Oviedo, J. N.

Ya se habla abiertamente de Watergate climático e incluso se dice que estamos ante el mayor escándalo científico del siglo. El caso es que, como se dio a conocer la pasada semana, un hacker logró interceptar casi 3.000 correos electrónicos con documentos privados de la Unidad de Investigación del Clima (CRU) -perteneciente a la Universidad británica de East Anglia- uno de los grandes centros defensores de la teoría del calentamiento global causado por el hombre y muy vinculado al Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de la ONU (IPCC).

En esos correos, autores y destinatarios parecen formar parte de una gran mentira -con falsificaciones y ocultaciones de datos- para hacer verosímil la existencia de un cambio climático que en realidad no existiría más que en sus investigaciones tramposas.

La documentación privada de los ya llamados calentólogos revela, entre otras cosas, acuerdos para manipular datos, destrucción de pruebas y conspiraciones para evitar que los escépticos publiquen en revistas especializadas.

Inmediatamente después de saltar el escándalo, Lord Christopher Monckton, que fue destacado asesor de la ex primera ministra británica Margaret Thatcher, calificó de «criminales» a la cúpula climática vinculada al IPCC.

Según la documentación que se acaba de desvelar, los científicos ahora en cuestión serían autores de un fraude a escala planetaria, ya que se habrían manipulado registros de temperaturas para imponer el alarmismo.

Monckton considera que «los datos fueron modificados a fin de ocultar el descenso reciente de la temperatura» en el planeta porque, ha añadido, en los últimos 15 años no se ha producido un calentamiento global, sino más bien una bajada de la temperatura media. Esos «estafadores arrogantes», según sus palabras, «se han negado durante años a revelar sus datos y programas informáticos. Ahora sabemos por qué. Las tendencias sobre la temperatura mundial simplemente se han construido a medida», con el objetivo de «inflar artificialmente el calentamiento natural del siglo XX».

Todo ello demuestra, según Monckton, que «no son simplemente malos científicos, sino delincuentes que han cometido sus crímenes a costa de los contribuyentes británicos y de EE UU. Estoy enojado».

Incluso George Monbiot, uno de los portavoces más radicales del movimiento ecologista, considera que «parece haber pruebas de intentos de impedir que datos científicos fueran publicados e incluso de destruir material que era objeto de una petición según la ley de transparencia. Algunos de los correos sugieren esfuerzos para impedir la publicación de los trabajos de los escépticos».