Oviedo, Pablo GALLEGO

La pasión de «La vida breve» de Manuel de Falla tuvo ayer color rojo. El de los trajes de la bailaora Nuria Pomares y la soprano asturiana Lola Casariego, y el de los claveles y abanicos que lucieron los cantantes del Coro de la Fundación a grito de «¡olé!». De la mano del maestro Valdés y de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA), la música española sonó por primera vez en el concierto que cierra la jornada previa a la ceremonia de entrega de los premios «Príncipe de Asturias».

Media hora antes del concierto, y por razones de seguridad, los asistentes al cierre de la XVIII Semana de Música de Cajastur ocuparon sus butacas. Entre el público, patronos de la Fundación, miembros de los jurados que conceden los premios y un marcado acento mexicano. El de invitados y colaboradores de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), galardonada con el premio de Comunicación y Humanidades. Y en la zona central de butacas, Martin Cooper -inventor del teléfono móvil y ganador, junto a Raymond Tomlinson del premio de Investigación Científica y Técnica- y su esposa, Arlene Harris.

Las carreras de los fotógrafos y los flashes de las cámaras anunciaron la llegada de los Príncipes al palco. El Príncipe, sonriente, con traje gris y corbata roja, del mismo tono que las rayas de su camisa. Doña Letizia, más seria, con minifalda y medias negras, y en azul eléctrico la blusa y sus inseparables zapatos «peep toes», en esta ocasión forrados en satén. A la derecha de los Príncipes, el presidente del Principado, Vicente Álvarez Areces, y a su izquierda, el presidente de Cajastur, Manuel Menéndez. Más allá, el resto de autoridades.

El Himno de España puso en pie a los asistentes -tal y como se había solicitado por megafonía minutos antes en español, francés e inglés- antes de que la batuta del maestro Valdés ordenase que la música de la ópera de juventud de Falla empezase a sonar. Con ella llegaron los motivos del folclore andaluz y las voces de tres de los protagonistas: Lola Casariego, en estupenda forma vocal, en el papel de Salud; la mezzosoprano de garra Marina Pardo, como la Abuela, y el tenor José Ferrero, que interpretó a Paco.

El cante por soleares de Pedro Sanz, con Pablo Sainz a la guitarra, puso el desgarro flamenco a la velada. Al fondo, las mujeres del coro se colocaron lentamente un clavel rojo en el pelo; los hombres, en la solapa de sus fracs, junto al escudo de la Fundación. Pero cuando comenzaron a sonar las primeras notas de la «Danza española n.º 1», todos los ojos se posaron en la bailaora Nuria Pomares. Doña Letizia siguió atenta las evoluciones sobre el escenario de la artista madrileña, y la fibra flamenca de la bailaora se unió al sonido de las castañuelas para embrujar el desamor de los protagonistas. «¡Sublime!», fue la respuesta al arte de Pomares desde las primeras filas.

Tras los aplausos y sin interrupción, la OSPA comenzó el interludio musical previo al segundo acto de la obra. Y el rojo volvió a aparecer, tras el mantón de Pomares, en los abanicos con los que jugaron las mujeres del coro. La boda musical de Paco y Carmela, a la que dio voz con gusto la soprano Rosa Sarmiento, y Manuel -el barítono Álvaro Vallejo- pusieron la puntilla a la trágica historia de Salud. El tío Sarvaor, interpretado por el también barítono Josep-Miquel Ramón, fue el encargado de arropar la muerte de amor de la protagonista.

Tras los aplausos y el Himno de Asturias -que don Felipe entonó-, los Príncipes y el resto de autoridades saludaron a los artistas en la sala de cámara. Allí conversaron con los cantantes y, al salir, don Felipe, galante, ayudó a su esposa a colocarse el abrigo, antes de enfrentarse al pasillo de flashes, saludos y cámaras de teléfonos móviles por el que abandonaron el Auditorio.

A medio camino, una niña regaló a los Príncipes una tarjeta con varios corazones, e incluso firmaron algunos autógrafos. Don Felipe y doña Letizia, a golpe de flash, estrecharon cuantas manos se pusieron a su alcance, a pesar de la férrea escolta de los servicios de seguridad de la Casa del Rey. Fuera, ya de noche, y tras acercarse a un grupo de jóvenes que gritaban «¡Letizia!», los Príncipes se dirigieron a la cena en su honor celebrada en la plaza de Trascorrales.