El juicio empezó ayer mal para la víctima. Mientras esperaba para testificar en la Sección Tercera de la Audiencia, vio pasar por delante de ella al hombre que quiso matarla en agosto de 2016, y que se jactó ante los guardias que lo detuvieron de que en cuanto pudiese se la llevaría por delante. Lirian R. R. dio un saltó al ver el rostro frío y duro del que fue su pareja durante dos años, José Manuel G. S., exmilitar, aficionado a las armas y a la historia -recorrió los escenarios asturianos de la guerra civil-, "redskin", alcohólico -según él mismo- y también psicópata, como remarcaron los forenses. Al verlo, presa del pánico, la mujer se tapó la cabeza, mientras sollozaba: "¡No me jodas! Pero, ¿por qué lo meten por aquí?". Las integrantes de la Plataforma Feminista la protegieron. "Es una vergüenza", clamaban.

Ya en la sala de vistas, al menos pusieron un biombo para que víctima y agresor no cruzasen miradas. Él, además, estuvo esposado todo el rato. Los policías que le custodiaban no se fiaban. Lirian relató una auténtica pesadilla. Se conocieron en Turín, vivieron en Roma y luego en Asturias, en casa de los padres de ella. Él no trabajaba. Pero además estaban sus celos enfermizos. "Pensaba que yo tenía relaciones con todos. Tenía que estar pendiente de sus ataques de ira. Piensa que es mucho mejor que los demás y se exalta si le llevan la contraria. Me llamaba escombro, ignorante, me decía que no valía para nada. Cuando lo dejamos, amenazó con matar a mis padres y a mi hijo", aseguró.

Meses después, el 22 de agosto del año pasado, el hombre, que ahora residía en Guadalajara, acudió al camping de Cudillero donde ella trabajaba. "Fue a buscar dinero. Quería volver, pero le dije que no. Fue cuando me dijo que sería suya o de nadie, y que mi padre, al que culpa de la ruptura, lo iba a pasar mal", añadió.

"No me dejaba en paz, me llamaba 90 veces al día", aseguró. En un mensaje, José Manuel G. S. fue cristalino: "Vas a morir". La mujer denunció, y la suerte quiso que su madre estuviese en el tren de Avilés a Cudillero justo cuando el acusado se dirigía armado con un cuchillo a matar a su hija. A riesgo de su vida, lo echó del tren y llamó a la Policía Local avilesina, que lo desarmó y le informó de que no podía acercarse a su expareja por orden del juez. Cuando le soltaron, fue otra vez a Cudillero, donde ya le esperaba la Guardia Civil, que lo detuvo a la puerta del camping.

José Manuel G. S. trató de explicarse. "Subí a Cudillero para provocar una reacción en ella. Le llevé flores y bombones, me dijo que necesitaba tiempo. El mensaje de 'vas a morir' no se lo mandé a Lirian, sino al que estaba con ella -algo que la víctima desmiente-. Entré en un estado de ira total. Lo había perdido todo. Pensé en presentarme en el camping para batirme con el que estaba con ella, mi intención no era hacerle daño a Lirian. Me metía una raya de speed, media pastilla y bebía cerveza. Buscaba castigarme, acabar con mi vida. Para mí era imposible retroceder. Si dije que quería matarla era para provocar que me metiesen en la cárcel, necesitaba un lugar donde recuperarme", aseguró.

Negó ser un machista. "No soy un maltratador. No la controlaba. Podía estar con amigos. No me gustaba que se emborrachase y se liase a golpes conmigo, que destrozase el salón. Me podía enfadar, pero al final tenía un abrazo", dijo. "El alcohol hace que no sepa qué estoy haciendo", dijo. Al final del juicio aseguró: "No he reconocido la denuncia, pero aun así le tengo que pedir perdón, actué mal. Sólo espero que haya recuperado a sus hijos y le vaya bien, como creo que me va a ir bien a mí", dijo el acusado, que en prisión se ha hecho cocinero. Su letrado, Manuel García-Rendueles, intentó convencer al tribunal de que pudo actuar con su capacidades afectadas por el alcohol y las drogas. La fiscal y la acusación particular, a cargo de Eva María Araújo, mantuvieron penas de entre doce y quince años.