El sufrido en la madrugada de ayer (hora española) en Ecuador es el segundo terremoto más fuerte de América. El seísmo alcanzó los 7,8 grados en la escala Richter -el mayor fue de 7,9, en 1979 y dejó más de 800 muertos en Colombia- y por el momento se han registrado más de 200 réplicas. Aunque por el momento se han contabilizado 238 muertos y más de 1.500 heridos, se teme que la cifra de fallecidos sea mucho mayor, debido al alcance de la destrucción.

El terremoto cogió al presidente del país, Rafael Correa, en el Vaticano, donde participaba en un foro para conmemorar la publicación de la encíclica de Juan Pablo II "Centesimus Annus", por lo que ha sido el vicepresidente, Jorge Glas, quien ha tomado las riendas de la gestión de esta crisis. Glas hizo un recorrido por poblaciones de la costa, azotados por el terremoto, y reiteró que no hay alerta de tsunami, ni afectación en represas de agua. A la zona han sido movilizados unos cuatro mil soldados y 1.600 policías.

El terremoto se produjo dos minutos antes de las siete de tarde entre los balnearios costeros de Cojimíes y de Pedernales, en la provincia de Manabí y colindante con la vecina Esmeraldas. Tras el desastre, el Gobierno ecuatoriano declaró el estado de emergencia en las provincias de Esmeraldas, Manabí, Guayas, Santo Domingo de los Tsáchilas, Los Ríos y Santa Elena, así como el estado de excepción en todo el territorio nacional.

Glas agradeció la ayuda internacional ofrecida y que ha comenzado a llegar -España por ejemplo, ha fletado un avión con ayuda y ha enviado a cincuenta soldados de la Unidad Militar de Emergencias-, y pidió a la población no arriesgar su vida por tratar de rescatar enseres de los escombros. "Es una tragedia la que estamos enfrentando. Estamos en una situación de catástrofe en algunas partes de Portoviejo, en algunas partes de Manta", aseguró el vicepresidente Glas.