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Nacho Vegas: "Las canciones son siempre más un acto de resistencia que una acción directa"

"Los músicos tenemos que ser conscientes de la comunidad, de que no somos alguien especial tocado por la mano de Dios para expresar cosas que nadie más sabrá expresar"

Nacho Vegas, en Gijón, en una fotografía promocional de su nuevo disco. Juan Pérez-Fajardo

El 8 de abril sale a la venta "Resituación" (Marxophone), nuevo trabajo del asturiano Nacho Vegas (Gijón, 1974) en el que aparca casi por completo el tono confesional y ensaya con más intensidad que nunca lo que podría ser su nuevo modelo de canción protesta.

-Y mucho Gijón. Es como un disco de aquí, del barrio, ¿no?

-Me he dado cuenta de que las canciones pertenecen al momento y al lugar donde las haces. Es cierto que desde el primer disco, que tiene mucho de Gijón, a los siguientes, en que paraba ya mucho por Madrid, cambia el paisaje de fondo. Yo siempre he vivido aquí y los últimos años he pasado más tiempo en Gijón. Y sí creo que está más presente el barrio, que es algo que se diluyó mucho en los noventa y que con el 15-M parece que se está volviendo a cohesionar.

-Desde lo local, pero con un mensaje político global.

-Siempre creí que ése es el camino, de lo particular a lo universal. Una anécdota: sé por una amiga que en el segundo disco de "La Oreja de Van Gogh" había una canción que tuvo un éxito brutal, "La playa". Pues resulta que ellos en principio la llamaban "La playa de la Concha", y fueron los jefes de Sony los que los convencieron para cambiarlo porque decían que era muy localista. Seguro que si llega a caer en sus manos el "Nebraska" de Springsteen se lo hubieran echado abajo. En mi caso, no necesitas conocer las referencias que utilizo, sólo es el punto de partida hacia otro lado. "La vida manca", por ejemplo, aunque es un recorrido por Gijón, la acabé en El Puerto de Santamaría en un viaje de quince días en que me llevé el ukelele para componer y algo se cuela también de algún sitio de El Puerto de Santa María, así que es como una ciudad mezcla.

-¿Éste es un disco de tesis a la manera en que con Fundación Robo se planteó un posicionamiento político con la música popular?

-No, no fue tan premeditado. No es algo que pienses antes de ponerte a escribir, pero el disco anterior, "La zona sucia", tenía un tono muy confesional, en primera persona, y quería irme a otras perspectivas en el siguiente. Quería que éste fuera un disco de personajes, de hablar a través de terceras personas. Eso me dio pie a no centrarme sólo en las relaciones íntimas, sino también en las relaciones sociales, de forma que todo lo que está pasando se cuela en las canciones. Al principio, con "Luz de agosto en Gijón" o la canción de Adolfo ("Adolfo Suicide") no estaba tan convencido de que fuera a haber una idea muy clara en todo el disco. Pero, obviamente, todo este tiempo con Fundación Robo me sirvió para reflexionar un poco sobre el papel de la música cuando están sucediendo cosas a tu alrededor. Y no puedes obviarlas o sientes un poco el deber moral de no hacerlo, de no abstraerte.

-¿La música como un arma para cambiar el mundo?

-Las canciones son siempre más un acto de resistencia que una acción directa. La música popular no es punta de lanza de nada, es reflejo de las cosas que pasan. La música se hace eco de lo que sucede a tu alrededor, pero no creo que haya una función. Curiosamente, cuando surgió el 15-M en España sucedió al revés que en otros países, como el Occupy Wall Street, que se llenó de músicos al momento. Aquí veníamos de una especie de letargo y todo el movimiento influyó, y mucho, en la comunidad musical, pero no al revés. La música no está llamada a realizar un cambio social, pero es parte de él.

-Pero una cosa es la temática social y otra la canción himno como "Runrún". Y hay más.

