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Vocal del Grupo Filatélico Avilesino

La introducción de los sellos en España

La implantación del franqueo postal se debe a José Luis Sartorius, conde de San Luis

La colección de disposiciones que emanaron de la idea de implantar el sello postal constituyen un fiel reflejo de la evolución del país y nos da a conocer cómo fueron introducidos en España.

Aquella "innovación", como se llamó, despertó temores, pues sus adversarios veían en aquel nuevo sistema una novedad que hacía dudar a los pusilánimes en cuanto a su practibilidad; los adversarios dudaban por sistema, porque significaba abandonar lo establecido y porque no había duda de que el Estado entregaba sus caudales sin control, sólo representados por unos trocitos de papel llamados sellos. Aquello podía imitarse y hacer perder los ingresos que proporcionaba el transporte de la correspondencia y tener después que sufragar, con cargo a la nación, los déficits que provocaran.

Planteada así la cuestión, el problema que significaba el implantar los sellos no podía ser resuelto simplemente por un Ministro, sino que se precisaba un hombre enérgico como era José Luis Sartorius, Conde de San Luis, presidente del Consejo a la sazón, el cual presentó a la Reina los Decretos de implantación de los sellos de Correo, en los cuales se daban las normas para organizar todo el nuevo mecanismo postal.

Con una carta de presentación en el bolsillo y muy exhausto de dinero, se presentó Sartorius al político Bravo Murillo, que le atendió enseguida, dándole un empleo en uno de los periódicos que se publicaban en Madrid. Sartorius tenía entonces 19 años de edad, había abandonado Sevilla, su ciudad natal, y empezaba en la capital con afán de crearse un nombre; pronto se dio a conocer; ágil, polemista y machacón, dirigió principalmente sus campañas contra Espartero. Introducido en la política, fundó periódicos, asesoró empresas, tomó parte en ellas, lanzó proyectos, enseñó rutas y, a los 23 años, ocupó un escaño en el Congreso.

José Luis Sartorius vio la importancia del correo, y estando en el Ministerio lanzó un fantástico plan organizador de las postas, apoyándose en el que el geógrafo y ministro de la gobernación, Fermín Caballero, había iniciado en 1843 con su "Orden relativa a los trabajos y estudios para la implantación del sello de Correos". Pero antes no dudó un momento en dar a conocer la gran ventaja que significaban los sellos. Mas los avatares de la política, hicieron que tuviese que abandonar el Gobierno.

En 1849 Sartorius llegó de nuevo al Ministerio. Como lo que empezaba a florecer no podía abandonarse, acto seguido elaboró el Decreto y lo sometió a la Reina. Los sellos estaban creados. Seis años habían transcurrido desde los primeros pasos dados por Caballero hasta su cristalización. España fue la sexta nación de Europa que implantó el sello de correo.

Debemos admirar a todos los hombres que al nacer el signo del previo pago postal se percataron de su importancia; los personajes que han entrado en la filatelia como populares de este arte han demostrado ser hombres de elevado talento: Sartorius no se limitó a lo que queda narrado en materia postal, sino que lo completó con otras disposiciones complementarias.

Antes de poner la firma al Decreto creando los sellos, expuso a la Reina: "Muy lejos de mi temor de que el método de franquear las cartas por medio de sellos pueda ofrecer graves inconvenientes en España. Abrigo, por el contrario, la íntima convicción de que será el fundamento de una gran reforma en el importante ramos de Correos". Lo adivinó, como otras muchas cosas, y por sus éxitos Isabel ll le ennobleció, nombrándolo el primer Conde de San Luis.

Cada vez más enérgico y firme de carácter, perseveró hasta lograr el fin que perseguía. Levantó fuertes protestas la aprobación del proyecto de construcción del ferrocarril de Madrid a Irún; en 1851 ocupó la presidencia del Consejo, y, bajo la Administración del Estado, se inició la construcción del ferrocarril que debía enlazar el centro con Francia; propugnó la construcción de los primeros buques de guerra impulsados por hélice; prohibió la intervención personal de magistrados en los pleitos; suprimió la prisión preventiva... Su actividad le acarreó muchos enemigos y fue apodado el "El Polaco" por sus raíces familiares.

El dinamismo de aquel hombre resultó enorme; sus planes y proyectos, inmensos. Uno de ellos consistió en el trazado de seis grandes ferrocarriles que cruzarían la península, canales de navegación y un plan general de carreteras.

Su visión era lejana, pues entendió que el correo se debía complementar con una vasta red de comunicaciones y hacia ello se dirigía. La masa, atónita ante lo que contemplaba, se lo pagaba con un remoquete insultante, y como les sucede a todos los hombres de talla, no fueron pocos los antagonismos que hubo de vencer.

En el momento crucial de su vida, por los cargos que había desempeñado, le correspondió una senaduría. La Alta Cámara, alegando su juventud no le admitió, y ante aquel despecho y hostilidad, suspendió las Cortes. Gobernó por decreto, destituyó y mandó el cese a todos los que habían votado en contra de él, entre los cuales figuraban primerísimas figuras de la política del siglo XIX.

De poco le sirvió su habilidad: nacieron grupos de desafectos y a medida que se desarrollaban conjeturas, la Casa reinante iba cercenando las prerrogativas de los ciudadanos, llegándose a conspirar abiertamente y a formar un estado de oposición totalmente hostil a aquel Gobierno de Sartorius. Hasta tal punto que se vio obligado a dimitir, tras lo cual quedó relegado de la política.

Por un trazo de su vida queda bien reflejado su carácter: su costumbre de guardar toda clase de papeles, cartas, escritos y documentos que llegaban a sus manos, aun los más insignificantes. Todos los guardaba, y sabía esgrimirlos en momento oportuno para atacar o defenderse.

Fue un mecenas para los artistas, literatos y poetas, a los cuales ayudó y favoreció todo lo que pudo.

Este fue el hombre que introdujo los sellos postales en España.

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