José Manuel G. B. -el gozoniego del barrio de La Piñera acusado de haber abusado sexualmente de sus cuatro hijas cuando eran menores de edad y de ser el padre del vástago de una de ellas- asegura que todas las «mentiras» que su familia ha «vertido» contra él forman parte de un «plan» urdido por la que fue su esposa para meterlo en la cárcel. «Siempre me lo decía: "No voy a parar hasta que estés en prisión"», aseguraba ayer, en la terraza de una cafetería de Avilés, a pocas horas de sentarse en el banquillo de la sección segunda de la Audiencia Provincial, donde hoy va a ser juzgado como acusado de abusar de la más pequeña de sus hijas en el año 2003. El resto de los ataques, según las denunciantes, se habrían producido durante los años noventa del siglo pasado y no fueron denunciados hasta que el matrimonio se divorció, por lo que ya estarían prescritos, un hecho que José Manuel G. B. no se cansa de recalcar. «Nunca les hice nada, al menos de forma consciente, pero además, la mayoría de las cosas de las que me acusan han prescrito», repetía ayer.

Y es que José Manuel G. B. está convencido de que si hay un culpable, ese es el alcohol. La mayor de sus hijas cuenta con una prueba de ADN que demuestra que el acusado es el padre de su propio nieto, pero José Manuel G. B. asegura que nunca la forzó y que, en caso de existir, esa relación fue consecuencia «de una borrachera», nunca obligada. «Pudo ser un día que estábamos en las fiestas de La Manzaneda (Gozón). La invité a una o dos copas y yo me tomaría unas doce. Cuando desperté era de día y estábamos los dos en el coche. Ella estaba medio vestida, pero en ningún momento me dijo que hubiese pasado nada. Por aquel entonces yo bebía mucho, ganaba mucho dinero y no me privaba de tomar cubalibres». José Manuel G. B. sostiene que no se enteró de que su hija estaba embarazada hasta el día en el que dio a luz, a pesar de que vivía bajo su mismo techo. «No se le notaba la barriga, llevaba fajas para disimularla», afirma. «Las pruebas de ADN están ahí y no puedo afirmar que yo no sea el padre de mi nieto. No es agradable, pero como no fue una cosa forzada uno no se siente tan mal como si hubiese matado a alguien», argumenta el acusado. El gozoniego, que hoy se va a sentar en el banquillo, dice que también es falso que llevase a su hija a abortar. «Dice que la llevé a una curandera de las cuencas mineras y que le echaron un líquido para que no tuviese al crío, pero eso es totalmente incierto. Eso sería de locos y yo no lo estoy. Loca está ella», afirma.

María Ángeles G. G., que tenía 17 años cuando se quedó embarazada, no cuenta la misma versión. Ella dice que su padre la agredía sexualmente de forma continuada desde que era pequeña, que le daba tremendas palizas y que aquella noche, como otras muchas, la amenazó para que cediese a sus pretensiones. La hija mayor del acusado asegura que también lo hacía con sus hermanas y que su madre, la que José Manuel G. B. dice que urdió «toda la trama» contra él, lo sabía y nunca hizo nada. La ex mujer del acusado asegura ahora que nunca fue consciente de los supuestos abusos. «Está obligada a decir que no sabe nada porque si no pueden meterla a ella en la cárcel por no haber denunciado, pero está claro que todo esto lo preparó ella con todas sus hijas de su lado. ¿Qué daño no van a hacer cinco mujeres juntas que se lo propongan?», espeta José Manuel G. B.

El acusado recuerda que adora a su nieto y que siempre «lo traté como un hijo antes de saber nada de todo esto». Según él, sigue manteniendo una relación con el joven, que ahora ronda los 20 años. «Lo están intentando apartar de mí, pero la verdad es que siempre ha estado a mi lado y que iba conmigo a todos lo sitios. Su madre nunca miró para él, ella sólo quería salir por ahí», asegura.

El acusado también mantiene que a su hija mayor, que fue la que hizo público el caso con pelos y señales, sólo le pegó una vez, «pero no con toallas mojadas como dice ella, lo hice con el cinturón», reconoce. José Manuel G. B., que tiene «72 años y medio» y vive desde hace un año en Burela (Lugo), no está «para nada avergonzado» de lo ocurrido porque asegura que es totalmente inocente. «Si hubiera hecho todo lo que dicen tendría que pudrirme en la cárcel. No son cosas normales, no me extraña que me comparen con el "monstruo de Amstetten"», dijo haciendo referencia a Josef Fritzl, el austriaco que mantuvo a su hija durante 24 años encerrada en los sótanos de su casa, sometiéndola a continuas violaciones que evidencian los siete hijos suyos que llegó a tener la joven. «No hice nada, además insisto en que lo de las tres mayores ya ha prescrito, sólo queda lo de la pequeña, lo de esa "ruina" que no para de dar guerra», recalca.

La hija mayor de José Manuel G. B. afirma que ella no denunció los hechos por miedo, algo que supone que también le pasó a sus hermanas. Para el acusado, es otra de sus mentiras. «¿Miedo a quién? Yo nunca maté una mosca. En todo caso les tendría que tener miedo yo a ellas, que cada vez que me acercaba a una cochera que tenía cerca de casa se tiraban a por mí como leonas», relata José Manuel G. B. «Me destrozaron las cerraduras del coche y hay una sentencia a mi favor que prueba que tres de mis hijas me propinaron una paliza por la que estuve hasta 15 días de baja», mantiene.

María Ángeles G. G. dice que a su padre le corroían los celos cuando la veía con algún joven de su edad y que en esas ocasiones solía obligarla a mantener relaciones sexuales con él. «Yo conocí a dos de sus novios de aquella época y los apreciaba mucho. Eran chavales trabajadores y buenos para ella, ¿cómo iba a tener celos? Lo que pasa es que ella es una cabra loca y siempre lo fastidiaba todo con los chicos con los que andaba». José Manuel G. B. no tiene ningún miedo de sentarse ante el juez. «Si hubiese habido pruebas contra mí de todo eso que dicen ya estaría en la cárcel. Sólo quiero que todo esto se acabe, que se demuestre la verdad y acabar con todo de una vez».