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La otra realidad

El nuevo hombre

Los cambios en la sociedad occidental y su base en el pasado

"El nuevo hombre", es un excelente libro del psiquiatra británico Maurice Nicoll, uno de los mejores discípulos del hermetista y mago Gurjieff, creador del Cuarto Camino. En él, explica, de forma contundente y magistral, el esoterismo existente en los Evangelios, en las parábolas de Jesús. Para él, Cristo fue un iniciado. Y utiliza dos maneras diferentes para difundir su doctrina: el lenguaje interior o esotérico, minoritario, que empleaba para sus discípulos y círculo íntimo; y el exterior o exotérico, para las masas populares.

Cuando contemplamos la realidad con ojos internos captamos una verdad desconocida, nos acercamos a lo milagroso, trabajamos en pro de la piedra filosofal y el Santo Grial que yace en lo más profundo de nuestra alma. Cuando creemos todo lo que nos dicen, alcanzamos un punto muy bajo de evolución, una faceta mediocre del conocimiento, las certezas se desvanecen y vivimos como si fuéramos llevados en andas por manos de necios orgullosos de su poder financiero individual. Las preguntas que son difíciles de responder conservan el sabor de un conocimiento nuevo sobre las cosas que nos rodean, nos dan pistas inestimables para captar la realidad que se niegan a ofrecer aquellos que viven sólo para sembrar su propio enriquecimiento. ¿Por qué no estaban en la base de Pearl Harbor los portaaviones de la flota americana cuando tuvo lugar el ataque japonés el 7 de diciembre de 1941? ¿Quién dio el aviso al lobby judío de Nueva York el día antes del 11-S para que no fueran a trabajar a las Torres Gemelas el nefasto día de los atentados? Si Milans del Bosch fue un peligroso golpista militar, ¿por qué cuando recibió la orden del Rey de retirar los tanques de la calle en Valencia la cumplió de forma inmediata sin poner resistencia? Si el genial músico R. Wagner fue un furibundo antisemita, ¿por qué fueron dos notables directores de orquesta judíos quienes portaron su féretro, siendo uno de ellos, H. Levy, quien dirigió la música en su funeral? Si Gran Bretaña hubiera querido la paz en Europa durante la Segunda Guerra Mundial, ¿por qué desaprovechó la ocasión que tuvo y trató como a un delincuente cualquiera a R, Hess, segundo líder nazi, cuando arriesgó su propia vida pilotando un avión que recorrió ochocientos kilómetros desde Alemania para negociarla? ¿Por qué nos mienten tanto y nos callan tantas cosas? Mientras sigamos viviendo de esta guisa, contemplando un panorama desolador, siguiendo al pie de la letra las consignas que nos envían aquellos que han hecho de la política un negocio privado y han instrumental izado el poder para ponerlo al servicio de agentes extraños al orden pacífico internacional, estaremos en peligro. La Europa actual tiende hacia un sistema restrictivo de libertades y derechos en defensa de una hipotética falsa seguridad.

Los atentados terroristas, el miedo atávico a posibles enemigos invisibles, a enfermedades, reales o ficticias, que aparecen por doquier corno salidas de una mano milagrosa para sembrar el pánico por todas partes son signos inequívocos de un futuro desalentador. Las máquinas esclavizan la voluntad, idiotizan el espíritu, impiden el fértil desarrollo de la creatividad, configuran un panorama próximo ajeno por completo a las virtudes que otrora impulsaron al ser humano hasta límites insospechados de grandeza. Se nos ocultan demasiados datos decisivos para que la especie humana no pensante siga disfrutando de juegos malabares, entretenimientos vulgares, aficiones anodinas, fútbol a raudales y otras lindezas semejantes. Los partidos políticos cumplen de forma obediente las órdenes imperantes. ¿Dónde están las ideologías que impiden la esclavitud del hombre moderno?, ¿dónde anidan las fuerzas secretas de la dignidad del alma para oponerse, con denuedo y valentía, a la aquiescencia bien pensante que consiste en callar las consignas de los dogmas establecidos para disfrutar con las grandes ventajas a cambio? ¡En qué gran mentira e hipocresía se ha convertido el mundo de nuestros días!

¿Qué pasaría si Hitler o Napoleón estuvieran vivos en nuestros días? ¿Habría forma de impedir la ruina o, más bien, les ayudarían a conquistar el poder para ponerlo después al servicio incondicional de la anarquía? La historia demuestra, hasta la saciedad, que los poderosos siempre vencen en las contiendas, el pueblo es el peor parado y que de los restos humeantes de las victorias perdidas y las grandes ruinas colosales emerge siempre, como si fuera una canción conocida, el enriquecimiento de los que careciendo de nobles corazones han convertido la humanidad en el suspiro y el lamento de seres caídos. Cuando se ve por dentro de lo que se oculta aparece un panorama desolador.

No hace falta ser un sabio para darse cuenta de que el mediocre repite siempre sus actos y que los que mandan y gobiernan a su antojo han construido una humanidad a su medida. Lo triste del hombre es que esté contento con sus desdichas t orgulloso con sus cadenas y no recuerde los tiempos gloriosos de su estancia en la tierra. El dinero compra voluntades, cercena sublimes lealtades, nobles aspiraciones y hasta siembra enconos familiares. Los que han creado el euro lo destruirán cuando así lo entiendan mejor para sus intereses.

¿Quién puede parar los vigentes movimientos neonazis y el posible triunfo de un racismo radical galopante en una Europa rota por dentro, desleal por fuera y carente de una visión unitaria? Que nadie lo dude: los amos del actual estado de cosas, aunque caiga y desmorone aquello que han elaborado, seguirán adelante en sus ganancias, nada les detendrá. Cuando su ayudante de cámara le preguntó a Hitler, poco tiempo antes de suicidarse: "¿Por quién lucharemos ahora?". El jefe nazi contestó: "Por el hombre que vendrá". ¿Está preparado el hombre de nuestro tiempo para luchar contra el vicio del mal y la adversidad de una Europa desunida , que tiene una conciencia humana carente de espiritualidad?

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