«Comer una manzana no es más efectivo que la cafeína para mantenerse despierto», destaca el dietista y nutricionista Ramón de Cangas, contradiciendo las opiniones (muchas de ellas vertidas en la red) que apuntan que desayunar una pieza de esta fruta espabila más que tomar un café. «Es justo al revés», señala el especialista asturiano: «La cafeína, sin aportar kilocalorías, tiene unos efectos claros sobre el sistema nervioso y sobre nuestro metabolismo, con lo cual nos mantendrá más despiertos y atentos. Por su parte, la manzana aporta hidratos de carbono que nos permitirán disponer de niveles de glucosa estables en la sangre durante varias horas, lo mismo que harían una pera, unas ciruelas o un trozo de pan integral». Por lo tanto, recalca De Cangas, «no es adecuado comparar la cafeína, que podríamos considerar una sustancia ergogénica (generadora de fuerza), con la manzana». La misma opinión manifiesta la nutricionista y farmacéutica Nuria Suárez, que considera «una leyenda urbana» que ambos productos sean equiparables, siendo de características y propiedades completamente diferentes.

Y aunque no quepa comparación alguna entre ambas, una y otra merecen ser tenidas en cuenta. En el caso de la fruta, existe un refrán que habla por sí solo: «Una manzana al día da vida, salud y energía». Este dicho resume las características de una fruta que gusta a casi todo el mundo, es barata, atemporal y permite infinidad de combinaciones. En cuanto a sus cualidades, hay que decir que es fuente de vitaminas, minerales y fibra soluble. Además, es rica en agua e hidratos de carbono, principalmente fructosa, que aporta glucosa a las células. «Es un alimento de bajo índice glucémico; es decir, la elevación de los niveles de glucosa en sangre es gradual y no produce elevados picos de glucosa, con lo cual contribuye a mantener los niveles estables de glucosa hasta la siguiente comida y ayudará a evitar tener sensación de hambre y falta de energía», apunta Ramón de Cangas, al tiempo que resalta su bajo contenido calórico.

Propiedades muy distintas de las de la manzana las posee la cafeína. Esta sustancia está considerada la droga de consumo más popular en el mundo; aun así, ha sido reconocida como segura por la máxima institución alimentaria y farmacéutica de Estados Unidos: la Food and Drug Administration. Presente en el café, el té, el chocolate, las bebidas de cola y hasta en algunos medicamentos, es un alcaloide del grupo de las xantinas. Su rasgo más llamativo es el de ejercer una acción estimulante sobre el sistema nervioso central, de ahí que reduzca la sensación de sueño y retrase la de cansancio.

Un café aporta entre 80 miligramos y 125 gramos de cafeína, cantidad que tarda unos 45 minutos en ser absorbida. Por la mañana, la cafeína ayuda a despertar, pero también a mantener la atención en el trabajo, es decir, «puede mejorar el rendimiento, puesto que parece que ayuda a mejorar la velocidad de reacción, la atención y la fuerza», comenta De Cangas.

Pero si como estimulante ayuda al organismo a permanecer despierto, antes de acostarse puede retrasar la aparición del sueño, reducir su profundidad o acortar el tiempo del descanso. Otros de sus aspectos negativos, sobre todo en dosis altas, son dolores de cabeza, nerviosismo o diarreas, efectos muy lejanos de los de la sana y saludable manzana. Ya lo dice el refrán inglés: «An apple a day keeps the doctor away» («una manzana al día aleja al doctor»).