Luis Mario Arce

Cortina de humo

Asturias ha ardido por los cuatro costados en un sábado negro, catastrófico. Un centenar de focos, concentrado en el Occidente. Miles de hectáreas de monte arrasadas. Pueblos evacuados. Riesgo real de víctimas, por fortuna eludido. Y todo ello en un día en el que, según el protocolo de quemas autorizadas, no se podía prender fuego, precisamente por evitar que sucediera lo ocurrido en una Asturias reseca, calurosa y azotada por fuerte viento del Sur. Dadas las circunstancias y las consecuencias, los múltiples incendios del sábado (tácitamente organizados) constituyen, de toda ley, con todas las letras, un acto criminal. No se puede exculpar, una vez más, a los incendiarios. Y todos sabemos quiénes son.

Las quemas de matorral son un procedimiento autorizado para que los ganaderos generen pastos, pero bajo autorización y en determinadas condiciones, que el sábado no se cumplían. Por tanto, cualquier quema efectuada ese día era ilegal. Una ruleta rusa jugando con las propiedades y las vidas de mucha gente, con un patrimonio natural que a todos nos pertenece. Gran parte del Occidente ya es un desierto, biológicamente hablando, por el reiterado impacto de los fuegos provocados. Suelo improductivo e irrecuperable. Pero seguimos tropezando en la misma piedra. Seguiremos haciéndolo hasta que no quede nada. O hasta que haya alguna víctima. Entonces habrá ayes y promesas.

El campo afronta serios problemas. Pero no se resuelven con la escopeta y la cerilla. Echar la culpa de todos los males al lobo y al jabalí, como se viene haciendo, es una cortina de humo que distrae la atención del problema real del campo, un problema estructural. Claro que a la Administración le resulta más fácil mirar para otro lado, y los políticos ganan muchos votos con ello, así que miel sobre hojuelas. Eso sí, luego alardeamos de Paraíso Natural.

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