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Los funcionarios dañinos

La administraciones locales se encuentra hoy ante un nuevo reto en el que se impone una decidida modernización de la gestión.Se trata de una necesidad ineludible de tipo económico, social, político y tecnológico. Esta necesidad viene exigida desde diferentes ámbitos de la sociedad y es necesario saber responder ante nuestros vecinos. Los modelos de Ayuntamientos deben cambiar, deben ceder en su apego a las soluciones burocráticas y afán por múltiples mecanismos de control meramente formales y que no resuelven los problemas; los nuevos Ayuntamientos deben prepararse para atender las demandas ciudadanas del siglo XXI, tienen que convertirse en Administraciones abiertas a la información y al conocimiento.

Existe, sin embargo, en muchas administraciones Locales la figura del funcionario/a dañino; estas son personas que complican la vida diaria de la Administraciones y de los ciudadanos que habitan el territorio, estos ciudadanos, con demasiada frecuencia, son los que realmente soportan las malas gestiones, políticas y técnicas, a base de aflojar sus carteras y apretándose cada vez más el cinturón. Esos funcionarios/as restan en vez de sumar, es difícil librarse de ellos por ser engreídos y estar permanentemente convencidos de que lo saben todo y además se empeñan en demostrarlo con reiteración, por si acaso los demás no se han enterado. De forma habitual son personajes, presuntuosos y dados al auto-bombo, se sienten superiores al resto de funcionarios y son muy soberbios y arrogantes; con demasiada frecuencia, autoritarios, no aceptan un comentario, siempre son los más inteligentes y desprecian las opiniones ajenas. Los funcionarios/as dañinos, de forma regular, calientan los ambientes, y se bañan a diario en rumores, cotilleos, invenciones, chismes interesados, insinuaciones peligrosas y otras actuaciones de este tipo; con frecuencia obtienen informaciones de fuentes, supuestamente muy bien informadas, y socializan generosamente estos venenosos conocimientos.

En su razón de ser y existir, no son capaces de reconocer sus limitaciones y carencias, pero critican a los demás sin compasión, buscan culpables en cuanto se comete un error, viven instalados en la queja y cuestionan, sistemáticamente, las decisiones de los demás.

Lo peor de todo lo expuesto es que, bajo la apariencia de servirles, dañan los gobiernos elegidos democráticamente por los ciudadanos que, en definitiva, son los que les pagan el salario, así, puestos a hablar mal de todo, hablan mal incluso de las Administraciones ante los ciudadanos que se acercan a los Ayuntamientos a realizar diferentes gestiones.

Señores funcionarios/as dañinos, colaboren ustedes con nuestros gobernantes para llevar a cabo una correcta atención a los ciudadanos y una buena gestión de los servicios públicos y tengan siempre presente lo siguiente: antes de poder gobernar hay que presentarse a unas elecciones y, lo más difícil de todo, ¡¡¡TIENEN USTEDES QUE GANARLAS!!!

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