Esther Duflo destacó ayer en la Facultad de Económicas de Oviedo que las investigaciones del laboratorio que dirige han derribado dos falsos mitos muy arraigados en las clases dirigentes: que "dar cosas es tirar el dinero" y que "la gente siempre tiene que pagar algo para valorarlo".

Con respecto al primer falso mito, Duflo se refirió a las campañas de vacunación. Destacó que más de 25 millones de niños no reciben vacunas. En países como India, los centros donde se dispensan no tienen horarios fijos y su personal tiene una alta tasa de absentismo. Los investigadores pusieron en marcha una campaña en el campo en la que ofrecían gratis vacunas y, además, lentejas. En esas zonas la vacunación aumentó de forma notable pero los costes no se elevaron, pese al regalo, porque el servicio ambulante costaba menos que el puesto fijo con personal.

El otro mito derribado según Duflo es que "la gente siempre tiene que pagar algo para valorarlo". En este caso se refirió a la lucha contra la malaria con el reparto gratuito en muchos países de mosquiteras impregnadas de insecticidas, cuyo uso se ha mostrado efectivo porque las familias las usan a pesar de que no pagan por adquirirlas.

Además de derribar "falsos mitos", los estudios de Duflo y su equipo han tratado de dar respuesta a preguntas como "¿por qué los niños pobres no aprenden en la escuela?. Duflo destacó el éxito de muchos programas para lograr que los niños de los países menos desarrollados acudan a los colegios, pero subrayó que lo importante es que aprendan en ellos "y eso no se está consiguiendo porque no se está enseñando a un nivel asequible, es una sistema educativo para las elites, para los mejores de la clase", destacó la investigadora, que con sus colaboradores comprobó que con campamentos de verano impartidos por profesores voluntarios muchos niños lograban más avances que durante todo el curso.

La catedrática francesa también abordó durante su conferencia "la exclusión financiera" de los pobres. "A principios de la pasada década se pensaba que los microcréditos lo resolverían todo, pero después empezaron a verse como usura, una forma de sacar el dinero a los pobres. En diez años se pasó del entusiasmo al odio con los microcréditos", apuntó Duflo, que añadió que los estudios de campo señalan que los microcréditos apenas han contribuido a aumentar el consumo en los países pobres porque las personas que pueden tener acceso a ellos apenas los destinan a montar negocios. "No estoy en contra de los microcréditos, lo que se necesita es que se dirijan a las personas que los van a necesitar", afirmó la investigadora, que recibió un fuerte aplauso de los estudiantes de Económicas y firmó varios ejemplares de su libro "Repensar la pobreza".