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Francisco L. Jiménez

Análisis | De la calidad del aire en la comarca de Avilés

Francisco L. Jiménez

La teoría de la relatividad contaminante

Avilesinos encuestados por este diario sobre su percepción de la contaminación que sufrió el aire de Avilés en días pasados y que obligó a activar el protocolo de prealerta ambiental manifestaron en estas páginas ayer domingo que el episodio contaminante no había sido "para tanto" y añadieron que, para contaminación de verdad, "la que había cuando Ensidesa". La sabiduría popular resume en dos frases lo que evidencia la hemeroteca, aunque en Avilés se corre el riesgo de que tan bestial fue la exposición en el pasado a todo tipo de contaminaciones que podría creerse que ahora se acepta de buen grado perder un ojo con tal de no quedar ciegos de los dos. Y eso tampoco es.

El 20 de agosto de 1980, el índice de contaminación por materia en suspensión en Avilés alcanzó tal gravedad (613 microgramos por metro cúbico de aire) que la autoridad municipal remitió un informe de la situación al Gobierno Civil para que "alguien" tomara medidas. En aquellos años, la ley estipulaba que a partir de un índice de 600 microgramos de partículas por metro cúbico de aire procedía la declaración de estado de "urgencia ambiental" (podrían haberlo llamado "emergencia ambiental", pero entonces, como ahora, eran dados a los eufemismos). No consta que le hicieran mucho caso al entonces Alcalde de Avilés, Manuel Ponga, pues una vez que la polvareda se disipó todo siguió más o menos igual.

En aquellos infames años ochenta de chimeneas y tuberías vertiendo a chorro por tierra, mar y aire la normativa ambiental vigente daba por aceptable un índice de contaminación por partículas de 300 microgramos por metro cúbico de aire, que es una cifra que desde hace una década no se alcanza en Avilés durante un período de 24 horas ni siquiera debajo de la chimenea más humeante que exista. Así se las gastaban en la prehistoria de la lucha contra la contaminación, que empezó con tibieza en el ya muy lejano 1972.

Desde la entrada en vigor del real decreto 102/2011, que actualiza la Ley 34/2007 sobre calidad del aire y protección de la atmósfera e incorpora las exigencias derivadas de la Directiva Europea 96/62 de mayo de 2009 sobre calidad del aire, el índice "tolerable" de partículas es de 50 microgramos por metro cúbico (la ley lo llama "valor límite"); es decir, seis veces inferior al que se daba por bueno hace apenas diez años. La semana pasada, durante los días en que estuvo activada la prealerta ambiental, las medias diarias de polución por partículas oscilaron entre 60 y 80 microgramos por metro cúbico de aire. Lo cual quiere decir dos cosas: que de no contar ahora con una ley más estricta que la pretérita, la situación ambiental de Avilés hubiera pasado por ser idílica; y que la ciudadanía jamás tolerará volver a los años negros de impunidad contaminante, pero tampoco se va a rasgar las vestiduras porque en un entorno portuario e industrial como el avilesino, influido por un medio urbano donde abundan los coches y las calefacciones comunitarias y en pleno proceso de inversión térmica, la contaminación se desmadre durante unos días.

Los vecinos de Valliniello, posiblemente las víctimas más sufridas de la contaminación que nunca hubo en España, llegaron a soportar situaciones de hasta 20.000 microgramos de partículas por metro cúbico; este es un dato que divulgó el mismo Colectivo Ecologista que ahora da la alarma cuando hay "picos" de cien microgramos. No es de extrañar que quienes masticaron literalmente el hollín relativicen los episodios contaminantes del presente. Ni calvos ni con dos peluca; la senda iniciada parece la correcta: celo y control ambiental, sí; concienciación ciudadana, también; avanzar hacia un marco aún más restrictivo de emisiones contaminantes como el que propone la Organización Mundial de la Salud, perfecto... Pero entre tanto convendría modular la gravedad de las alarmas, porque pueden generar más daños que beneficios.

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