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MANOLO GARCÍA | Músico, actúa el 7 de mayo en Gijón

Manolo García: "No me impulsa la 'estrellitis', me enorgullece hacer algo nuevo"

"En el concierto habrá dos bandas: los americanos que grabaron el disco y mis músicos habituales, que tocarán los éxitos"

Manolo García.

Manolo García llega al pabellón de deportes de Gijón el 7 de mayo. Lo hace con un concierto a dos bandas, la de los músicos norteamericanos que grabaron con él el disco "Todo es ahora", también nombre de la gira, y la que habitualmente le acompaña en sus conciertos desde hace años. Y a doble banda, doble concepto: en una primera parte sonarán los dos últimos discos, y en la segunda lo hará con los músicos de casa repasando sus éxitos. El artista desvela los detalles a LA NUEVA ESPAÑA a la vez que revisa diversas etapas musicales y personales de su larga historia en los escenarios y los estudios de grabación.

-¿Un concierto doble?

-Hay una primera parte con la banda americana. Empiezo repasando el disco "Los días intactos" y "Todo es ahora". Hacemos una parada de unos diez minutos escasos para recomponer todo, y después una segunda parte con la banda española, los habituales. Una segunda parte donde toco los otros discos. Mis canciones más conocidas.

-¿Algún momento en el que están todos en el escenario?

-Sí, algún momento?

-Un "We are the world".

-Exactamente (dice entre risas). No me he podido sustraer a la tentación. Además, visualmente es una gozada. Ya no cabe nadie más en el escenario. Está bien.

-Se le nota satisfacción absoluta con "Todo es ahora".

-Tengo por costumbre grabar de manera pausada, disfrutando. Es una energía de refuerzo, de ayuda. Para mí el hacer canciones le da un sentido a mi vida. Lo hice en una población pequeña cerca de Nueva York. En el campo, con gente tranquila para disfrutarlo. El otro, "Los días intactos", fue distinto, en Los Ángeles, pero también muy interesante.

-¿Y los músicos americanos captaron el espíritu musical de Manolo García?

-Totalmente. Hombre, yo no aparezco allí con maquetas de muñeiras, jotas y sardanas. Yo hago pop/rock, que es un lenguaje universal que, además, inventaron ellos, los anglosajones. La única rareza, entre comillas, es que cantan en inglés. Lo que yo les pido es un lenguaje musical que dominan. Es su lenguaje. Un Do un Re... las cosas que hacen ellos con Dylan, Bowie, Springsteen o lo que hace Fito en España. Lo que tiene que haber es una buena química, sintonía. Y la hubo. Son gente muy bregada.

-¿Qué motivó esta parte de su carrera, la de probar en Los Ángeles, Nueva York...?

-Lo mismo que con anterioridad en Grecia y Brasil. Soy consciente de que crear es buscar emociones y sonoridades. No se puede repetir. Por mucho que suene "Hotel California" de los "Eagles" no han hecho siempre lo mismo. Sería poco digno y aburrido. Yo disfruto de estas experiencias. De pronto aparezco en una favela donde nació Carlinhos Brown, y, claro, nada que ver con mi barrio en Barcelona. Eso es ver la vida. Hace que el disco suene diferente. Respeto todo, pero mi obligación es ofrecer canciones nuevas.

-¿Con quién conectó más rápido?

-Hombre, me fue más fácil trabajar con los americanos. Porque llegas Brasil y el músico cree que quieres que suene a samba. No. Yo quiero hacerlo mío pero con vuestro pulso. No quiero hacer samba. Es maravillosa, pero yo no sé hacer samba. Sería intrusismo. Yo hago mis canciones, lo que quiero es que se le dé otro toque con su guitarra. Y eso en Nueva York estaba chupado. Fue llegar y besar el santo. A los americanos les dices que quieres unos acordes y lo hacen de maravilla. Con una lira griega, por ejemplo, son sonoridades maravillosas, pero tengo que hacer entender que su lira va a ser maravillosa en mi terreno.

-Gira de grandes aforos tras los teatros, ¿alguna preferencia?

-En los teatros es más limpio. Todo es más claro. En los grandes recintos los vatios priman; la energía es más rockera. Me gusta todo. Mira, yo empecé de cero con "Los Rápidos" y me acuerdo que pedíamos tocar en bares de Barcelona y nos daban el lunes. Les decíamos que nos dejaran tocar un jueves que había más público (algo de público eran 150 personas). He vivido eso, luego un crecimiento lógico y paulatino que explotó con el "Último de la Fila" y en solitario. En los conciertos grandes hay más agotamiento psíquico y físico. Pierdes hasta kilos. El volumen es asombroso; es raro que no nos quedemos sordos. En un teatro poner en pie a 1.500 personas es más fácil porque estás más relajado. Pero soy veterano y disfruto de las dos maneras. No estoy enfermo por necesitar aplausos. No. Simplemente me gusta recargar pilas y hacer conciertos.

-Y tantos años después ¿qué público se ve desde el escenario.

-Mezclados: padres, hijos y algunos abuelos. Satisface lo de la gente joven, pero también los de mi generación. Cada concierto es un nuevo reto. Se trata de no aburrirme a mí mismo ni a los demás. Esta motivación mía es la que traslado a generaciones nuevas. Que dicen: ¡hostia! estoy viendo a un guitarra que tocó con Bowie o Lenny Kravitiz. Es un aliciente para el público y para mí. Nunca se trata de "estrellitis", ni vanidades. Me enorgullece porque digo y pregunto: "He hecho algo nuevo, ¿lo habéis pasado bien"?

-Desligarse del "Último de la Fila" fue un problema?

-Cada uno es él y sus circunstancias. Tras la disolución del "Último" no había precedentes de grupo que funcionara y sus miembros decidieran ir por separado. Había reticencias. Hubo compañías y promotores de giras que no lo tenían claro, no confiaban en mí. Yo les decía que había vendido algunos millones de discos, que tenían que confiar en mí. Hasta que llegó Paco Martín (el productor) y me dijo: "¿Hacemos disco; como los quieres?".

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