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Queridos Reyes Magos

Carta a Sus Majestades de Oriente ante el nuevo año

Quiero que esta carta llegue hasta lo más profundo de vuestro corazón para que deis a los niños y a todos los seres inocentes del mundo la varita mágica para el cumplimiento de todos sus sueños y alegrías. En una tierra cada vez más entregada a la barbarie, la falta de educación y el respeto al prójimo, que destila egoísmo por doquier, esclavizada por máquinas y aparatos extraños al destino individual, alejada de lo divino, que exalta el deleite consumista y el goce de los sentidos, el placer desmesurado y al afán de poder que deja el alma agotada y los nobles impulsos hacia lo bello y eterno fuera de servicio, se impone la acuciante necesidad de elevar el corazón hasta la tierra prometida de los cielos para no caer víctimas de lo impuro y material.

¡Qué lejos estamos, a pesar del tiempo transcurrido y de todas las conquistas materiales, de una vida tranquila y risueña donde el lobo esté en paz con el cordero y las guerras sean un simple recuerdo de épocas bárbaras y monstruosas! Cada vez que leo los periódicos, escucho la radio, veo la televisión y oigo a los navegantes de redes sociales ensalzar el vigente estado de cosas, alabando el progreso sin cesar y la información que se obtiene, relegando sin pudor al ostracismo el espejo inmaculado de la dignidad y la libertad para ponerlos al servicio de causas perdidas, caprichos intolerables y formas poco humanas para ejercer la explotación del hombre por el hombre, siento una gran lástima del ser que fue creado a imagen y semejanza de su Creador.

No me extraña nada que cada vez haya más dolor, sufran los que menos pueden, maten los desesperados, sigan muriendo injustamente miles y miles de inocentes al día para que los ociosos ricos todopoderosos, sedientos de sus posesiones y orgullosos de sus riquezas que ni siquiera pueden disfrutar sigan exhibiéndose con la complicidad de sus víctimas como si fueran pavos reales a sueldo y no entienden nada de lo esencial, los valores supremos de las personas, el objetivo capital de la vida y las caricias amorosas que transforman un rostro triste en una imagen maravillosa. Mientras el ser humano siga adorando ídolos falsos, pronuncie discursos vanos, ensalce al mediocre y vulgar, persiga al sabio y al santo, abandone la nave que va en busca del vellocino de oro, se ría de los que lograron la piedra filosofal y condene el templo sagrado del Santo Grial, las peores cartas están echadas.

Sin fantasías, sin el concurso fabuloso de la sana imaginación, sin el pastoreo fausto del recuerdo emocionado de los que nos quieren, sin el amor a la madre Naturaleza, sin el santo temor de Dios que todo lo puede estamos muertos en vida, perdidos para siempre en desiertos abandonados, rotos por dentro, desesperados y abatidos en nuestra conducta. Solo vosotros, Reyes de lo Imposible, amigos afortunados de la infancia eterna, que fuisteis a adorar al niño Dios a un portal de Belén, hace ya un tiempo del que sí quiero acordarme, podéis darle la vuelta a esta locura colectiva de insospechadas consecuencias inmediatas para la humanidad.

Sé bien de lo que hablo, como vosotros sabéis; la historia habla por mí, es el vivo ejemplo de la locura imparable del hombre, la manifestación plausible de su absoluta necedad y la representante excelsa de sus miserias, la que pone el velo de la ignorancia en el alma sagrada de lo que vale.

Si fuéramos niños de verdad, si recuperáramos de pronto ese concierto infinito de alas dulces y bellas que nos llevan hacia la gruta de la mágica dimensión, cesarían como por ensalmo los conflictos y el universo sería un mosaico de luces multicolor, el conjunto de estrellas que aman.

El amor, queridas Majestades, mueve el cosmos, es el principal enemigo de las destrucciones, el remedio misterioso para la paz universal, la medicina que cura todos los males. Cuanto más se materializa el espíritu y más ansia de poder exista en las entrañas, las posibilidades de tocar el cielo con la boca se extinguen lentamente. Hemos nacido para ser felices y vivir en paz con los seres queridos. Teniendo todo lo bueno en nuestra mano lo hemos dejado caer como pétalos caducos y amargados. Entre todos hemos creado un mundo difícil, grávido de falsas emociones, donde la fe y la misericordia no tienen cabida. Cuanto más se avanza hacia la adoración del becerro de oro y la indiferencia religioso más fracasan los golpes maestros de la bondad y el milagro hecho carne entre nosotros.

Cuando adquiramos la visión del águila, la tranquilidad del cordero y la sabiduría del niño con su madre estaremos preparados para recibir la ayuda bendita, esa presencia sobrenatural que sólo atisban los que creen, laboran en el altar de su corazón y solo le piden al cielo salud y amor para el ser humano que tanto cariño necesita. Con el oro de Dios, el incienso de las buenas obras y la mirra de una esperanza infinita sé que puedo confiar en vosotros como hacía cuando de niño ponía mi alpargata en la mesita de noche para que me trajerais revoltijo y un mundo mejor.

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