Oviedo, Javier NEIRA

Mañana, jueves, se cumplen veinte años de la primera presentación ante el público de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA). Un cumpleaños con concierto, claro, y por triplicado, que ayer anunció, al tiempo que repasaba lo ocurrido en estas dos décadas, el maestro Max Valdés, alma de la formación musical, ahora en Puerto Rico, que una vez más estará al frente de la formación asturiana.

Valdés compareció en el Auditorio de Oviedo, en rueda de prensa, acompañado de Ana Mateo, gerente de la orquesta. Los conciertos, gratuitos, se celebrarán mañana en el Auditorio de Oviedo, a las ocho de la tarde; el viernes, en la Casa de Cultura de Avilés, a las ocho y cuarto, y el sábado, en el teatro de la Laboral de Gijón, a las ocho. El programa, común para las tres citas, incluye «De la eternidad concéntrica», del compositor López Estelche, pieza ganadora del Concurso de composición OSPA XX Aniversario; la «Suite número 2. Sombrero de tres picos» de Falla, y la «Primera sinfonía» de Brahms.

Valdés recordó su llegada a Oviedo «desde Bilbao; me recibió en el Reconquista Dolores Osset. Era invierno. Me citaron para el día siguiente en el Conservatorio. Había mucha niebla, apenas se veía, estaba medio perdido cuando vi a una chica con un chelo, la seguí y me encontré con siete chicos punk delante del Conservatorio, sentados en el suelo, al lado de la Catedral, lo más antiguo de Oviedo y de Europa».

En los ensayos se hablaba en inglés, «ya que pocos músicos sabían español. Vi calidad y potencialidad. Y también incertidumbre y sensación de susto por el futuro, ya que se habían sucedido varios directores y gerentes. En ese tiempo la gerente era Inmaculada Quintanal y el director, Jesse Levine». Max Valdés regresó en varias ocasiones hasta que la consejera de Cultura Amelia Valcárcel le invitó a incorporarse definitivamente. «Había estado nueve años en EE UU y sabía de la dificultad de ser titular sin residir en la misma ciudad, así que me instalé en Oviedo, en una casa del Campo de los Patos donde había unas juergas tremendas. Me atrajo preparar un repertorio con la orquesta, pocos directores lo pueden hacer. Empezamos con Beethoven y Brahms y una plantilla limitada. Se incorporaron los músicos rusos, ya que la mayoría no había llegado aún, y de otros países. Hicimos audiciones memorables contando con gente muy joven».

Valdés citó a varios integrantes de la orquesta y comentó que «éramos un poco como una familia. Nos veíamos constantemente. Se fueron casando y teniendo hijos. Ni en los momentos difíciles dejó de mantenerse muy viva la ilusión por la música, algo que no es frecuente. Nuestra primera salida fue a Madrid, a tocar unos valses de Strauss. Después, el "Réquiem" de Brahms, nada menos. Hicimos grabaciones con Naxos que nos dieron a conocer en todo el mundo. Otra salida a Chile, mi país, con motivo de una cumbre hispanoamericana a la que asistió su Majestad el Rey. Tocamos en el Teatro Municipal y en la Catedral de Santiago. Y luego, México. Y después, China. La OSPA es una institución irreemplazable en la vida cultural asturiana y española. Hay que protegerla. Me considero muy afortunado por haberla dirigido durante 16 años».

Valdés comentó, finalmente, que «actualmente hay que hacer música en un mundo muy competitivo. Ser especial se nota y llama la atención. Tocamos un tipo de repertorio extraordinariamente bien. La OSPA es territorial, cubre la red de ciudades y pueblos asturianos, pero es también nacional e internacional. Como embajadora, una orquesta representa a una región y a una nación mejor que cualquier otra institución».