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Párroco emérito de San Nicolás de Bari

Despidiendo a las Siervas de Jesús

En el adiós a las religiosas del Hospital de Avilés

Finalizada la misa de acción de gracias, presidida por el capellán del hospital, don Víctor Gainza, con permiso del señor arcipreste, dije: dejadme, por favor, decir unas palabras, pues soy testigo de excepción, ya que de los 130 años de vuestra estancia en el Hospital de Avilés, 54 años y medio he cumplido, por ser párroco, como miembro del Patronato del Hospital. Ningún otro párroco, ni ningún otro miembro del Patronato ni ningún otro médico del hospital ha permanecido tantos años como yo a vuestra sombra.

Os doy las gracias en nombre del Patronato, del Excelentísimo Ayuntamiento de Avilés y de todos los avilesinos porque, desde el 14 de abril de 1887 hasta hoy, 22 de mayo de 2016, habéis vivido con fervor religioso el empeño de vuestra madre fundadora Santa María Josefa del Corazón de Jesús que os envió a esta villa para vivir la vocación de humildes servidoras, atendiendo, con la alegría de Vírgenes del Señor, a los enfermos por amor a Cristo.

Suscrito cuanto ha dicho don Víctor, capellán del hospital, del bien inmenso que habéis hecho en nuestra casa del dolor a lo largo y ancho de esos 130 años.

Vinieron primero cuatro hermanas al viejo hospital de peregrinos de la calle Rivero y poco después dos más para la visita domiciliaria, no con el afán de negocio de nuevos ingresos económicos sino para arrimar el hombro en el sostenimiento económico del Hospital de Caridad.

Al principio, estuvisteis a punto de marcharos porque el Ayuntamiento no favorecía la idea de la misa diaria del capellán sino sólo del domingo pero vosotras no podíais reponer fuerzas sin la ayuda de Jesús Sacramentado para tal empresa. Y a partir de entonces, habéis tenido capellán hasta hoy. A mí me ha tocado asistir a bien morir a dos de los capellanes: don Manuel y don Antonio Galán. Al primero lo fui a enterrar a su pueblo en la zona de Cangas del Narcea y a don Antonio, a su pueblo, en Somiedo. El siguiente capellán, don Valentín Pascual de Miguel, sigue cuidando su salud en la Casa Sacerdotal de Oviedo y don Víctor Gainza seguirá cumpliendo su misión después de vuestra marcha.

Vinisteis a petición del Excelentísimo Ayuntamiento y del párroco de San Nicolás y siempre se ha notado vuestra presencia, las 24 horas del día, dispuestas siempre a hacer un hospital familiar, distinto a todos los demás. Yo, personalmente, os agradezco, desde el fondo de mi corazón, la atención que tuvisteis con mi madre, a la hora de morir a sus 97 años pues, para que sus hijos, descansáramos un poco, por lo noche, velaba una hermana, hasta que nos despertó a la hora de su muerte.

Pero si vinisteis sin más contenido en vuestras maletas que los tres votos de pobreza, castidad y obediencia, buscando la perfección evangélica, el no va más, como siervas de Jesús, repartiendo amor. Primero en el viejo hospital de peregrinos que fundó aquel insigne sacerdote avilesino, Pedro Solís, protonotario del Papa Alejandro VI, el año 1515, con cementerio propio, cuyas defunciones de peregrinos, camino de Santiago, constan en el archivo parroquial de San Nicolás; hospital que pasó a llamarse de Caridad por ser gratuito, disponiendo de 20 camas, donde permanecisteis hasta el año 1933, inaugurando el actual hospital, en la calle Fray Valentín Morán, hoy Cabruñana, que en 1970, disponía de 75 camas y 11 siervas de Jesús, de las que 5 tienen título de enfermeras.

El 1 de mayo de 1987, celebramos el centenario de vuestra presencia en Avilés, presidiendo la eucaristía de acción de gracias, don Gabino Díaz Merchán y 12 sacerdotes. Y el 27 de septiembre de 1992, celebramos la gran fiesta de beatificación de la fundadora, hoy Santa María Josefa del Corazón de Jesús Sancho Guerra.

Conviene recordar que, en el siglo XIX, con la desamortización de Mendizábal, se produjo, en España, o que Menéndez y Pelayo llamó "el gran latrocinio de quitarle a la Iglesia sus bienes" y así, echaron de Avilés el año 1835, a los 35 franciscanos que vivían en éste su convento y a los mercedarios del suyo y a las clarisas, algo más tarde, el año 1868.

El sistema usado para echarlos consistía en hacer primero todo el inventario de todo lo que tenían y en dónde lo tenían; a continuación, les pedían la llave del convento y los ponían de patitas en la calle. ¿Para qué? Para que la Iglesia no dispusiera de medios económicos para fundar hospitales, colegios y universidades como hasta la fecha.

Pero Dios salió al paso de esta tormentosa situación, enviando unas cuantas mujeres fundadoras, salvando en buena parte, la situación de postración de la Iglesia; y a Avilés vinieron las Hermanitas de los Ancianos Desamparados que disponen, hoy, del mejor hotel de 5 estrellas de la villa para los pobres. Y las Siervas de Jesús también nos han llenado las arcas de toneladas de amor.

Hoy nos decís adiós; dejáis la casa de Avilés. Yo escribí una carta, a tiempo, a la madre general de Roma, pero mi argumento no ha surtido efecto. Bendito sea Dios, diremos como el Santo Job porque nos dio durante 130 años a las Siervas de Jesús, vírgenes del Señor. Y bendito sea Dios, también porque nos las ha llevado. Seguid haciendo el bien porque no sabéis hacer otra cosa. Nos dejáis, en este templo, la imagen de vuestra fundadora como recuerdo de vuestro paso por Avilés.

Vuestro adiós se cumple en esta fiesta de la Santísima Trinidad como el amén solemne de la cumbre de la eucaristía que es el amén del pueblo de Dios, lenguaje litúrgico de alabanza a Dios Padre, por mediación de nuestro Señor Jesucristo. Porque Cristo vive en nosotros por la eucaristía y nosotros en Él, damos gracias y honra y gloria a Dios Padre, por medio de Cristo en la unidad del Espíritu Santo. Gracias, Siervas de Jesús, en este momento de pasar página a vuestra historia en Avilés.

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