Salió Joan Baez con la naturalidad que da eso de haber estado en primera línea de la revolución sesentera. Voz, que siempre la tuvo estupendamente modulada, y guitarra para comenzar un viaje por la música popular desde medio siglo atrás. Ya se llevó antes de iniciar el recital el aplauso de la Laboral de Gijón, a cuyo teatro llegó ayer la cantante con su gira europea. Es lo que tiene caminar por la escena con el respaldo de la historia: respeto absoluto de los presentes por alguien que fue y es parte activa de la música popular.

Y eso lo maneja la cantante a las mil maravillas en cuanto a selección de repertorio y conexión con el público. No tardó en hacer guiños a Asturias, a Gijón (preguntón si era "Gijón o Xixón"), a España y, cómo no, también para traducir, papel en mano y leyendo, el mensaje de algunas canciones al castellano.

Al poco ironizó, con su magnífica calma escénica, sobre la banda, a la que presentó como "mi big band" (eran dos). Entre esas conversaciones con el público, sus mensajes solidarios y poéticos, cayó de principio a fin todo un serial de perlas históricas de la música popular. Así hizo guiños a Steve Earle o a Dylan o temas sin firma, temas tradicionales que todo el mundo tiene en los tarareos de su cabeza. De Dylan no tardó en salir al aire la impresionante y bella "It's all over now, baby blue". Una canción cargada de historia para ambos que, por cierto, ya sonó en Gijón en versión de otro grande, Van Morrison. Con Baez se mantiene la emoción dylaniana. Pero también suena la "Casa del sol naciente", tantas veces cantada en decenas de adaptaciones, aunque todo el mundo reconoce mejor en versión "Animals" o Eric Burdon, que es un todo. Joan Baez le da a todos esos éxitos del pasado ese brillo que transmite su voz alta. Pero lo mismo que circula por el mundo popular anglosajón lo hace por el latino cuando, ya en el tramo final, sacó a la palestra "Gracias a la vida" (de la que presentó una simpática versión alternativa: "Gracias a las galletas, gracias a la fruta, gracias a la leche...") y, en la primera parte del concierto "La Llorona". El primer enlace en castellano, no obstante, lo hizo muy al principio al entonar aquello de "Tres heridas". Y, claro, hay himnos impepinables que valen para excursión, misa o concierto progresista, al gusto del espectador. Ahí se asientan "Imagine", que incluso cantó en formato de karaoke, "soplándole" al público la estrofa que venía. Eso fue ya en los bises, pero por el camino ya habían llegado diversos brindis a diferentes culturas: además de las ya citadas latinas y anglosajonas hay que sumar "Donna, Donna", que coreó el público (fue la más coreada junto al recitado/cantado con palmas de "A galopar"); homenajes al country (incluso se pegó un baile con su multiinstrumentista) y, en fin, todo un recorrido por diferentes hitos de la música popular.

Fue un concierto de los de antes, con Joan Baez al frente, la compañía de su "armada" en escena (luego se sumó una estupenda voz femenina de apoyo), tan sencilla como eficaz, virtuosa en ocasiones y perfectamente acoplada al espíritu de la cantante, y con las emociones lógicas que despierta tener un mito de cerca y cercano.

Porque Joan Baez, a la que alguien del público le gritó cariñosamente "¡Juana!", es como una pariente cercana, la favorita de todos los que ayer poblaban las butacas sin un solo vacío del teatro. Fue todo un homenaje al buen gusto, y, sobre todo, a la fuerza de la serenidad de esta mujer que peina canas, que tiene 74 años, y a la que le sobran energía y buenos mensajes, además de regalar el mejor "recopilatorio" de la música popular que se puede escuchar en vivo. Efectivamente, Baez aguanta el paso del tiempo.