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El buen tiempo malo

Sobre la ausencia de lluvia, el aumento de la contaminación y sus consecuencias

Menuda racha llevamos. Y para seguir porque, según la Agencia Estatal de Meteorología, Avilés ha batido el récord de horas de sol en diciembre y todo apunta a que puede volver a batirlo en enero. Nunca se había visto nada igual. El mal tiempo escasea tanto que las estaciones de esquí han tenido que comprar toneladas de nieve y transportarla en camiones y helicópteros como quien lleva ayuda humanitaria a los esquiadores damnificados.

Lo curioso es que el buen tiempo resulta malo. Hace que la contaminación aumente y provoca epidemias de gripe. Antes, hace unos años, el sol nos volvía alegres y la lluvia y los días grises deprimían a todo quisque. Pero hora es diferente. Ahora la gente está deseando que llueva. Conozco un amigo que tiene mono de los días lluviosos y sueña con pisar charcos.

Hay gente rara. Gente que, incluso, se enfada porque haga buen tiempo en enero. Aquí, que yo sepa, nadie ha presentado quejas pero por ahí abajo la gente protesta, y se indigna, al entender que alguien tiene que ser el culpable de que no llueva ni nieve. En Madrid, por ejemplo, apuntan que la culpa es de la Alcaldesa. Al parecer, no es un problema atmosférico sino ideológico. Dicen que todo viene por ese empeño, que han puesto los ayuntamientos muy de izquierdas, de romper con el pasado y privarnos de aquellos inviernos en los que la nieve y la lluvia tanto bien nos hacían. Es más, quienes sostienen esa teoría aportan, como prueba, que los ayuntamientos de izquierdas no están por la labor de hacer un llamamiento a la movilización ciudadana y convocar manifestaciones contra este buen tiempo que nos está matando. Aprovechan la circunstancia para implantar sus ideas y aumentar las prohibiciones.

En esas estamos. Hay gente que vaticina que, a la medida de prohibir que circulen coches los días pares o impares, y los que coincida con que la fecha sea número primo, sucederá la prohibición de que los ciudadanos coman legumbres por aquello de reducir las emisiones de CH4 que, como seguramente saben, es el gas de las flatulencias.

Nadie se explica cómo hemos llegado a esto. No sé entiende que tengamos que protegernos contra el buen tiempo. Por eso está cobrando fuerza la idea de que la contaminación es un pretexto, de la izquierda, para echarles la culpa a los de siempre. Para exculpar a los pobres y atacar a los ricos, prohibiendo la circulación de coches y recomendando el uso de la bicicleta que, en condiciones normales, solo ha de usarse en verano y en las campañas electorales.

Las protestas, hasta ahora, no han pasado a mayores pero no descarten que Esperanza Aguirre, siempre tan reivindicativa, aparezca por La Gran Vía conduciendo una cosechadora con matricula par, en día impar, sin cinturón y hablando a voces por el móvil.

Aquí, en el norte, los ánimos están más calmados. Aquí no hemos pasado de ponerles mascarillas a las estatuas, tal vez porque nuestra alcaldesa no amenaza con prohibirnos circular en coche por La Muralla, pero quien sabe si no estará pensando en obligarnos a respirar, sólo, con el pulmón izquierdo, los días impares.

Si les da la impresión de que tomo la contaminación a broma, no es cierto. Lo que tomo a broma es que haya gente que sigue negando que la contaminación sea un problema.

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