Es una cuestión de semántica. O de imagen social. Aunque el resultado final sea el mismo y no se hagan distinciones. La real Academia Española define imputar como "atribuir a alguien la responsabilidad de un hecho reprobable" e imputado como "una persona contra quien se dirige un proceso penal". Como sonaba duro, se prefirió cambiar la ley para que pasasen a denominarse investigados: "Indagar para aclarar la conducta de ciertas personas sospechosas de actuar ilegalmente". El cambio semántico ha demostrado que no afecta a la cantidad. Cada día crecen los políticos imputados o investigados por sus actuaciones por llevarse los caudales públicos. Qué más da que se les llamen imputados o investigados -en su versión más dulce- cuando los ciudadanos al leer o escuchar estos términos interpreta que se habla de corruptos, ladrones, chorizos, sinvergüenzas... Las palabras no varían el significado.
