Portavoz del PSOE en el Parlamento asturiano

Las Cortes por asalto o por orden

Las estrategias tramposas en la constitución de los grupos parlamentarios del Congreso

Hay, como es lógico, mucho interés por ver cómo se resuelve y en qué clave política, aquello para lo que están llamadas, entre otras cosas, las elecciones en un sistema parlamentario. La consecuencia más inmediata, la que configura la composición de las asambleas a la vista está y no creo que la fragmentación política resultante cause sorpresa alguna. Era la opción más probable y así resultó. Esto tiene que ver con la conversión de los votos en representación, con la denostada fórmula D'Hont y con la división tan asimétrica de las circunscripciones provinciales, mejorable en términos de proporcionalidad, pero no tan perversa como se le atribuye, a mi juicio, de manera muy interesada; pero esa es otra discusión, ahora se enfrentan proporcionalidad y gobernabilidad, fragmentación y estabilidad, y en mi opinión no creo que la estabilidad política y la gobernabilidad sean objetivos desdeñables cuando se piensa en cualquier reforma del sistema electoral.

Yo quisiera señalar, en este momento, la interesante discusión previa a la elección del Presidente del Gobierno que tiene que ver con la organización y funcionamiento de las cámaras legislativas, particularmente del Congreso de los Diputados, y lógicamente desde una vertiente política, pues por la jurídica, doctores tiene la iglesia.

La cuestión es: ¿Puede dividirse un grupo político, por muy poco ortodoxa que sea su composición, en varios grupos parlamentarios? Y si lo hace. ¿qué consecuencias tiene para el funcionamiento del Parlamento?

Anticipo que soy partidario de una solución ajustada a la letra del Reglamento del Congreso, alejada de los criterios de oportunidad que se establecen cada legislatura para solventar tal o cual problema de uno u otro partido, casi siempre con contrapartidas para obtener una representación en la Mesa de la Cámara o una ventaja en la participación en los debates y en la organización del Parlamento.

La letra dice que para formar Grupo Parlamentario se necesitan 15 Diputados, o 5 si se ha obtenido al menos el 5% de los votos allí donde se presentó. Es decir, 15 Diputados o 5 por haber obtenido el 5% en la circunscripción. Quienes cumplan tal requisito, tendrán derecho a grupo parlamentario. Pero eso no es todo, porque el Reglamento del Congreso excluye algunos supuestos: con el taxativo en "ningún caso" podrán formar grupo aparte los diputados que pertenezcan a un mismo partido o los que en el proceso electoral no se hayan enfrentado. Es decir, no podrá, de manera oportunista y abusiva dividirse un mismo partido para obtener la ventaja de conformar varios grupos, ni lo que se suele conocer como "marcas blancas" de una opción política, que con el cambio de nombre, por querer adecuarse a un contexto territorial, lingüístico o al que sea, se presente bajo otra denominación en otra comunidad.

Las ventajas de ser más de un grupo, actuando además con unidad de criterio son obvias: más recursos económicos y humanos, más portavoces, más oportunidades de intervención, todo más. Pero todo trapacero y tramposo. No es ni vieja ni nueva política, es política buena o mala, es correcto o incorrecto y con consecuencias de difícil pronóstico para la imagen que deben proyectar las Cortes Generales, depositarias de la representación soberana, y el lugar donde se aprueban las leyes de nuestro país. No ser respetuoso con sus propias normas, retorcerlas y alterarlas a conveniencia resulta una contradicción insoportable.

No sería ejemplar, al contrario, sería un mal comienzo, y lo que mal empieza...

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