Solamente unas líneas sobre Paco Arias de Velasco como breve prólogo a la disertación de hoy, cuyo argumento será una aproximación a la biografía del fundador de La Nueva España, de dos semanarios, «El Lunes» y «Carbón», y de una emisora, Radio Oviedo. Muchos ovetenses y asturianos no habrán oído su nombre porque durante decenios el silencio ha sido el injusto pago dado a una de las personalidades más relevantes del periodismo asturiano. Y, sin embargo, sin él ni yo podría escribir este breve trabajo en estas páginas, ni otros muchos periodistas y ciudadanos lo hubieran hecho durante estos cerca de setenta y cinco últimos años, ni millones de asturianos de varias generaciones hubieran sido sus lectores asiduos y, en consecuencia, no hubiera podido ser el periódico líder de la prensa regional sin interrupción en todo ese tiempo.

Los periodistas, y pienso que profesionales de otras actividades, solemos tener la tentación de creer que la historia comienza en el momento en que, en nuestro caso, nos situamos por primera vez tras una máquina de escribir, o de un ordenador ahora, para contar algo a quienes, ávidos, buscan cada mañana alguna noticia o un comentario que atraiga su curiosidad. Y, sin embargo, antes de que la informática cambiara la técnica de su producción, los periódicos ya vendían noticias a los lectores tecleadas sobre viejas máquinas de escribir e impresas mediante un sistema en el que el plomo era el medio material de una compleja técnica de composición. Yo inicié mis pasos en ese tiempo y escribí mis primeras líneas en 1962 bajo la tutela de Arias de Velasco, bien secundado por periodistas inolvidables como Juan Ramón Pérez Las Clotas, felizmente entre nosotros, y Luis Alberto Cepeda, a quien seguimos echando de menos.

Y, pese a esta falta de interés que con frecuencia hemos mostrado por nuestro pasado, en el inicio de este camino que nos ha traído felizmente hasta aquí a periodistas, políticos y lectores de La Nueva España está Paco Arias de Velasco, un ilustre periodista, audaz, independiente que, formado en los complicados tiempos de los años anteriores a la Guerra Civil, intentó en los siguientes ganarle al rígido corsé de la dictadura algunas parcelas para la libertad, riesgo que le produjo disgustos y sinsabores, pero que le rindió el gran beneficio de convertir a su periódico en el líder de la prensa regional. Ese permanente intento de mantener su independencia para ganar un puñado de libertad le costó, finalmente, la destitución sin consideración para su larga y brillante ejecutoria como director del diario que había fundado en tiempos muy difíciles para los españoles.

Paco Arias de Velasco no merece el silencio que rodeó su figura durante los últimos decenios, pero aún es tiempo de reparar tan flagrante olvido. Los periodistas que hemos escrito en su diario, los millones de asturianos que lo han leído y los cientos de políticos que se expresaron y se expresan a través de él se lo debemos.