Lang Lang fatigó las siete octavas del piano y, en paralelo, encendió los corazones de los 2.040 espectadores que llenaron la sala. Velada para la historia del Auditorio de Oviedo con un temporal infernal en la calle y un ambiente que ardía en el interior.

El pianista más mediático del mundo -y ya que el público es soberano, el mejor- se presentó ante un respetable dividido en tres grupos: los incondicionales, los entendidos y templados y los poco habituales en los conciertos pero que siguen la estela de la fama. El resultado -ya que la recepción en una obra de arte moderna manda incluso sobre la ejecución- fue una noche desinhibida que cabalgó un músico especialmente espontáneo, sumando factores superlativos.

La gira española, con conciertos en Barcelona, Valencia y Madrid, no dejó a Oviedo huérfano de espectadores foráneos ya que en el coliseo carbayón se vieron rostros muy conocidos, llegados ex profeso, como el periodista Pedro Piqueras. Las mejores sinergias volvieron a funcionar. Cola para entrar, tensión positiva en la espera y cinco minutos de retraso en el inicio sin duda para acomodar al aluvión de aficionados de una nueva función de las Jornadas de Piano "Luis G. Iberni" que patrocina LA NUEVA ESPAÑA. En el palco presidencial, el alcalde de Oviedo Wenceslao López.

El genio oriental salió al escenario saludando con extrema cortesía en todas las direcciones de la rosa de los vientos ya que se había abierto una sala a espaldas de las tablas, dada la presión del respetable por hacerse con entradas. Saludó torero, citando con los dos brazos en alto.

Y se puso al teclado para interpretar las "Estaciones" de Chaikovski que en realidad corresponden a los doce meses del año. No es lo mejor del compositor y aún así Lang Lang se metió en sus coordenadas y allí sonaron ecos de todos los perfumes del genio ruso. Excelente el primer número "Enero: en el hogar" expositivo y sentido. La conocidísima barcarola que corresponde a junio llenó de sentimientos el alma de la concurrencia, ya entregada, y ganó por la mano a todos la troika -enlaza con noviembre- pieza obligada para las propinas de Rachmaninov como ocurrió en Oviedo, en la Sociedad Filarmónica, allá por los años treinta del pasado siglo. Schumann asoma por todas las esquinas de las "Estaciones", en todo caso Lang Lang superó los elementos banales de la obra con su valentía y personalidad que le permiten tocar como quiere. Es tan bueno, sabe que todo el mundo opina eso mismo así que hace lo que le parece y el resultado, lleno de libertad, mejora las altas expectativas, refuerza el mito y el círculo virtuoso llega a los cielos. Breve ovación porque el propio pianista la cortó para seguir con el "Concierto italiano", de Bach que interpretó casi jugando y quizá más alemán en sus manos de lo que hubiese deseado el compositor. Excelente al cubo. Minuto y medio de aplausos.

Tras el descanso vino lo mejor: cuatro scherzos de Chopin. Piano de altísimo nivel atacado con una gestualidad teatral y unas sonoridades contenidas. Menuda lección. Qué derroche de seriedad.

El primero de la serie arrancó aplausos sin ningún freno. En el segundo, tan conocido, se exhibió sin límites y se oyeron bravos y más bravos. A la tercera entrega, el piano dio de si todo lo que tenía dentro en apenas unos compases. El remate, el cuarto, de la noche, magnífico. El pico de la gripe se dejó sentir entre espasmos y toses. La escasa prudencia se tradujo en flases de fotos y vídeos. Alguno salió y entró en medio de la ejecución de una obra.

Lang Lang, sentado al borde de la banqueta y con unos zapatos brillantes que permitían apreciar muy bien su juego en los pedales, ofreció dos propinas, el "Vals brillante", de Chopin y el delicioso "Intermezzo" de Manuel Ponte. Dos minutos y 21 segundos en la ovación final.