Nada mejor que una sesión de baile para borrar de un plumazo los fantasmas de la orgullosa vulgaridad, que saca pecho -altiva- de su propia ignorancia. ¡A bailar, que es facilito, hombre!: sólo hace falta dejarse llevar por los ritmos y ver cómo éstos nos conducen al máximo disfrute. Abrió, sorprendentemente, el norteamericano Mayer Hawthorne con su bien engrasada banda, un blanco en el reino sónico de la raza negra -el soul- contagiado por la música de grandes como Curtis Mayfield, Barry White, Isaac Hayes o Leroy Hutson, que logró mover a la multitud que casi llenaba el local con su indiscutible clase. Si canciones como «Maybe so, maybe no» no hacen que tus pies se muevan es que algo falla.

Pero la noche aún deparaba más sorpresas para los amantes del lado más hedonista del rock, ese que se ha ido alimentando de mucho de lo expuesto en Mánchester en los 80 y que evoluciona hacia un concepto mucho más afilado. En esos parámetros se mueven, junto a otras sensaciones (los madrileños «Laybouts», los vascos «Delorean» o «We Are Standard») los cántabros «Estereotypo». Cada uno con su propia personalidad, pero unidos por su pasión por danzas desaforadas y rock bien nutrido de guitarras. Ataviados como si fueran a entrar en un quirófano, el trío creció hasta conseguir inocular las ganas de fiesta a la mayoría de los presentes, destacando ese temazo que es «Fight for survival», toda una declaración de intenciones. Indie rock adictivo en su traslación a un directo con el que cerraron su gira de la forma más brillante posible. Atentos a ellos.