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La Vida Buena

Wachau, donde el Danubio baña el cielo

El gran río europeo discurre entre la abadía de Melk y la ciudad de Krems, en Austria, encajonado entre colinas preñadas de viñedos, pueblecitos de postal y ruinas medievales

Wachau, donde el Danubio baña el cielo

El Danubio, la gran lengua de agua que atraviesa el corazón de Europa, toca el cielo en el Wachau austríaco, apenas treinta kilómetros por los que el río discurre, camino de Viena, encajonado entre colinas preñadas de vides, de las que surgen pueblecitos de postal, que apenas han cambiado desde la era romántica, y evocadoras ruinas medievales, como Dürnstein o Aggstein. Destino para gourmets y amantes del vino, el Wachau se despliega entre el prodigio barroco de la abadía de Melk y la ciudad de Krems, una joya medieval y barroca.

A ambos lados del Danubio surgen incontables bodegas (weingut), casas de comidas (weinstube, que en Alemania se conocen como gaststätte, gasthaus o gasthof) y tabernas (heuriger), con terrazas colgadas sobre el río, entre emparrados y albaricoques, un escenario que invita a probar los renombrados vinos de las variedades riesling y grüner veltliner que produce la zona.

Aquí, en el amable pueblecito de Willendorf, surgió de las verdosas aguas del Danubio la primera Venus, una diosa de formas excesivas para los actuales cánones de belleza. Ahora hay que admirar esta estatuilla en el Museo de Historia Natural de Viena, pero en el pueblo hay una réplica y un museo. Por estas aguas navegó la bella Krimilda, viuda de Sigfrido, el trágico héroe del Cantar de los Nibelungos, camino de Tulln, para desposarse con Atila (Etzel), y sembrar la discordia entre hunos y burgundos.

Y por seguir con personajes ficticios, no puede olvidarse a Adso de Melk, el protagonista-narrador de "El nombre de la rosa", de Umberto Eco. La abadía de la que pudo haber salido, de haber existido este monje del siglo XIV, poco tenía que ver con la apoteosis barroca que hoy recibe a miles de visitantes, deseosos de admirar su famosa biblioteca y la orgía de pan de oro y pródigos mármoles de la iglesia.

No es la única abadía de la comarca. La de Göttweig se levanta majestuosa sobre una elevada colina. Y no lejos está la de Dürnstein, con su tono azul celeste reflejándose en el gran río, bajo los restos del castillo que sirvió de prisión a Ricardo Corazón de León, quien, de regreso de las Cruzadas, tuvo la ocurrencia de mancillar el estandarte de los austríacos. Eso dice la leyenda, aunque teniendo en cuenta que aquí imperaban los "caballeros ladrones" (los raubritter, como los Kuenring), posiblemente el episodio no fue sino un secuestro en toda regla.

Dünstein es uno de los pueblos imprescindibles, con sus terrazas sobre el río (como las de los hoteles Löwenherz o del Castillo), sus tiendecitas de vino -donde se puede chatear a precios asequibles- y sus delicatessen. Algunas placas recuerdan la matanza que hubo aquí en 1805, cuando chocaron las tropas de Mortier y Kutuzov, pero mejor preocuparse por los vivos y visitar la cooperativa del vino, o la bodega de Emmerich Knoll, en la cercana Unterloiben, con sus botellas con la imagen de San Urbano, santo patrón de la vinicultura. Puede ser una buena oportunidad para introducirse en la intrincada cultura del vino de la región, que incluye diferentes categorías: smaragd, federspiel, steinfeder, auslese, kabinett...

Weissenkirchen es otro pueblecito imprescindible, con una imponente iglesia, y numerosas weinstube, heuriger -como la Weixelbaum, por citar una- y restaurantes, como el Heinzle o el Donauwirt (no perderse su estofado del cazador). El genial Egon Schiele, natural de la cercana Tulln, donde tiene un museo, la inmortalizó con su pincel. El museo local guarda alguna de esas obras. En Weissenkirchen merece la pena acercarse a la bodega Zottl, y no muy lejos, en el pueblo de Wössendorf, a la de Rudi Pichler.

La institución de la heuriger, locales donde se sirve vino hecho en casa y sobre todo embutidos, y donde la norma es "sentirse cómo" (Gemütlichkeit), tiene diferentes enfoques. Las hay tradicionales, como la Hafen Kast'n de Emmersdorf (no perderse los frescos de la capilla de la Magdalena), o más avanzadas, como la que regenta Bernd Pulker en Rührsdorf. En cuanto a las weinstube, una con fama es la Nikolaihof, en Mautern, cerca de Krems. Esta última merece una visita, aunque solo sea por su arteria comercial, a lo largo de la Landstrasse, o por pasear por su barrio medieval, el Gozzoburg.

Y ya puestos, compensa salirse un poco del Wachau para rendir una visita al palacio de Artstetten, donde están enterrados el archiduque Francisco Fernando y su esposa, Sofia Chotek, cuyo asesinato en Sarajevo desató la Primera Guerra Mundial; o acercarse a la casa natal de uno de los genios artísticos del XX, Oskar Kokoschka, en Pöchlarn.

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