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Un veterano capitán obligado a innovar

Manuel Matallanas, médico próximo a la jubilación con experiencia en gestión, tiene el reto de asentar en ocho meses el nuevo HUCA, un foco de problemas de solución compleja

Jaime Rabanal, izquierda, y Manuel Matallanas, el pasado jueves. NACHO OREJAS

"Es imposible gestionar un hospital desde el ordeno y mando". Esta frase, pronunciada el pasado viernes por Manuel Matallanas, nuevo gerente del área sanitaria IV, en su primer acto hospitalario como tal y ante los medios de comunicación, ilumina algunos aspectos del sorprendente y, en palabras del consejero de Sanidad, Faustino Blanco, "modélico" relevo en la cúpula sanitaria de la zona de Oviedo y del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA), hospital cabecera de la región.

Jaime Rabanal, economista, consejero de Hacienda en buena parte de los gobiernos de Vicente Álvarez Areces, exgerente de Gispasa -la empresa creada por el Principado para gestionar el centro sanitario- y hasta ese día gerente del área IV, se despedía con elegancia, compareciendo junto a su sucesor, el médico Manuel Matallanas. El cambio parece haber sido recibido por la mayoría de la plantilla como un alivio, sobre todo cuando se conoció que llevaba aparejada la dimisión de Antonio Álvarez como director de asistencia sanitaria y la probable salida de María Jesús García de la dirección de gestión.

Tal vez había cundido la sensación de que este equipo directivo no daba para más. Sin embargo, los interrogantes que ahora se abren son de calado. ¿Hay que considerar al doctor Matallanas como el remedio de todos los males que aquejan al HUCA? ¿De qué gestores piensa rodearse? Siendo un profesional próximo a la jubilación, y pese a su dilatada experiencia, ¿será capaz de hallar fórmulas novedosas? ¿Tendrá más libertad de movimientos que su antecesor? Porque, no lo olvidemos, errores pueden haberse cometido muchos, pero buena parte de las soluciones más directas pasarían por aumentar el gasto en sanidad. Y no consta que los euros vayan a multiplicarse a corto plazo.

Algo más de tres meses después del complejo y polémico traslado del Hospital, de los viejos edificios del Cristo al nuevo de La Cadellada, son numerosos los problemas que hay sobre la mesa, entre ellos y quizá los más importantes, las dificultades para responder de forma correcta a la atención sanitaria y el hartazgo de los profesionales ante un cúmulo de dificultades que nadie con autoridad parece ser capaz de interiorizar y de resolver. La Consejería de Sanidad que lidera Blanco, una trituradora de cargos de gestores, ha optado por dar un nuevo impulso al proyecto. ¿Impulso orientado o simple patada hacia adelante? Otra pregunta que el tiempo responderá.

En la trastienda del relevo, según fuentes consultadas por LA NUEVA ESPAÑA, hay muchas causas que han llevado a esta situación: una gestión demasiado ideologizada y, por tanto, anacrónica; un equipo directivo compuesto por amigos o afines, más dogmático que dialogante, y una prepotencia que, en ocasiones, iba acompañada de violencia verbal y, en otras, de una frase que muchos médicos del HUCA, sobre todo los jefes de servicio, escuchaban sin cesar ante cualquier solicitud. "No hay dinero".

En este contexto, las mismas fuentes señalan que el gran error de Jaime Rabanal, economista de profesión y, por lógica, desconocedor de los más íntimos mecanismos del funcionamiento de un hospital, fue rodearse de un equipo marcado por la proximidad política en el que el único cuerpo extraño era Miguel Rodríguez, director médico del HUCA. "Ha sido el único en estos tres meses que ha dado la cara y que trataba de ayudar", señalan varias fuentes.

A medida que las dificultades aumentaban, la química entre el Servicio de Salud del Principado (Sespa), que dirige Tácito Suárez tras la destitución de Celia Gómez, y Jaime Rabanal desapareció. Y durante un tiempo incluso se evidenciaron tensiones en el seno del propio equipo directivo del centro sanitario. Estas desavenencias -"había mucha incoherencia entre todos ellos y, sobre todo, no resolvían", señalan- fueron desmentidas el pasado viernes por Faustino Blanco, quien atribuyó los cambios a la necesidad de renovar equipos para abordar esta nueva etapa.

Son conocidos los problemas que vivió el nuevo HUCA en sus primeros tres meses de vida: el deficiente funcionamiento del sistema informático -no debe olvidarse que el programa Millennium costó 17 millones de euros- en un hospital sin papeles; su repercusión en la asistencia a pacientes y familiares; el aumento de las listas de espera, tanto quirúrgicas como diagnósticas; la disminución de plantillas en algunos de los servicios más castigados, y los pequeños problemas cotidianos que añaden irritación y enfado a los trabajadores, alrededor de cinco mil trescientos.

