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El alma de Pepe Carrea vuela sobre Sobia

La sonrisa de un hombre bueno ha quedado para siempre en las cumbres de Teverga

Dos rayos de sol habían perforado la niebla ciega y perezosa en la laguna de La Maquila: uno el de Nicolás, con su inocencia entre las manos, y el otro el del abuelo que nos condujo a todos, monte arriba, en busca del lugar elegido, como aquella estrella que guió a los Magos de Oriente hasta Belén.

Cuando el bronce de la ermita del Cébrano desgranaba nueve campanadas, un numeroso grupo de familiares y amigos nos pusimos en marcha siguiendo la senda que marcaba el rayo solar. Angosta la primera singladura por La Cuesta'l L.lagu, con los corazones repicando con fuerza en los pechos hasta alcanzar Turnichón. Había una noble y bella misión: depositar las cenizas de Pepe Carrea en los pastizales que él había recorrido por las cumbres de Sobia con el ganado. El hombre bueno y sonriente había fallecido hacía tres meses y todo cuanto había sido, en cuerpo mortal, permanecía en el cementerio del santuario hasta el gran día de dejar volar sus cenizas sobre las cumbres del concejo.

En una mochila, la urna con el alma y la sonrisa del abuelo y, en la otra, Nicolás, sobre los hombros del abuelo Jerónimo y de sus tíos. Iba el niño embelesado y silencioso, mirando y escuchando todo cuanto estaba aconteciendo entorno suyo. Llaneando el camino, Pandiel.lu, se abría a nuestros pies como un cuenco o refugio de los vientos, donde hace muchos años los ancestros del lugar habían construido una hermosa braña llena de vida para el verano. Hoy los "corros" -tal vez veinte en total- son un montón de piedras y recuerdos del pasado. Puexu Mesón adelante, pronto se oyeron las campanillas del ganado. Espléndido. Bien cebado. Pación fresca y jugosa por todas partes. Algunos bramidos para romper una niebla que no acababa de desperezarse y, de cuando en cuando, un lienzo de cielo azul y vuelta la niebla, cual mechón de cordero.

L'Escarbáu era el lugar convenido. En la roca viva, Amador, "el Cuñao", perforó cuatro agujeros y con destreza colocó la placa metálica con el rostro resplandeciente de alegría de Pepe. La leyenda, sencilla, como había sido su vida: "Aquí descansa / Pepe Carrea / 24-3-2016".

Un ramo de flores y sobre un pequeño farallón familiares y amigos dejaron volar su alma por los alrededores llevándola a toda partes un viento suave que venía de Castilla. Ni un mugido. Ni una esquila. Ni el rumor de los alisios acariciando las calizas erosionadas por el tiempo.

Marta, su viuda, entera como un cirio pascual ante el sagrario. Como la estirpe del "Molín" ya no quedan. Nicolás también participó en la entrega del abuelo al todo y a la nada con su manita. La criatura no sabía que el tesoro que tenía entre sus manos eran el alma y la sonrisa de su abuelo. Cuando sea mayor, su padre lo traerá al lugar y le dirá aquellos versos del poeta alicantino: "?Que tenemos que hablar de muchas cosas, / compañero del alma, compañero?", y de las andanzas del abuelo Pepe por el lugar más bello y mágico del mundo. Fue, sin duda, el momento más emotivo, junto a las palabras de David, hijo de Pepe. Me parecieron una bella elegía, como la escrita por Miguel Hernández en la muerte de su amigo:

"En Orihuela, su pueblo y el mío, se me ha muerto como del rayo Ramón Sijé, con quien tanto quería".

Post data: La placa ha quedado situada en las coordenadas N-43º-08'-57'' y W-06º-02'-40'' por si alguien quiere hacerle una visita y charlar con él. Pepe Carrea estaría encantado y agradecido.

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