Yangon, Agencias

El drama no cesa. Las cifras de la tragedia causada en Myanmar, la antigua Birmania, por el ciclón «Nargis» aumentan día a día de forma exponencial. La televisión estatal MRTV, controlada por la Junta militar que gobierna la antigua Birmania desde hace 46 años, ha informado de que son ya más de 22.500 los muertos y 41.000 los desaparecidos por el azote de la enorme tormenta este fin de semana. Y las cifras son sólo provisionales en la zona más afectada, el área arrocera del delta del Irrawaddy, conocido como el tazón de arroz de Asia cuando Birmania era el mayor exportador del mundo de este cereal.

El Gobierno del Principado ya se ha puesto en contacto con la Agencia Española de Cooperación Internacional al Desarrollo con el fin de conocer las prioridades existentes y comunicar la total disposición del Gobierno del Principado a participar «coordinadamente en las acciones que se vayan a desarrollar por las distintas agencias internacionales de ayuda humanitaria».

La catástrofe ha adquirido además dimensiones internacionales en cuanto a las reacciones de apoyo para con las víctimas. Una de las más llamativas fue la del presidente estadounidense, George W. Bush, que formuló ayer un llamamiento personal a la Junta birmana para que acepte la ayuda de los equipos de rescate estadounidenses que han sido bloqueados. Además, anunció que EE UU está listo para ofrecer más ayuda. De momento, ha aprobado tres millones de dólares en ayuda al devastado país.

Naciones Unidas cree por su parte que el elevado número de muertos se ha debido en parte a la ausencia de un sistema de alerta para evacuar a la población. «Un sistema de alerta precoz es muy importante y efectivo, pues un ciclón se puede predecir con 48 horas de antelación, por eso pensamos que en Birmania las autoridades no habían establecido ningún sistema de este tipo, que habría salvado miles de vidas», dijo hoy Brigitte Leoni, portavoz de la Oficina de Naciones Unidas para la Estrategia Internacional de Reducción de Desastres (ISDR).

Aunque la portavoz señaló que «no tenemos información clara a este respecto», insistió en que las autoridades birmanas tenían en su poder las informaciones proporcionadas por los satélites meteorológicos, que advertían de la llegada del tifón. «Eso significa que, al no tener un sistema de comunicación y de alerta rápida, la población no fue avisada de lo que iba a ocurrir y por ello no evacuaron», subrayó.

Naciones Unida calcula en «centenares de miles» las personas que necesitan ayuda en Myanmar. Rashid Khalikov, director de la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios, ha urgido desde Nueva York a las autoridades birmanas que prescindan de los requerimientos de visa a los trabajadores humanitarios del organismo para distribuir la ayuda.

La situación es desesperada para los millares de damnificados. Las fotos de satélite muestran que las zonas más afectadas están casi completamente bajo el agua, debido a la crecida de las aguas que provocó el ciclón en la costa oeste del país.

«Hubo más muertes por la crecida de la marea que por la propia tormenta», ha declarado el ministro de Protección Social, Maung Maung Swe, desde Yangon (la antigua Rangun, capital del país, también muy afectada por el ciclón y donde empiezan a escasear la comida y el agua. «La ola tenía hasta 12 pies (3,5 metros) de altura y barrió e inundó la mitad de las casas de los pueblos más bajos». «No tenían donde huir», dijo.

Además, se teme que muchos de los desaparecidos pueden haber muerto. Los alimentos y el agua empiezan a escasear y las epidemias pueden emerger en cualquier momento. La población en las zonas afectadas vive desde hace tres días sin suministro de agua y de electricidad, y los precios de los artículos básicos se han disparado debido a la escasez y la especulación. A ello hay que sumar que comienzan las críticas de la población al régimen militar. «El régimen ha perdido una oportunidad de oro para ganarse el corazón de la gente al no enviar a los soldados en cuanto cesó la tormenta», declaró un funcionario a la agencia «Reuters».

En Yangon, la ciudad más importante del país, con cinco millones de habitantes, ya hay colas de gente para adquirir agua embotellada y todavía hay grandes zonas sin luz. Los precios de la comida, el combustible y los materiales de construcción se han disparado. Las pilas y velas se han agotado en las tiendas. En la antigua capital, el servicio de internet está cortado desde el viernes, apenas funcionan los teléfonos y los residentes luchan por salvar sus propiedades. En muchas de las zonas afectadas, el agua lo ha arrasado todo y prácticamente los enseres de los daminificados se han perdido. La situación en las áreas más afectadas es mucho peor y ni siquiera se ha podido acceder a ellas.

El ministro de Información, Kyaw Hsan, dice que el ejército, encargado de las labores de emergencia, «hace lo que puede». El régimen, uno de los más cerrados del mundo, ha aceptado la ayuda internacional, aunque dificulta su reparto por la estricta normativa sobre el movimiento de extranjeros.

La catástrofe causada por el «Nargis» es la peor tragedia vivida en Asia desde el «tsunami» que arrasó varios países del sureste asiático en diciembre de 2004.