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Mario Antuña

Autor de "Catástrofes mineras asturianas"

Mario Antuña

1967, trágico año para la minería asturiana

Cuatro accidentes acabaron con la vida de 23 mineros; el más grave, el de Santo Tomás (Turón)

Nefasto año 1967. El más trágico para las explotaciones mineras asturianas del pasado siglo. En él, una insatisfecha e insidiosa diosa Parca solicitaba su donativo en compensación a su arrogante gratitud al dejar arrancar el preciado mineral negro. Su avaricia es de tal magnitud, que su mayor satisfacción fue comprobar cómo en este año consiguió arrebatar la vida a 23 mineros que se encontraban desarrollando su labor profesional en cuatro explotaciones mineras, dos pertenecientes al concejo de Morcín, y las otros dos, en el pueblo de Turón, concejo de Mieres.

Estos días, la prensa regional se hizo eco de la conmemoración del 50.º aniversario de la catástrofe en la mina Santo Tomás, perteneciente a la Sociedad Anónima Hulleras del Turón (SHT) y propiedad de Altos Hornos de Vizcaya, tragedia que sufrió el pueblo de Turón el lunes, 14 de agosto de 1967, poco después de las ocho y media de la mañana, al poco de entrar el relevo, donde una deflagración del maldito, nefasto, silencioso y traicionero gas grisú acumulado en el taller formado sobre la capa 12 Este, Vena Techo, del piso 1.º, provocó una inflamación del polvo de carbón puesto en suspensión por la onda explosiva, produciendo cierta cantidad de óxido de carbono, que, junto con las quemaduras, fueron las causas que determinaron el fallecimiento de los 11 excelentes y laboriosos mineros. Entre otras connotaciones, sorprendió bastante esta causa inmediata del accidente, ya que en todas las anotaciones o registros que diariamente se efectuaban del control del grisú, nunca aparecía cantidad alguna que fuera sospechosamente peligrosa. Este siniestro causó enorme impresión en toda la minería regional y nacional, y fue uno de los principales estímulos para que la SHT se integrase en la empresa Hunosa, incorporación efectuada el 1 de julio de 1968.

Pero también hemos de recordar las otras tres catástrofes que tiñeron de luto a la cuenca minera. En el mismo valle, poco menos de un mes antes, otra tragedia asoló a la familia minera al producirse otro luctuoso accidente en el pozo Santa Bárbara (más conocido familiarmente por pozo Rebaldana, al estar situado en el paraje del mismo nombre) perteneciente también a la misma Empresa. El siniestro ocurrió el jueves, 20 de julio, a las 11 de la mañana, en el taller de explotación formado sobre la capa 28 Este, de 4.ª a 3.ª planta, en el que perdieron la vida 4 mineros, al producirse dos desprendimientos (o derrabe) sucesivos de la primera serie del nivel, que los dejó sepultados. Aunque los trabajos de salvamento comenzaron al instante, sin embargo no se pudieron rescatar los cuerpos de las víctimas hasta pasados 10 días de intenso trabajo, consiguiendo llegar al lugar donde estaban los cuerpos de José María Sánchez Suárez, "Chema", 46 años, caballista, y el de Ceferino Argimiro González Díaz, 29 años, picador de 1.ª, hasta el sábado 29, a las 4 y media de la madrugada, y a las 10 de la mañana del mismo día, se rescató el cuerpo de José Antonio Álvarez Menéndez, 24 años, ayudante minero, teniendo que esperar al domingo 30, a las 5 de la tarde, para extraer el cadáver de Victorino Agustín García Fernández, de 32 años, picador. Ante las enormes dificultades que entrañaba el rescate de las víctimas, se optó por solicitar la presencia de la Brigada de Salvamento del Caudal, al frente de la cual se encontraba el facultativo don Manuel Antonio Menéndez Fernández, "Sama", comenzando de inmediato los trabajos de salvamento, que fueron muy duros y que duraron varios días.

Sin embargo, este trágico año comenzó a principios del mismo, pues el martes, 31 de enero, a las 12 del mediodía, en la mina de montaña denominada Otura, sita en el paraje del mismo nombre, en términos de la parroquia de La Foz, municipio de Morcín, perteneciente al grupo Piedrafita, explotada por la Sociedad Minas de Riosa y propiedad de la Empresa Nacional Siderúrgica, S. A. (Ensidesa), en el taller de arranque formado sobre la capa 19, 5.º trasversal, piso 310 (5.º piso), otra vez la insaciable diosa Parca hizo acto de presencia extendiendo sus tentáculos y originando una tremenda explosión del silencioso y traicionero grisú, cuando se hallaban un vigilante y 6 productores trabajando en los primarios de la capa. En ese momento, la insidiosa diosa reclamó la vida de 4 mineros, a otro lo dejó gravemente herido y otros dos solamente padecieron lesiones de poca consideración. Al poco de producirse la explosión, se organizaron los trabajos de rescate, ayudados por la Brigada de Salvamento del Caudal, consiguiendo extraer los cuerpos sin vida de los picadores José Fernández Fernández, 53 años; Benigno Pello Villoria, 39 años y Laureano Figares Martínez, 24 años, y José Moreno Ballesteros, 37 años, vagonero. El herido grave, Primitivo Palacios González, 36 años, vigilante, una vez atendido en el botiquín de la Empresa y debido a las lesiones sufridas, fue trasladado al hospital de la Seguridad Social de Murias, en Mieres.

Casi dos meses después, el martes, 28 de marzo, a las 9 de la noche, otro lamentable accidente se produjo en el pozo Montsacro, también de la misma empresa, en el taller de arranque formado sobre la capa 8.ª (la fatídica capa 8.ª del pozo San Nicolás, en 1995), de 3.ª a 2.ª planta, taller explotado por el sistema "soutirage", al ser alcanzados 5 productores por una imprevista tromba de agua que arrastró con ella gran cantidad de carbón, lodos, maderas y costeros, produciendo la muerte a 4 de ellos, salvándose milagrosamente el otro compañero, que por fortuna resultó levemente herido. La avalancha de agua y carbón arrastró hasta la bocarrampa, donde se encontraron depositados, a los infortunados obreros Edelmiro Gaspar Caldevilla Muñiz, 23 años, picador; José Zafra Muñoz, 23 años, rampero; Macario Ávila Luna, 42 años, vagonero, y el joven Manuel Ángel Menéndez Martínez, 18 años, rampero, asfixiados por inmersión, y el picador herido, Hermenilgo Bardío Cachero, 46 años, solamente sufrió lesiones superficiales de carácter leve.

Sirvan estas líneas para rendir el merecido homenaje a todos los mineros que en el citado año (tanto los mencionados como el resto de fallecidos y en diferentes años) ofrecieron sus vidas en su lucha diaria en las entrañas de la tierra, al enfrentarse contra el ingrato trabajo de arrancar el negruzco mineral, así como a sus familiares que tuvieron que soportar la pérdida de su ser querido, dejándolas en el mayor desamparo y en una soledad que jamás llegaron a recuperar.

La memoria de los mineros muertos debe permanecer siempre en la de los vivos, por eso es de alabar cualquier manifestación o acto que se realice en recordar a los mineros que entregaron sus vidas durante el desempeño de sus obligaciones profesionales.

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