en 1967 y Juan Pablo II, en dos oportunidades, en 1979 y 1995. El lema de este viaje del Papa ha sido «Cristo, nuestra esperanza». Se calcula que unos 70 millones de personas en Estados Unidos profesan la religión católica; es decir, la cuarta parte de la población.

l Una encuesta revela que más de ocho de cada diez católicos estadounidenses están satisfechos con la manera en que ejerce su ministerio Benedicto XVI. El Papa llegó a América a bordo de un Boeing 777 de la compañía Alitalia y bautizado por los estadounidenses como «Shepherd One» («El Único Pastor») en comparación con el «Air Force One» del inquilino de la Casa Blanca. En la Casa Blanca recibieron al Papa 13.000 personas; cuando estuvo la reina Isabel II de Inglaterra, la recibieron 7.300. Mucha gente que fue a ver al Papa en la Casa gritó «¡Viva el Papa!» en español.

l El Papa está muy bien de salud, pero todos los días su médico personal le hace un chequeo para ver cómo se adapta al nuevo país y por controlar su estado, porque ha cumplido ya 81 años. El famoso «papa móvil» lo llevaron en avión desde Roma y se utilizó para los desplazamientos por la calle en Washington y en Nueva York.

l Por primera vez desde que es presidente, Bush acudió (junto a la primera dama, Laura Bush, y su hija Jenna) a recibir a pie de pista a un mandatario extranjero cuando el Papa aterrizó en la base militar de Andrews, cercana a Washington. Ha sido un gran detalle diplomático de Bush, pues su predecesor, Juan Pablo II, se opuso con energía a la guerra de Irak.

l El Papa rezó en el despacho oval en compañía de Bush y Laura, su mujer, por todas las familias del mundo. También lo haría dos días después en la capilla de la ONU, en presencia del secretario general, Ban Ki-moon, por la paz del mundo.

l La mujer del presidente, Laura Bush, sabiendo de la afición del Papa por las flores, hizo plantar desde hace meses tulipanes amarillos y pequeñas flores blancas para que el Papa se sintiera como en casa, pues ésos son los colores del Vaticano. Incluso los empleados de la Casa Blanca pidieron pulir las rejas del jardín dos días antes para que todo estuviera a punto.

l Ban Ki-moon, secretario general de la ONU, le obsequió con un sello conmemorativo de la ocasión dentro de una caja de madera elaborada por los carpinteros de las Naciones Unidas. Y el Santo Padre le regaló un aguafuerte que representa la nueva planta de la Ciudad del Vaticano, realizado por Pier Luigi Isola, del que sólo hay 50 copias.

l George Bush y su mujer, Laura, sorprendieron a Benedicto XVI, el 16 de abril, con un pastel de chocolate -que son sus preferidos- de varios pisos, con motivo de su 81.º cumpleaños, pero que no probó el Santo Padre, ya que la tradición impide a los Papas comer en público.

l También el presidente americano le regaló una cruz de cristal plomado, una colección de discos de música estadounidense clásica y religiosa. Por su parte, el Papa regaló al presidente estadounidense un mosaico de 60 por 35 centímetros de la plaza de San Pedro, inspirado en los maestros del siglo XIX y elaborado en 2007 por los artistas del Estudio del Mosaico Vaticano.

l La soprano Kathleen Battle y el coro del Ejército americano le cantaron de modo espontáneo el «Feliz cumpleaños». Después hubo una segunda canción de cumpleaños que Bush y su mujer cantaron por lo bajo.

l A mediodía, el Papa almorzó en la Nunciatura con 24 cardenales. Y los obispos americanos le regalaron otro pastel, obra de Leslie Goldm, joven judía y dueña de la panadería Fancy Cakes, de Gaithersburg, al norte de Washington. ¿Cómo era el pastel? De 90 centímetros por 40 y con la forma de la plaza de San Pedro del Vaticano. Y de chocolate, su sabor preferido.

l Incluso los niños de las escuelas católicas estuvieron con el Papa Benedicto XVI el día de su cumpleaños, para entregarle personalmente sus compromisos de realizar más de 1,7 millones de horas de servicios comunitarios. Y lo mismo hizo un seminarista de origen italiano llamado Nicolo Galenti, que con un grupo de hispanos le cantó en la sede de la Nunciatura de Washington las «Mañanitas» en alemán.

l Dos niños dominicanos, César y Hugo Fernández, forman parte del grupo que con entusiasmo e ilusión confecciona en su clase los rosarios que se regalarán durante el encuentro con los jóvenes católicos de Nueva York. Un hispano, según informa el periódico «Yucatán Diario», recorrió casi dos mil kilómetros durante 24 horas con su mujer y su hija por ver al Papa en Washington. También la soldado mexicana Verónica, de 26 años, que partirá por tercera vez a Irak con el Ejército de Estados Unidos, que no es católica ni va a la iglesia, fue a la misa que Benedicto XVI celebró en Washington para pedir ayuda a Dios en su nuevo destino.

l Como buen alemán, el Santo Padre demostró en todo momento que cuida la puntualidad al máximo. El acto en los jardines presidenciales debía comenzar a las 10.30, y el Vicario de Roma llegó dos minutos antes. Y dos días después, el viernes, debía llegar a la sede de la ONU a las 10.30, y allí estaba a las 10.23.

l También se mostró muy agradecido con Plácido Domingo, José Feliciano y el tenor Marcello Giordano, porque en varias ocasiones cantaron la liturgia de las eucaristías que celebró en Washington y en Nueva York. Y lo mismo sucedió en la capital neoyorquina con la cocinera que le atendió: la famosa cocinera estadounidense procedente de Istria (Italia), Lidia Bastianich, le preparó un poco de pescado y el famoso «strudel» de manzana.

l El Papa concluyó su visita a los Estados Unidos rezando por la paz del mundo en el vasto terreno aún vacío donde se levantaban las Torres Gemelas, luego roció con agua bendita el lugar, confortó a las familias de los fallecidos y se despidió llevando al pueblo americano en el corazón.

Manuel Robles es portavoz del Arzobispado de Oviedo.