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Calidad de vida

Un análisis sobre el bienestar de los asturianos según su propia opinión y los datos estadísticos

Estos días, leíamos en este periódico que la calidad de vida de los asturianos está por debajo de nuestro alto nivel económico, pues somos los cuartos en cuanto a ingresos, pero en bienestar nos situamos octavos.

Dicho así, casi parece un reproche. Parece como si nos dijeran que no sabemos administrar nuestro dinero. El enfoque de la noticia apunta en ese sentido y, a mi juicio, incurre en un error bastante común. En la idea, equivocada, de que el nivel de ingresos y la calidad de vida están tan relacionados que han de ir a la par. Cuestión que, en la práctica, no suele ser así. El nivel de vida ayuda, pero no garantiza que se consiga una calidad de vida aceptable. La calidad de vida es otra cosa. Requiere un cierto nivel económico que satisfaga las necesidades primarias, pero se trata de un concepto muy amplio que está influido por otras cuestiones como puede ser la salud, el estado psicológico, las expectativas personales, las relaciones sociales o, incluso, el clima. De modo que antes de valorar si los asturianos estamos más arriba o más abajo, en cuanto a la percepción de nuestra calidad de vida, deberíamos conocer qué es lo esencial para un asturiano, referido a sus necesidades subjetivas. Es decir, a lo que son las satisfacciones que obtiene, ponderadas por su escala de valores, sus aspiraciones y sus expectativas a nivel personal.

Insisto en ello porque la valoración de la calidad de vida no sé produce por el cruce de varios parámetros, es un dato subjetivo que se obtiene preguntando. Y, si preguntamos qué tal se vive en Asturias, mucho me temo que la respuesta sería que como aquí no se vive en ningún sitio. Eso dicen, sobre todo, los que han tenido que hacer las maletas para ir a trabajar, y a vivir, fuera. Todos esperan poder volver algún día porque Asturias sigue siendo su objetivo prioritario.

Cabría suponer entonces que algunas de las respuestas que han dado lugar a que nos sitúen en el octavo lugar, de España, por calidad de vida son producto de un enfado momentáneo. De esa rabia que surge cuando los asturianos nos ponemos a defender una tierra a la que amamos pero, a veces, también odiamos. Fuera nos queremos mucho, pero dentro no tanto.

No tanto aunque todavía bastante, porque según un estudio realizado por la Fundación BBVA, los asturianos puntuamos en una media de 7 sobre 10 nuestro nivel de satisfacción con la vida. Un nivel alto que viene a demostrar que en esta Asturias de hoy, la de 2017, se vive mejor que en la del pasado. Se vive mejor a pesar de la reconversión de la siderurgia y las minas y de que si comparamos nuestra evolución, con la del resto de España, no salimos muy bien parados. Asturias perdió más peso en el PIB que nadie. Además crecemos por debajo de la media y sólo el aporte de las pensiones nos permite sostener unos ingresos per cápita altos.

Aún con todo, la estimación de nuestra calidad de vida sigue siendo elevada. Tal vez sean los jóvenes los que más han perdido. Pero si les preguntamos apuesto que son mayoría los que dicen que viven bien. Influye, sin duda, que quieren mucho a esta tierra, pero también que sus padres, los viejos, ayudan para que no sea tan grave la cosa.

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