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Al escondite inglés

Las razones de la salida de Reino Unido de la Unión Europea

La explicación de por qué, en el Reino Unido, decidieron salir de la Unión Europea no creo que sea tan simple como apuntan algunos analistas, ciertos políticos y hasta un expresidente de Gobierno. No creo que fuera una disputa entre los jóvenes y los viejos. Si buscamos la explicación por ese lado hay otras mejores. Contaba Julio Camba que mientras había estado en Inglaterra nunca había tenido la sensación de haber vivido entre personas mayores. Según él, Inglaterra es un pueblo de niños que vive una infancia perpetua. Estoy de acuerdo. Los ingleses son como niños grandes, con todo el egoísmo y la ingenuidad que ello conlleva. Pero la clave del triunfo de los partidarios del "out" no creo que fuera esa, ni tampoco que la permanencia se dirimiera entre quienes piensan con el corazón y quienes lo hacen con la cabeza. Los analistas que esgrimen esas razones son, a mi juicio, demasiado simplistas. Prefieren la crítica fácil y huyen de analizar otras variables en las que la Unión Europea no sale muy bien parada.

Deberían empezar por la mentira más grande. Por eso de que la libre circulación de mercancías, capitales y personas se hizo para beneficiar a los trabajadores. Un cuento que no sé si será chino, pero es falso de todas, todas. Se hizo para beneficiar a las empresas y las élites financieras. El capital siempre estuvo a favor de la libre circulación porque es su mayor beneficiario. Los trabajadores no se beneficiaron en nada. Al contrario, para ellos solo significó menos puestos de trabajo, menos derechos y menos salario. Y si a eso añadimos que la Unión Europea dejó de ser un mercado común para convertirse en una especie de Confederación de Estados bajo el mando de una Alemania con pretensiones de germanizar Europa a golpe de decretos urdidos en ese almacén de burócratas llamado Bruselas, encontramos muchas respuestas a las razones de los euroescépticos.

Cierto que los ingleses son muy suyos y sienten compasión por los desdichados que no tuvieron la fortuna de nacer británicos. Cierto también que siguen llevando el volante a la derecha y conducen por la izquierda. Y, para completar el cuadro, añadan, si quieren, que se emborrachan más de la cuenta. Pero ahondar en eso, o en la edad de los que votaron fuera o dentro, es evitar el fondo del asunto. Las razones están en lo que dijimos. En la crisis económica y la hegemonía de un país, Alemania, que logró imponer su política de ajustes al resto de Europa.

Los trabajadores y, en general, la gente de a pie, tiene motivos más que de sobra para rechazar la Unión Europea. Otra cosa es quienes son los que se aprovechan y sacan rédito del descontento. Los que esgrimen, como solución a todos los males, el nacionalismo carca, la vuelta a las fronteras y el rechazo a los inmigrantes. Un falso remedio que, ante la falta de ideas que combatan los devastadores efectos de la crisis, ha quedado en manos de los extremistas. La extrema derecha y el populismo son quienes abanderan lo que no han sabido, o no han querido, abanderar la izquierda tradicional y la derecha moderada. Podemos jugar al escondite inglés y disimular lo que queramos, pero la dura y cruda realidad es que la ultraderecha de Francia, Polonia, Hungría y Austria apunta el mismo camino que la del Reino Unido.

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