En estos tiempos de morada reivindicación de la igualdad de género podría decirse que los monarcas del Reino de Asturias fueron pioneros a la hora de "empoderar" a sus esposas. Al menos, ninguno se olvidó de citarlas cuando decidieron dejar registro en piedra de sus obras. "No tenemos ni idea del nombre de la mujer de Wamba, pero sabemos que la mujer de Pelayo era Gaudiosa, y la de Alfonso I, Ermesinda. Y así: Fruela y Munia, Silo y Adosinda, Alfonso III y Ximena...". El arqueólogo César García de Castro, uno de los grandes expertos en la monarquía asturiana, desgranaba ayer esta curiosidad en la visita guiada que ofreció, con motivo del Día Internacional de los Museos, por la sala del Museo Arqueológico de Asturias, en Oviedo, dedicada a acoger los restos de un periodo histórico cuyo mítico comienzo en Covadonga, hace trece siglos, se conmemora este año.

¿Qué dicen las piedras prerrománicas del Museo Arqueológico sobre el Reino de Asturias? Ésta era la pregunta que ayer respondió minuciosamente García de Castro Valdés a los visitantes del museo que, anteriormente, habían conocido los detalles sobre la epigrafía altoimperial de la mano de otro destacado experto del centro museístico, el arqueólogo Ángel Villa Valdés. García de Castro fue mucho más allá de la anécdota de una monarquía asturiana protofeminista y ahondó en el significado de las distintas representaciones iconográficas presentes en la colección del Arqueológico. Buena parte de ellas revelan el carácter profundamente simbólico del arte prerrománico, como reflejo de los principios teológicos más elevados que se manejaban en la Europa altomedieval.

Por ejemplo. La visita guiada arrancó ante la cruz tallada en piedra y la inscripción que formaba parte de la fortaleza de Alfonso III en Oviedo, que habría estado ubicada aproximadamente en el lugar que hoy ocupa el edificio de Telefónica en la plaza de Porlier de la capital asturiana. Pese a su parecido con la Cruz de la Victoria, García de Castro pidió que no se confunda con esa cruz que actualmente se ha convertido en emblema de la autonomía asturiana y ondea en su bandera. Añadió que la cruz lobulada de la fortaleza de Alfonso III no hace alusión a la Pasión de Cristo, sino que es símbolo de la Parusía, es decir, del advenimiento triunfante de Jesús al final de los tiempos. "No alude al dolor, sino a la esperanza segura". De ahí que el alfa y la omega que aparecen bajo sus brazos sean también un símbolo de Cristo. Tres llamas adornan también este símbolo. Son reflejo del misterio de la Santísima Trinidad. Este tipo de cruz es deudora también de aquella que supuestamente se le apareció en su visión al emperador Constantino el día antes de la batalla del Puente Milvio y que se representa con lóbulos en sus brazos pues de sus extremos "salían dos bolas o, también, dos manzanas, ya que la palabra griega que se usa es la misma", apuntó García de Castro. Y en la inscripción, una frase que también remite a la visión, en la que Constantino leyó que con aquel signo vencería a sus enemigos y, en consecuencia, mandó pintar la cruz en los escudos de su ejército. En el caso de la inscripción de la fortaleza alfonsina se lee: "Con este signo se protege al piadoso, con este signo se vence al enemigo". Y al punto García de Castro matizó: "Pero el enemigo no es el musulmán, es un enemigo escatológico, se refiere al diablo. Está colocada de una forma protectora, para que no entre el mal". Es también un eco de aquella marca bíblica que libró en Egipto a los judíos de la acción del ángel exterminador.

Luego la visita siguió, pieza a pieza, decodificando las sucesivas capas simbólicas -todas con referencias a textos bíblicos y verdades teológicas- que se superponen en estos restos del Prerrománico. "Las piedras dicen mucho, hay que leerlas", comentó García de Castro.