Se palpaba en el ambiente que iba a ser una gran noche y no cabe ninguna duda que respondió plenamente a las expectativas creadas, con mucha gente en el exterior sin poder entrar por el llenazo conseguido. Conscientes de ello, las pamplonicas «Culebras» entraron a saco con su sobredosis de rock'n'roll guitarrero, bien nutrido de punk-rock, garage-punk e incluso new-wave de principios de los 80 vía glam-rock, diversidad conseguida gracias a los buenos oficios del bajo de Marga Malaria y las guitarras de Kristeen Sixteen y la sexy pelirroja Olaia Heep. La batería de la pívot Carmen Butterfly, con sus casi dos metros, completa una formación como no se veía desde los tiempos underground de las leonesas Best-Tías, a principios de los 90. Cuarenta y cinco minutos de rock'n'roll para disfrute de los que lo llevan en la sangre.

Así que cuando llegaron Tito y Tarántula se encontraron el territorio propicio por el que circular a pleno rendimiento. Encarando las desérticas autopistas de interminables rectas funcionaron a pleno rendimiento conjugando sus muy variadas influencias con verdadera maestría. Rock'n'roll guitarrero, golpes de tequila latino, rock instrumental entre los Shadows y Link Wray, rock sureño y hasta sorprendente rock oscuro se mezclaron en una coctelera dirigida con buena mano, con la pericia de los destinados a grandes empresas. Un espontáneo sube unas copas e invita a los músicos para regocijo del personal antes de que se marquen «La Cucaracha» a su manera. Como si de Iggy Pop se tratase acaban invitando a bailar a las chicas de las primeras filas y remachan una de esas noches que nunca querrías que se acabasen.