Gijón, E. G.

-¿Se nos fue la mano «democrática» dando libertades en la escuela?

-No tengo ninguna nostalgia del autoritarismo. La democracia no es falta de autoridad, no es anarquía. Hay que buscar pactos de relación en las aulas, pero también en la calle y en las casas. Ahora bien, dicho esto hay que reconocer que hubo fallos en ese paso que hemos dado de un modelo docente autoritario a otro de participación.

-Y nos ha salido el estudiante cliente, que siempre tiene razón.

-El estudiante cliente es un disparate. Si en la clase no hay comunicación tampoco hay educación. Puede que haya transmisión más o menos eficaz de conocimientos, pero eso por sí solo no es educación.

-Pero la crisis de autoridad del profesor es un hecho.

-La convivencia es el gran factor para luchar contra esos problemas de autoridad. Hay que generar espacios de encuentro. Mire, las experiencias de intermediación de los propios estudiantes para solucionar conflictos están dando unos grandes resultados.

-Hace unos días se celebraron en Asturias las elecciones sindicales docentes. Todas las fuerzas coincidían en pedir una prórroga de la jubilación LOE. ¿Qué perspectivas hay?

-Este asunto hay que enmarcarlo dentro del debate general sobre jubilaciones. Voy a estudiar seriamente esta reivindicación.

-¿Eso es un sí?

-No. Lo que digo es que debemos analizar, en estos momentos económicos tan particulares, qué repercusión pueden tener estas medidas. Esto no es un elemento aislado y hay que analizarlo con solidaridad.

-¿Apostaría a que los chavales de hoy salen de la Secundaria sabiendo más de lo que sabía su generación?

-Es difícil comparar. No hay añoranza del pasado, se lo aseguro, entre otras cosas porque no me ha tocado un tiempo precisamente esplendoroso. Hace veinticinco años ¿cuántos teníamos conexión con otros países, como habitualmente tienen ahora? Los entornos educativos se han ampliado.

-En el actual contexto educativo español, ¿no es de muy valientes abordar la enseñanza obligatoria hasta los 18 años?

-Lo que tratamos es de prolongar la formación el mayor tiempo posible. En España el índice de escolarización entre los niños de 3 a 6 años es prácticamente del cien por ciento, pero no es una etapa escolar obligatoria. Para que algo ocurra no tiene por qué ser obligatorio, simplemente basta con que la población lo considere útil. La tendencia es a ampliar el marco; ya hay países en Europa con escolarización obligatoria hasta los 18, como es el caso de Portugal.

-Por cierto, con muy buenos resultados en el último informe PISA...

-Es verdad, lo que demuestra que hay que aprender de todos. El reto es crear condiciones para que la formación se mantenga el mayor tiempo posible. Mandar a un chaval a trabajar sin una buena formación es peligro futuro de ERE.

-Para eso está la Formación Profesional.

-Es una de nuestras prioridades. Vivimos una época en que los jóvenes actuales van a tener siete u ocho trabajos a lo largo de su vida laboral, eso ya ocurre en países de enorme desarrollo. Son necesarias las competencias transversales, y eso que yo llamo «aprender haciendo». El conocimiento nunca molesta.

-¿Es falso eso de que en España cuanta menos formación se tenga más fácil es encontrar un trabajo?

-Lo es. Lo que tenemos que conseguir es ofrecer una formación adecuada a las demandas sociales. Por ejemplo, tenemos pocos alumnos de grado medio en la FP. El problema no es que haya muchos universitarios en España, sino que hay pocos estudiantes de Formación Profesional. En todo caso, no conozco a nadie que diga que lo que ha aprendido le supone un estorbo, porque ya no hablamos sólo de cuestiones laborales, sino de desarrollo personal, de libertad, de capacidad de creación.

-¿Qué es lo que más le inquieta como ministro del panorama educativo español?

-Estudiamos para tener tres cosas: conocimientos, habilidades y valores. Y me inquieta como andamos de valores, y si logramos vincular esas competencias, que están muy bien, con esos valores, en los que yo creo profundamente. Me gustaría que todos entendiéramos que la escuela no es solamente un lugar para aprender cosas, sino un lugar para aprender a vivir.