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Concejal de Cultura de Gozón

La actividad portuaria de Luanco en el siglo XVIII

La importancia de las escabecheras en la historia de la villa

A mediados del siglo XVIII, Luanco atraviesa por una etapa de indudable prosperidad económica. Ésta deriva de la navegación de cabotaje y de la actividad de las once escabecheras existentes en la villa. Una reducida flota, compuesta por cinco pataches y siete pinazas, para el tráfico de mercancías, y diez barcos, destinados a la navegación en los meses de verano y a la pesca en invierno, era el instrumento esencial en el que se basaba el comercio marítimo y el abastecimiento a las escabecheras. Había además otras tres pequeñas embarcaciones dedicadas exclusivamente a la pesca en verano.

Los pataches, de mayor capacidad de carga, se destinaban al transporte de cal a Galicia para corregir la acidez de los suelos agrícolas de la región vecina. Por su parte, las pinazas fletaban "brea, ferro y otros géneros". Estas embarcaciones realizaban tres viajes al año. Una de las pinazas, llamada "Santa Catalina", hacía un viaje a Galicia y dos a Bilbao.

Como consecuencia de esta navegación de cabotaje y de la actividad de las escabecheras, que solo trabajaban en los tres meses de invierno, coincidiendo con la pesca del besugo, la especie más valorada y que mejor se comercializaba en fresco, se va a desarrollar una incipiente burguesía que poseerá los navíos y elaborará los escabeches, formando pequeñas sociedades mercantiles.

Así, los fabricantes de escabeche, además de disponer de seis de los diez barcos de pesca, controlaban también la actividad comercial de tres pataches y cinco pinazas, poseyendo algunos de ellos, como Francisco García Pumarino, patache y barco. Estos comerciantes y navieros, "todos por mar y en los mismos géneros", van a establecer, además, seis compañías comerciales en los puertos gallegos de La Coruña, Betanzos, Puentedeume y Cedeira y otras dos en la ría del Eo, donde tenían "casa y asiento".

Los escabeches eran vendidos "a los trajinantes y a otros particulares". Los arrieros, en su mayoría vaqueros de alzada, porteaban en invierno "sal y otros encargos" a las ciudades de Gijón y Oviedo y en verano subían a Somiedo, de donde eran originarios, pasando a Castilla para vender los escabeches y salazones e importar vino, entre otros productos.

La voracidad fiscal a la que era sometida esta actividad por la Iglesia y Hacienda nos da idea de la riqueza económica que los escabeches generaban en la villa de Luanco. Así, según el catastro de Ensenada, los fabricantes de escabeches eran gravados con una alcabala de 799 reales de vellón (a razón de siete maravedíes el barril de arroba y veinte la banasta), y la Iglesia imponía un "diezmo de la pesca del mar" a la parroquia de 800 reales de vellón (24 a la de Bañugues). Según estos datos, podemos estimar que Luanco, a mediados del siglo XVIII, manufacturaba en torno a los 9.500 kilos anuales, convirtiéndose en una importante villa escabechera en el litoral cantábrico.

Además de la mano de obra ocupada en las escabecheras, dicha fuente menciona a un total de 101 marineros dedicados a la navegación en verano y a la pesca en invierno. En general, el naviero se reservaba una tercera parte del flete para sí y el mantenimiento del barco, y las otras dos terceras partes se repartían entre la tripulación. Los pajes de escoba, que en total sumaban 24, percibían la mitad del sueldo. Otros 10 sólo se dedicaban a la pesca, bien por su avanzada edad, bien porque eran sastres o herreros que se dedicaban a ella a tiempo parcial. Había además 18 marineros enrolados en el Real Servicio y Navío de San Felipe.

Este censo se completaba, en 1753, con cinco maestros calafates y carpinteros de Marina, cinco oficiales y otros tantos aprendices, dedicados a la construcción y mantenimiento de los barcos.

Tras la desaparición de la pesca de la ballena a finales del siglo XVII, Luanco experimentará en el siglo XVIII un nuevo ciclo económico que se traducirá en importantes obras en el muelle y en la iglesia de Santa María a costa del pujante Gremio de Mareantes. Durante la primera mitad del siglo XIX, como consecuencia de los efectos de la Guerra de la Independencia y del retroceso del comercio, la villa atravesará por una etapa de crisis económica. Madoz, en su Diccionario Geográfico, no hace alusión a la granjería de escabeche; sí menciona pequeñas partidas de pescados salados tanto en el apartado de entradas como de salidas del puerto. La exportación de cal desaparece. La irrupción de la navegación a vapor, a finales de dicho siglo, supondrá el inicio de un nuevo periodo de auge para la villa.

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