En todo este tiempo, pese a los requerimientos y solicitudes, los jefes de servicio echaron en falta que se contara con su opinión para analizar el modo de abordar todos estos asuntos. "Nos sentimos como un barco a la deriva sin capitán, o mejor con un capitán encerrado en el despacho y que deja sola a su tripulación". En este símil coinciden dos de los facultativos con los que ha hablado este periódico.

A esto debe añadirse la duplicidad que existe en el funcionamiento diario entre el Hospital y Gispasa, sobre todo en lo que afecta al presupuesto. Cuando se trata de gastos, ambos se pasan la pelota.

Al otro lado de los equipos directivos se sitúan los trabajadores y los sindicatos. Médicos y enfermería han sido un puntal fundamental en la puesta en marcha del HUCA, sobre todo en estos primeros meses de funcionamiento, en los que han tenido que hacer frente a su tarea asistencial y a las añadidas dificultades informáticas. Pero la, en ocasiones, caótica situación vivida les ha irritado considerablemente. No debe olvidarse que el colectivo médico del HUCA fue decisivo en las huelgas de los últimos años, que está enfadado por la supresión de las horas extraordinarias ("peonadas"), que en algunos servicios se vive una situación próxima a la rebeldía y que, en otros, cuesta hacer cumplir el horario de mañana (8 a 3 de la tarde).

Manuel Matallanas dispone, en principio y hasta las próximas elecciones autonómicas de mayo de 2015, de ocho meses para encauzar tanto conflicto. A su favor cuenta que la crisis parece haber tocado fondo, así como su conocimiento del hospital, su experiencia en gestión y el haber liderado el traslado. Los que le conocen dicen que, además, le une al centro -todos los médicos consultados por este diario han coincidido en subrayar que es el mejor hospital de España en infraestructura y dotación-, una ligazón emocional hacia un proyecto en el que cree.

"Ha sido un relevo inteligente. Había un descontento general con la actual gerencia. Por mucho esfuerzo que se ponga, un traslado de hospital nunca es perfecto y ha habido muchos problemas", afirma Luis Olay, presidente de la Asociación de Facultativos del Hospital y jefe de oncología radioterápica del HUCA. En su opinión, la gerencia de Jaime Rabanal merece un aprobado raspado: "No fue excelente, pero tampoco fue mala, tenía una misión muy compleja". "Matallanas es una cara nueva, aunque ya sea conocido, conoce todos los servicios y todos le conocen a él. Ahora mismo tener un médico con una trayectoria y experiencia en gestión que sabe bajar al ruedo y conoce bien los entresijos es bueno para tratar de asentar el hospital", añade.

El doctor Olay sostiene que urge que las gerencias se sienten con los médicos "casi servicio a servicio", así como depurar algunos aspectos del programa informático. "Al final, lo han mejorado los médicos, era un programa que estaba muy verde para trabajar en un hospital, pero lo hemos ido cambiando, aunque queda mucho más".

Como muchos otros facultativos, Luis Olay cree que el potencial del nuevo HUCA es "brutal". "Por eso es fundamental involucrar a los médicos y a todo el personal en el proyecto haciéndoles más partícipes día a día", apostilla.

Hay páginas de la partitura que parecen claras, pero no conviene engañarse: el HUCA es un transatlántico muy difícil de capitanear. Su plantilla, muy cualificada en algunos sectores, está altamente envejecida y muy poco renovada a causa de la crisis y de otros factores. Asimismo, no faltan profesionales que se muestran renuentes a cualquier tipo de colaboración y que nunca parecen satisfechos con nada que se les plantee. Existen síntomas de desmotivación que corren el riesgo de contagiarse como un virus?

Hay mucho trabajo por delante. En el cambio de gerente, las autoridades sanitarias han apostado por un valor seguro. Manuel Matallanas garantiza conocimiento, habilidad, capacidad de fajarse en el ruedo con argumentos? Pero el HUCA quiere ser un hospital de vanguardia y la sanidad pública está necesitada de fórmulas novedosas de gestión, de caras nuevas. Para "número dos" de Matallanas suena Paz Villaverde, quien fuera su inmediata colaboradora durante años en la Dirección Territorial del Insalud. Lo mismo: conocimientos, profesionalidad, ilusión con un proyecto que conoce al dedillo, pero?

Pero lo cierto es que, después de tantos cambios, la presente legislatura sanitaria seguramente concluirá a mediados del año que viene con una cúpula de gestores prácticamente calcada a la de mediados de los años 90 del siglo pasado, cuando José María Aznar ganó las primeras elecciones generales. Las mismas caras, mayores dificultades y menos recursos económicos. Se impone, pues, la imaginación, el hacer más con menos. ¿Serán éstos los mimbres adecuados para un cometido en el que la calidad de la sanidad pública asturiana se juega su futuro?

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