Oviedo, Pablo ÁLVAREZ

-Sólo poder rascarme la cara o el pelo, cosas de éstas normales que todo el mundo ni mira, para mí son un mundo.

Ángel Alcón Ramos, el gijonés de 43 años que el pasado día 1 fue sometido a un trasplante de la mano y el antebrazo izquierdos, abandonó ayer el Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) henchido de satisfacción, gratitud y afán de superación. Con su nuevo miembro sólidamente vendado, y flanqueado por su familia, el soldador que hace cuatro años perdió sus dos brazos al tocar un cable de alta tensión expresó ante los medios de comunicación lo que desde hace dos semanas lleva muy dentro de sí: «Quiero dar las gracias eternamente y de corazón a la familia del donante, a quienes no conozco, y a estos profesionales, desde los cirujanos hasta las enfermeras de planta, que han conseguido hacer un milagro para mí», explicó refiriéndose al equipo médico liderado por el cirujano plástico Daniel Camporro, quien lo acompañó en la comparecencia junto con su colega Ángel Fueyo y el director médico del HUCA, Francisco Javier Vadillo.

Frente a un buen puñado de fotógrafos y cámaras de televisión, Ángel Alcón se mostró muy entero. Allí estaban su esposa Sandra -quien mientras pudo permaneció en un segundo plano-, su hermano Valentín, y la hermana y los padres de Sandra. A algunos de ellos se les saltaron las lágrimas. «También quiero agradecer a mi familia su apoyo incondicional», agregó el paciente, antiguo trabajador de la central térmica de Lada (Langreo), donde sufrió el fatal accidente. En sus palabras tuvo un recuerdo «para mis padres, a quienes perdí hace poco». Y un llamamiento «a que todo el mundo se haga donante».

Ángel Alcón conocía de antemano las dificultades que entrañaba un trasplante. Ayer mismo, el doctor Camporro incidió en el largo camino de rehabilitación, fisioterapia y controles varios (particularmente los dirigidos a evitar el rechazo del nuevo miembro) que le quedan por delante. Recobrar la sensibilidad y pequeños movimientos de la mano requerirá «entre diez y doce meses», indicó el cirujano. El gijonés sabía dónde se metía, pero pudo más su deseo de «tener algo de movilidad». Por eso «lo meditamos muy bien y decidimos hacerlo». No se arrepiente: «Ya conseguí lo más difícil; ahora es cuestión de voluntad». El mayor impacto se produjo cuando pudo contemplar su nuevo miembro: «Quedé alucinado. Por fin tengo ya una mano. Fue impresionante».

El trasplante de mano y antebrazo de Ángel Alcón ha sido el cuarto que se lleva a cabo en España. Los tres anteriores habían sido efectuados por el cirujano Pedro Cavadas, en Valencia. Francisco Javier Vadillo, director médico del HUCA, subrayó que el paciente gijonés «ha abierto las esperanzas a otras muchas personas que han visto que los sueños se hacen realidad».

Con el sueño hecho realidad, el soldador gijonés abandonó el salón de actos del HUCA camino de su casa. Su mujer rehuía cualquier protagonismo, pero si había que decir algo optaba por una especie de estribillo muy sincero: «Mil gracias a la familia del donante».