Exgerente del HUCA y consultor

Listas de espera y tabúes

Una fórmula para convertir las demoras en un factor de calidad del sistema sanitario

LA NUEVA ESPAÑA ha informado de que existen en Asturias unos 3.000 pacientes más en lista de espera que al inicio de la legislatura anterior. No es de extrañar que el nuevo Consejero, Francisco del Busto, haya decidido abordar el problema "sin tabúes". Ciertamente se trata de un buen enfoque, ya que las listas de espera constituyen uno de los aspectos de la sanidad en el que más han operado los tabúes.

Para empezar, hay que decir que las listas de espera son consustanciales a los sistemas públicos de acceso universal. Digamos que la demanda de bienes escasos se modula por precio; suprimidos los precios, se generan las colas. Por eso existen listas de espera en prácticamente todos los países con sistemas públicos universales: Reino Unido, Canadá, Suecia, Dinamarca, Irlanda, Portugal, Australia y, por supuesto, en España.

Dicho esto, es mucho lo que puede y debe hacerse para tratar de minimizar o paliar los problemas de las listas de espera. No olvidemos que la espera en condiciones de enfermedad es siempre traumática.

En primer lugar, hay que actuar sobre la productividad en el sector público. Puede parecer extraño, pero en sanidad hay que preocuparse también de la productividad, lo cual no es fácil, ya que no se trata de incentivar la simple actividad, esté indicada o no, sino la actividad "adecuada". Pero el sector público se ha encontrado siempre con problemas para abordar la productividad. El primero es el horario de 8 a 3. Por cierto, aunque dicho sin sutileza por parte de los sindicatos -tres turnos-, no cabe duda de que apuntan bien a uno de los grandes problemas del sector. ¿Qué hospital puntero en el mundo funciona de 8 a 3? El segundo es el régimen estatutario del personal, que bajo el concepto de "plaza en propiedad" genera una asimetría de derechos trabajadores/gestores -a favor de los primeros- que impide en la práctica plantearse ciertas decisiones necesarias.

Con esto no digo que no deba y pueda hacerse mucho para mejorar la productividad -la primera cosa, medirla-, sino que es un terreno de avance difícil y lento.

En consecuencia, fiar todo a la mejora de la productividad del sistema público es una buena forma de garantizar la persistencia de listas de espera abultadas y sin control.

Pero, aparte de la productividad, hay dos tabúes que han actuado para perpetuar las listas.

El primero, las reticencias a las "horas extra", displicentemente llamadas "peonadas". Es tan sencillo como organizar equipos para que trabajen fuera de jornada en los hospitales públicos. En ocasiones, tanto la Administración como determinados grupos de médicos se han opuesto a esta fórmula. El argumento de la Administración es que pueden producirse corruptelas de trabajar menos en la jornada ordinaria con el fin de asegurar los ingresos vía "peonadas". Como si no hubiera medios para controlar la productividad de la jornada ordinaria. En cuanto a los otros grupos de médicos, a veces se aduce que sólo los cirujanos se "benefician" de las "peonadas", como si esto fuera grave y rompiera la uniformidad salarial, a la que tan acostumbrada está el sistema público.

Pero, bien controladas y actuando sobre determinadas patologías, entiendo que las "peonadas" son parte de la solución. Para ello, hay que clasificar la patología, estableciendo prioridades y tiempos de espera máximos tolerables según las circunstancias, como han hecho los catalanes. No es lo mismo esperar por una patología semibanal que por otra que es invalidante, progresiva o acompañada de dolor.

El segundo tabú es la utilización del sector privado. La concertación con el sector privado ha actuado tradicionalmente en España como un elemento para paliar las limitaciones puntuales de capacidad del sector público. Renunciar a esta fórmula supone también una buena manera de garantizar la perpetuación de las listas de espera.

Es más, considero que el sistema público debería preocuparse si no existiera un sector privado capaz y dispuesto a ayudar a solventar este tipo de problemas en determinadas situaciones.

Una fórmula de hacerlo es como en Galicia: estableciendo una especie de seguro de lista de espera, con unos tiempos máximos de espera (60 días, intervenciones quirúrgicas; 45 días, consultas y pruebas especiales diagnósticas o terapéuticas), superados los cuales el paciente puede acudir al sector privado con cargo al sistema público.

En resumen, no hay fórmulas mágicas, pero una persistente acción sobre la mejora de la productividad en el sistema público, junto con la utilización juiciosa de las horas extra y la concertación con el sector privado (de ambas, no sólo de una fórmula, para no caer cautivo de intereses concretos), creo que es la vía de solución. Todo ello con la priorización de la patología, estableciendo tiempos máximos tolerables de espera en función de la misma.

Aunque unas ciertas listas de espera sean inevitables, no cabe duda de que unas listas conocidas, con buena información individual a los pacientes de su propia situación, limitadas y bien priorizadas son un elemento de calidad de cualquier sistema sanitario.

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