-Pero son expresión de un sentimiento que yo veía alrededor, la sensación de que el miedo está cambiando de bando. Lo vemos en los movimientos sociales, en los CSOA, en temas políticos y culturales. Hace unos años estábamos demasiado hundidos en otro tipo de principios vitales, muy individualistas, con poca ilusión. Ese tipo de canciones himno siempre me gustó mucho, todo el tema "folkways", Pete Seeger... Me gusta la canción protesta que a la vez es una canción de celebración, y de celebración de la vida en común. A lo mejor hace cinco años me hubiera resultado más difícil hacer estas canciones. De hecho, en "El manifiesto desastre" está la de "Un desastre manifiesto", a la que quería dar esa estructura, pero me salió un himno muy oscuro. Los tiempos te influyen mucho a la hora de escribir.

-Aquí hay un tono luminoso, utópico, como de haber logrado un cambio más que de exigirlo.

-Eso me han dicho. Supongo que también tiene que ver que siempre se me acusó de ser demasiado pesimista. Y luego está esa cosa endémica que tenemos en Asturias de verlo todo muy negro. En ese sentido, sí vi de forma muy clara un cambio de actitud entre la gente de tres años a esta parte. Hay gente que te pregunta qué quedó de todo el 15-M. Yo soy más optimista, pero me preocupa serlo en exceso, porque no creo se haya superado ninguna lucha. Pero la sensación esta de que el miedo está cambiando de lado es un paso muy importante. Las dos armas para desmovilizar a la gente son el miedo y el individualismo, que todo empieza y acaba en ti. Y cuando empieza a haber conciencia de que en común se puede plantar cara, las cosas pueden empezar a cambiar.

-¿También sucede en el mundo de la música?

-La música siempre tendría que ser algo relacionado con la comunidad, pero también en la música popular que forma parte del mercado, en el pop y el rock, se incide mucho en el culto a la personalidad, en la autoría. Y parece que la música pierde protagonismo en favor de los nombres propios y todo el circo que se forma alrededor. Los que hacemos música tenemos que tener una conciencia de la esencia de la música popular. Tengo suerte de formar parte de una generación que no tuvo nunca demasiado éxito, porque por lo general con el dinero y la fama los artistas dejan de tener interés. Por eso he dicho alguna vez eso de que la industria musical se viniera abajo, me refiero a esa parte de la industria que hizo tanto daño a la música, claro.

-Está bien, pero es un oficio de escenario, de mucho ego de forma casi inevitable.

-Es que es casi el dilema político de la izquierda, de cómo conjugar la lucha colectiva con la libertad individual. Es cierto que la música es también ego, expresión de sentimientos íntimos, pero no hay que olvidarse de que formas parte de una comunidad, de que no eres alguien especial tocado por la mano de Dios que está expresando unas cosas que nadie más sabrá expresar. Pero, sí, es difícil lidiar con eso. De todas formas, lejos de la cultura anglosajona, en escenas como la de la cumbia o el reguetón más popular, donde no importan tanto cosas como la autoría, se puede ver otra forma de entender la música, otra manera de compartirla y vehicularla.

-Llama la atención "Adolfo Suicide", tan diferente en el conjunto, como una isla.

-Fue la última que incorporé. Grabé catorce canciones y dejé fuera tres. Una, "Reality", saldrá como cara B del single de "Actores poco memorables" que sacaremos en vinilo para el Record Store Day (19 de abril). Hay otras dos que pensaba que eran canciones importantes para el disco, pero se quedaron fuera y las reservo para el EP. La de Adolfo (el pintor Adolfo P. Suárez) podía haberse quedado fuera, pero siendo éste un disco de personajes me parecía que tenía sentido que apareciera una voz distinta. En ese sentido, la canción, dentro del disco, es un poco como el propio Adolfo, que cuando estás con él siempre da la nota.

-¿Gira?

-Empezamos en mayo con unas cuantas presentaciones. En verano no tocaremos demasiado.

-¿Veremos a Nacho Vegas actuando en algún mitin de Podemos?

-Pues me lo han pedido y no es que me apetezca tanto apoyarlos como que no me apetece dejar de hacerlo. Porque creo que es la primera vez que se monta algo parecido a un partido que está subordinado a los movimientos sociales. Y no al revés, como siempre querían los partidos de izquierda. Parece que puede ir en ese sentido. A ver en qué para.

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