La columna del lector

Lo que cuesta educarme

Para ser profesor hasta hace unos años bastaba con conseguir el CAP, el Certificado de Aptitud Pedagógica. En el 2009 se introdujo el nuevo plan Bolonia que hacía obligatorio la realización de un Máster (en concreto, el Máster en formación del profesorado de educación secundaria obligatoria, bachillerato, formación profesional y enseñanza de idiomas), y con él llegó un cambio sustancial respecto al antiguo CAP, tanto en precio y en número de plazas, como en contenidos y duración. Precio del CAP: 284 euros; Máster: entre 1.000 y 7.500 euros. Plazas del CAP: no sé si había límite, pero lo cursaban alrededor de 800 personas al año; Máster: unas 20 o 30 por especialidad, algunas incluso menos. Teniendo en cuenta que la única universidad pública que hay en Asturias es la Universidad de Oviedo, muchos alumnos quedarán fuera de este nuevo curso que, por cierto, es obligatorio para poder presentarse a las temidas oposiciones.

Esos que se queden fuera buscarán alternativas, pero no serán agradables para su cartera, y para muchas personas más, no será si quiera posible. En otras universidades estatales, públicas y privadas, el precio asciende a unos 2.000 euros, llegando incluso a los 7.500, y si en alguna comunidad es más barato, sale caro alojarse.

Es importante recordar que este mismo título (seguro que con mejores contenidos y mejor articulado) costaba menos de 300 euros. Para alguien que no tenga beca son costes que no puede afrontar. Esta es una situación a la que me tuve que enfrentar desde que terminé la carrera.

Quería hacer el Máster a distancia, para poder seguir trabajando (hacerlo de manera presencial supone clases de asistencia obligatoria de 15.00 a 20.00 horas todos los días), así que denegué mi plaza en la Universidad de Oviedo esperando entrar en la UNED, arriesgándome. Y me quedé fuera, sin poder volver atrás.

Había tirado la toalla, viendo los precios estratosféricos. Al final decidí usar mis ahorros, con todo mi dolor, y pagar 4.455,12 euros por una plaza. Y soy una estudiante normal y corriente, con buenas notas y con buen expediente, no me he quedado fuera por "no ser de los mejores". Hoy, gracias al plan Bolonia, mucha gente se queda a las puertas de poder continuar con sus estudios superiores por falta de dinero. Sí, el poderoso caballero siempre parece ganar todas las batallas, pero ésta sin duda me parece inadmisible.

La entrada a la educación no debería medirse por el grueso de la cartera; luego nos quejamos de profesores sin pasión ni vocación en el sistema. Quizá haya cosas que mirar, y pensar más, y ver qué está fallando.

Yo lo tengo muy claro. Espero que esto sirva de ejemplo para que mi querido lector le dedique 5 minutos de su tiempo a pensar en estos pobres y probes chavales, los futuros profes que aún siguen siendo alumnos.

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