La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Crítica / Cine

Los demiurgos, el sexo y el vino

Llega a Avilés la triunfadora del Festival de Cine de Gijón (FICX) de 2015

En el pasado Festival de Cine de Gijón, mediada la proyección de "Ahora sí, antes no", pudimos escuchar el aviso de una amable espectadora sobre un presunto error en la copia proyectada: "¡Eh, que la película ha vuelto a empezar!". El grito de advertencia, bienintencionado sin duda, subrayaba el pasmo al que se pueden enfrentar, ustedes o los visionadores de cine no advertidos, al acercarse al particular universo fílmico de Hong Sang-soo. Un mundo propio donde el tiempo se pliega sobre sí mismo, se divide, se quiebra, se reordena constantemente. Una cosmología íntima donde los mismos materiales se repiten en bellas permutaciones, combinándose entre sí una y otra vez, de muchas y diferentes maneras. Como los mismos átomos básicos del Bing Bang crearon, al establecer diferentes vínculos entre ellos, todos los elementos químicos que conocemos hoy día, así, partiendo de unos pocos ingredientes de origen y jugando con ellos como lo haría la mano de un dios travieso, es como surge la filmografía de Hong Sang-soo.

¿Cuáles son esos objetos clave?, ¿cuales esas sustancias primigenias con las que se edifica el cine del director de Turning Gate o Our Sunhi? Por supuesto, está el soju, ese dulce vino de arroz que ayuda a burlar los tabúes impuestos por la restrictiva sociedad oriental. Siempre vinculado al alcohol tenemos, obviamente, la pulsión sexual, fuerza impulsora y matriz, la gravedad de este orbe: a mayor consumo de néctar, mayor es su poder de atracción (aunque quizás esto ya lo sabían). Debemos mencionar la culpa, sí, porque, aunque no estemos en occidente, la fe cristiana de Hong Sang-soo es básica a la hora de interpretar la vergüenza como indivisible anexo del sexo: el erotismo siempre equivale a culpabilidad. Y los "love hotels", impersonales refugios asiáticos para las parejas apuradas. Y el invierno en Seúl, esos cielos grises de la capital coreana, los chaquetones, la nieve...

Quizás este discurso puramente teórico pueda alejar al espectador casual del visionado de Ahora sí, antes no. Tal vez le haga pensar que todo va a estar vestido por ropajes de pana, visto a través de gruesas gafas de pasta. Recomendación: olvídense de los tópicos y déjense conquistar por los jugueteos, ¿hay algo más infantil, menos intelectual, que tirar al aire las piezas de un puzzle y reírse de como quedan reordenadas? Algo así es esta película, un puro divertimento, un momento de goce, la capacidad negada a nosotros y concedida al demiurgo cinematográfico de reescribir aquellas historias que salieron mal, aquello en lo que nos equivocamos. Ahora pueden hacerlo, bueno, al menos pueden contemplarlo.

Compartir el artículo

stats