Asturias cuenta con 52 cuevas que contienen arte rupestre. De ellas están abiertas ocho, aunque solo cinco durante todo el año. Hay otras tres que se encuentran en periodo de homologación científica, pero ya cerca de ser incluidas en el catálogo y pasar automaticamente a ser Bien de Interés Cultural (BIC). Son dos del concejo de Onís y una en Candamo. Siguen apareciendo, y más que aparecerán.
Los Ayuntamientos presionan para que se abran cuevas. Cada año entran en ellas unos 30.000 visitantes. Son un reclamo turístico pero los intereses locales chocan contra los criterios científicos. Patrimonio reduce la presión municipal y a veces ciudadana a cinco cuevas: Llonín y Coimbre en Peñamellera Alta; Covaciella y El Bosque, en Cabrales, y Les Pedroses, en Ribadesella.
Asturias tiene auténticas joyas que casi nadie conoce. O porque están en estudio, o porque las condiciones de la propia cueva desaconsejan las visitas y el patrimonio rupestre podría verse afectado con la política de puertas abiertas. En algún caso se dan las tres circunstancias.
El Principado no descarta iniciar un programa de visitas muy restringidas a esas cuevas cerradas al gran público. Muy pocas citas al año, con una lista limitada de personas y rigurosa lista de espera. "Desde un punto de vista científico yo lo asumiría, y desde la Dirección General de Patrimonio lo firmaría", asegura Rodríguez Asensio, quien recuerda una iniciativa parecida hace unos siete años. En todo caso se seleccionarían cuevas susceptibles de visitas para personas altamente interesadas. Llonín, por ejemplo. ¿Covaciella? Casi imposible.
La cueva cabraliega de El Bosque es espectacular. Tiene más de 30 figuras de cápridos y está sin explorar del todo. En el suelo sigue habiendo restos de pigmentos ocres y negros. Prohibido pisar. O lo que es lo mismo: prohibido pasar.
