La Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA) llegó a la meta en la carrera de fondo que llevó a cabo la última semana. Bajo la batuta del director ovetense Pablo González, la formación recorrió diferentes firmas de la música contemporánea, ante el público de Avilés y Oviedo, que fueron los últimos destinos de la OSPA el pasado jueves y viernes, respectivamente.

La formación asturiana, que contó con el carismático y acróbata flautista Jacques Zoon, en el escenario, respondió con profesionalidad al reto que le plantearon las obras de Agustín Charles, Jacques Ibert y William Walton. Enfrentándose a la escasez de tiempo y a los ambiciosos recursos técnicos de un programa nuevo para la formación, la OSPA salió airosa. González, una vez más ante el público asturiano, mostró un trabajo solvente. El director se sitúa frente a las obras con la expectación del que descubre y con una profundidad que nace desde el cariño, el interés y la exigencia. González, al que esperan próximamente la Orquesta «Ciudad de Granada», la Sinfónica de Tenerife y la Orquesta de São Paulo, posee herramientas para transmitir sus ideas al equipo instrumental, que responde ante una dirección versátil y cargada de indicaciones eficaces y afectivas.

La OSPA trabajó distintos lenguajes de la música contemporánea, en un concierto que se caracterizó por la dificultad técnica, la necesidad de un empaste perfecto y el matiz, para dar forma a unas obras grandilocuentes y efectistas.

La primera sinfonía de Walton dominó prácticamente la velada. La página, interpretada habitualmente por las formaciones inglesas, mostró una combinación peligrosa y opulosa entre su lirismo, la paleta rítmica, y la combinación armónica que el compositor presenta a lo largo de los cuatro movimientos. La OSPA se lució, especialmente, en los dos primeros movimientos, donde contrastó la prolongación de las frases del «Allegro» y la organización métrica del «Presto»; destacando, además, el «finale» por su completa escritura.

La agitada página de «Seven looks», de Charles, que abrió el concierto, ambientó una lucha aparentemente caótica, con tantos bandos como secciones en la orquesta. La fusión entre dichas secciones, sosteniendo cada una sonidos extremos y experimentales, así como el posterior ensamblaje de cada una de estas secciones, requirió una unidad que la orquesta calibró por momentos. Por otro lado, Jacques Zoon, una estrella actual de la flauta, fue el protagonista del concierto de Ibert. El músico, de inquieta trayectoria profesional, hizo las delicias del público con su instrumento de madera, dando potencia al sonido y moldeándolo, a través de las extensas curvas y de las vertiginosas articulaciones y digitaciones que presentó la exigente obra.